Sin rumbo
Desde hace unos 30 años, sigo la Fórmula 1. Soy consciente de que se ha ido convirtiendo en un gran circo sumado al ego de los protagonistas, los mejores profesionales del sector y los presupuestos más altos de la categoría reina del automovilismo mundial. Todo un cóctel que, sin embargo, resiste el afán por la pasión de un deporte inexplicable en esa pelea entre las habilidades de conducción del hombre y la complementariedad de la más alta tecnología. Pan y circo en cada circuito.
En la década de los noventa presencié mi primer Gran Premio de F1 en Buenos Aires. Las entradas para ver las carreras no son nada baratas. Nunca olvidaré, más allá del comportamiento de muchas personas (por llamarlas de alguna forma) que se creen graciosas y rellenan sus vasos con orina y luego lo lanzan al público que tienen más abajo como algo “divertido”, la experiencia de ir al baño y encontrarlo totalmente anegado y lleno de excrementos y (más) orina. ¿Parte de la condición humana?
Este pasado fin de semana, viendo el Gran Premio de F1 de San Pablo (Brasil), sutilmente lo manifestaron los comentaristas de DAZN. Siguiendo a Albert Fábregas (periodista español especializado en el mundo del motor y que trabaja para la cadena ESPN) en su canal de YouTube, mencionaba como su peor nota de la carrera fue para la organización: cuatro horas de cola de los asistentes para acceder al circuito; que se perdieran la carrera de Sprint del sábado, horas para entrar y salir, atascos, etc.
Millones de dólares o euros para “maltratar” a los consumidores. Podría poner muchos ejemplos de consumo diario; en lo privado pero también en lo público. La enorme cantidad de impuestos (directos e indirectos) que soporta el ciudadano de a pie para recibir, cada vez más, un peor servicio de transportes públicos, por ejemplo. Sería interminable contar más situaciones que no hacen otra cosa que ir a peor. Hace tiempo escribí un artículo que lo titulé Decadencia. Inexorablemente, lenta pero está aquí.
No somos conscientes de estar en un mundo que, cada vez de forma más notoria y sin anestesia, tiene un rumbo en modo inteligencia artificial: vamos a toda velocidad hacia un destino incierto (por lo menos para el grueso de la población), impuesto, aceptado ante la incredulidad e ignorancia del respetable y falto de empatía y asertividad. Estamos trabajando en inteligencia emocional pero es demasiado soporífero con respecto al “sprint” desigual contra el vértigo digital que dejará a muchos fuera.
Y llega una catástrofe natural en el levante español (y alrededores) y se retuerce sobre gran parte de la provincia de Valencia. Y continua la miseria de los políticos (sean del color que sean) que, iluminados por su basta ignorancia, no respetan ni siquiera el luto, la tristeza y la desolación de la gente. Hay que ver el contexto de las últimas décadas (a nivel mundial) que se agiganta con el dolor en cada región golpeada, ya no por cuestiones climáticas, si no por la incompetencia de quienes no gestionan nada.
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Uno de los libros sobre liderazgo que más me han marcado en el mundo de la empresa y que lo mantengo en mis formaciones y consultorías, se llama El mito del líder de Santiago Álvarez de Mon. Sólo una frase es necesaria para tanto esperpento: “…he intentado despojar de contenido la palabra líder -etérea y tramposa- y reivindicar la palabra persona, profunda y real”. Hoy se llama líder a cualquiera. Como si de una moda se tratara, alegremente, se alaba a quien no lo es. El liderazgo no se elige. Se otorga.
“Cualquier capitán avezado, antes de abandonar puerto, estudia bien todas aquellas circunstancias que pueden variar la buena marcha del viaje”. Mapas, pronósticos de clima, accidentes geográficos, escalas previstas, material de avituallamiento, nada queda fuera de su análisis preliminar. Éste configura la labor de planificación, organización y supervisión de su trabajo. Con ser importante esta planificación, más lo es desarrollar entre su tripulación una actitud mental abierta y flexible ante las novedades que una larga travesía tarde o temprano acaba deparando”.
Concluye el profesor y consultor en este pasaje extraído de su libro: “Dotar a la tripulación de la capacidad de respuesta requerida para un viaje de envergadura que puede resultar más largo y difícil de lo provisto es una función capital”. Ser competente, comprometido e íntegro. Los gurúes salvadores se multiplican por miles en un mundo que tiene una deriva ciega respaldada en su mediocridad. La sensación de la falta de un capitán al mando es una realidad. En el medio del océano, vamos sin rumbo.
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2 semanas¡Saludos Minerva y muchas gracias por tu lectura y recomendación!
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3 semanas¡Cordial saludo Heidy! Muchas gracias por tu lectura y recomendación...
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3 semanas¡Muchas gracias por tu lectura y recomendación Miguel! Cordial saludo...
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1 mes¡Abrazo Ricardo! Muchas gracias por tu lectura y recomendación...
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1 mes¡Muchas gracias por tu lectura y recomendación Elena! Cordial saludo...