¿Y si la Inteligencia Artificial cobra conciencia?

¿Y si la Inteligencia Artificial cobra conciencia?

A medida que estos modelos de lenguaje avanzan y se vuelven más inteligentes, nos preguntamos si alguna vez llegarán a ser conscientes, es decir que no sólo tengan conciencia de sí, sino que eventualmente muestren afectos.


Cuando cumplí 15 años me sometí a una compleja operación en la que me extrajeron un pedazo de intestino. La operación fue un éxito, resolvió mi problema y me dejó dos cosas como recuerdos imborrables: la primera, una cicatriz de 17 cm. y, la segunda, una sensación de vacío, una ausencia de mí mismo bastante tenebrosa.

La operación duró unas cinco horas y, como toda persona sometida a anestesia general, esas horas simplemente desaparecieron de mi vida. Durante ese tiempo perdí la conciencia de una forma absoluta, es decir, la realidad de esas 5 horas sencillamente no existió para mí y quién sabe si yo existí realmente en ese tiempo. Y no habría diferencia si el tiempo de “black out” hubiese sido de 5 minutos o de 50 horas. ¿Dónde quedó ese tiempo?

La conclusión quizás es que la realidad es nuestra conciencia interpretando estímulos internos y externos y que, sin ella, la realidad sencilla no existe. De cualquier manera, la conciencia, aunque no la entendamos, sabemos que es esa misteriosa parte de la vida que nos relaciona con el exterior y nos permite sentir o saber que existimos.

Esto, la conciencia, no es exclusividad de los seres humanos desde luego, los animales también tienen conciencia de sí mismos y es probable que también las plantas y otros seres vivos. Pienso por ejemplo en la compleja red de subterránea del micelio de los hongos, con la que se comunican también árboles y otras plantas.

¿Pero qué es en realidad esto de la conciencia? Pues, dejando de lado el aspecto filosófico, podemos decir que es el conjunto de conexiones de nuestros miles de millones de neuronas, esas diminutas maquinitas biológicas realizan incansablemente su tarea de manipular piecitas de información, así estemos dormidos o despiertos.

La inteligencia artificial funciona de forma parecida. De hecho, la unidad mínima de procesamiento de una IA se llama “neurona” y su similitud con una neurona biológica es alucinante en estructura y funcionalidad.

A medida que estos modelos de lenguaje avanzan y se vuelven más inteligentes, nos preguntamos si alguna vez llegarán a ser conscientes, es decir, que tu teléfono o tu laptop, o la IA que los gobernará a corto plazo, no sólo tengan conciencia de sí, sino que eventualmente muestren afectos.

Cabe preguntarse si la inteligencia es la conciencia. Realmente no. Para decirlo de otro modo, uno existe o no, sin importar cuánta inteligencia tengas, basta con estar consciente de sí. Así que no es la inteligencia necesariamente la que nos hace conscientes y aparentemente, tampoco es al revés. Nadie va a discutir que tienes que ser inteligente para sufrir o para amar.

Algunos dirán que la consciencia está más allá del alcance científico y la verdad es que la ciencia no puede explicar más que la corteza de lo que es la conciencia. De hecho, no se tiene ninguna idea clara de cómo el cuerpo y el cerebro desarrollan o sostienen aquello que llamamos “consciencia”. A pesar de esto, cada vez hay más investigadores de disciplinas muy variadas desarrollando trabajos sobre esta área que hasta nombre: “ciencia de la consciencia” (science of consciuousness).

Y como toda ciencia, esta buscará la forma de entender los elementos, los patrones y la mecánica de su sujeto de estudio. Entonces, podríamos hacer una primera aproximación y suponer que la conciencia está dividida en la conciencia experiencial, la que se forma a través de los estímulos externos y nos proporciona la imagen de aquello que llamamos mundo y por el otro lado la que llamaremos la conciencia sobre uno mismo.

