Yo conseguí trabajo en lo peor de la pandemia

Os cuento mi historia personal, uno de los casos más evidentes de mal timing que conozco. El 1 de marzo de 2020 cambié de proyecto a uno que me parecía absolutamente perfecto para mí. Reunía cosas que me encantan: entorno internacional en el que podría integrarme con compañeros de toda Europa, necesidad de combinar conocimientos de marketing y comunicación, relación directa con el deporte, teletrabajo permanente... Estaba muy ilusionado, con la sensación de que este proyecto supondría un salto brutal en mi carrera.

El día 1 viajé a la central de la compañía para afrontar el proceso de onboarding junto a mis compañeros de Holanda, Bélgica, Inglaterra, Francia, Alemania... Todo iba perfecto, las expectativas se ajustaban a lo que imaginaba y el equipo tenía una calidad humana extraordinaria. Pero como buen ex periodista o periodista de formación, ya seguía con preocupación todo lo que tenía que ver con el covid. Lo transmitía entre mis nuevos compañeros, pero la mayoría consideraba que exageraba. No busco presumir de que lo vi venir antes que nadie. Jamás imaginé lo que ha pasado en los últimos dos años. El caso es que en una de nuestras reuniones con el CEO surgió la pregunta lógica de qué ocurriría con el proyecto si el deporte profesional paraba o suspendía competiciones. Y no hubo respuesta clara, porque realmente nadie quería contemplar ese escenario que pondría en riesgo la pervivencia de la compañía.

Como todos sabemos, las grandes competiciones deportivas pararon, se aplazaron o suspendieron. Y de ellas dependía todo el modelo de negocio de esta empresa. Así que, tras diez días de formación y solo dos trabajando en casa, se nos anunció que el proyecto pasaba a mejor vida por el momento. Las razones eran inapelables, así que me pareció que no quedaba otro remedio que prescindir de mí. Cero reproches, no veía más alternativas para la empresa.

Por supuesto, mi primera sensación fue tener miedo por mi futuro. Imaginé que ocurriría lo que pasó en las siguientes semanas, en las que muchísimos otros perdieron sus trabajos o se quedaron en ese incómodo limbo de los ERTEs. La actividad empresarial de un sinfín de sectores quedaba casi congelada con el confinamiento de la población, y eso se tenía que resentir en el empleo a la fuerza. Mi familia depende en gran medida de mis ingresos y me pareció que encontrar trabajo en esa tesitura tan concreta era prácticamente una utopía. Además, a pesar de que he cambiado de puesto varias veces, tengo la suerte de haberlo hecho prácticamente siempre pasando de uno a otro sin tiempo desempleado.

En tiempos de necesidad, pensé que lo ideal era aprender, leer, formarme. Tomándome esa búsqueda como un reto profesional más. Me planteé la pregunta obvia: cuando te encomiendan una tarea que no sabes hacer, ¿qué haces? Lo primero, preguntar a gente, pedir consejo. Segundo, buscar información y formarme. Tercero, equivocarse y aprender de los errores.

Así, volví a crear mi CV, edité mi LinkedIn usando la técnica básica del SEO de 'por qué palabras clave quiero que me encuentren', contacté con antiguos superiores y compañeros que me pudieran recomendar y empecé a aplicar a ofertas que podían encajar conmigo, empleando mucho tiempo en personalizar el CV o en crear cartas de presentación totalmente adaptadas a los requerimientos del puesto en concreto.

La aceptación que logré sobrepasó todo lo que esperaba. Hice entrevistas muy rápido y tuve propuestas (buenas y no tan buenas) sobre la mesa rápidamente. A principios de abril acepté una oferta y a mediados ya estaba trabajando en un proyectazo de ecommerce en el que aprendí mucho y de profesionales muy top.

Mi historia no busca tener una moraleja, ni servir de inspiración. Quizás la única lección que aprendí es que el miedo a la incertidumbre es lógico, pero que no te puede paralizar y que en todas las situaciones hay personas y recursos que pueden ayudarte a superarlas.