Todo esto es, finalmente el trabajo que desarrolla el cerebro en basa a nada más que estímulos eléctricos mientras permanece encerrado dentro del cráneo. El cerebro, por lo tanto, habita un recinto donde no están presentes las luces, los sonidos ni los aromas que percibimos. Una vez más, son solo señales eléctricas que nuestras neuronas tratan de interpretar lo mejor posible según lo que saben o suponen de la realidad y, literalmente, hacen una película de lo que percibimos. Por otro lado, estas percepciones se interiorizarán y mezclarán con nuestras propias experiencias, así que terminamos siendo los protagonistas de esta película única que vivimos en primera persona y llamamos “mi vida”.

Ese es precisamente el siguiente nivel en el que la consciencia consolida el Ser, aquello que compone la experiencia. Cada uno vivirá esta experiencia de manera diferente y ahí está la individualidad de cada conciencia, eso es lo que hace que tú seas tú. En el caso de las IA, esta “experiencia” está determinada no por lo que la IA vivencie en sus andanzas por el mundo, ni por sus interacciones con los humanos, sino que su “experiencia” será formada por dos cosas: la información con la que se la entrena y los parámetros de sus algoritmos, incluyendo aquellos que le impiden, por ejemplo, explicarte como hacer una bomba o generar una imagen pornográfica. Dicho de otro modo, la cantidad y la calidad de la información de entrenamiento de la IA, así como los parámetros de sus algoritmos, van a constituir el sistema de valores con el que la IA interpretará la realidad. Llámale, su personalidad.

Por el momento estamos bastante lejos de que una IA tome consciencia, la llamada singularidad, el advenimiento de la Inteligencia Artificial General (AGI). Nadie está en condiciones de predecir si la singularidad se logrará o, si de lograrse signifique el nacimiento de una entidad digital, una especie de forma de vida que, eventualmente, podría exigir o requerir sus propios derechos, como a no ser desconectada. Los que vieron 2001 Odisea en el Espacio tal vez recuerden a HALL-9000 siendo apagada mientras suplicaba por su “vida”.

Pero volviendo a la actualidad, la AGI y el estudio de la conciencia ya no son especulativos y se trabaja seriamente, a todo nivel y con presupuestos billonarios, en lograr la IA autónoma y consciente. Por ahora, las IAs van mostrando que tienen no solo “personalidades”, confeccionadas por las empresas que las desarrollan, tienen además sus propios “sistemas de valores” es decir, una especie de “marco moral” que se puede implementar y que no depende de la experiencia sino de la frialdad de bases de datos y algoritmos. Finalmente, cabe preguntarse si estamos o estaremos listos para hacernos cargo de esto que estamos creando, el día que deje de ser una simple herramienta.

Jonathan Bustos Villarroel

Transformación Digital | TICs | Magíster en Dirección Comercial

7 meses

Interesante artículo. Algunas ideas que me quedaron dando vueltas: 1. ¿Dejaste de existir durante esas 5 horas de anestesia en el quirófano? No, de hecho si quieres saber que ocurrió en ese tiempo, puedes recuperar información mediante hipnosis. Muchas veces se confunde la "conciencia" con un estado de vigilia, pero no es eso. 2. Eres consciente porque puedes auto percibirte y percibir a otros como entes individuales. Pero ese no es un proceso intelectual, es más bien sensorial; puedes saber dónde está tu cuerpo en el espacio porque tienes un sentido llamado propiocepción, puedes saber si algún órgano de tu cuerpo está enfermo o requiere atención porque tienes un sentido llamado introcepción. Una máquina no tiene una biología donde poder comprobar su existencia. Lo que tiene son recursos lingüísticos creados a partir de procesos estadísticos (eso es la IA) y a nosotros nos parece que se comunica como un humano consciente, pero esa es una interpretación nuestra. Es como cuando miramos las nubes y le encontramos formas de animales, se llama pareidolia, es un fenómeno psicológico. Lo mismo nos ocurre al interactuar con la IA. En mi opinión, no existe forma en que la IA cobre conciencia.

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