Cuando tus jefes te tiran de los brazos, ¿cómo evitas romperte?
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Cuando tus jefes te tiran de los brazos, ¿cómo evitas romperte?
Tenés dos jefes. Y en vez de sumar, parecen estar en un partido de ping-pong con vos como pelota. ¿Te suena?
Si ya te encontraste en esta situación, sabes que puede ser una receta para el caos.
Pero también puede ser tu momento para destacar como el verdadero puente entre dos mundos.
El problema es claro: dos personas con poder de decisión, prioridades que se pisan y vos en el medio intentando no volverte loco.
El riesgo es altísimo. Pérdida de tiempo rehaciendo tareas. Proyectos que avanzan en círculos.
Y lo peor: el agotamiento mental que viene con sentirte siempre "a la deriva".
Pero no te preocupes, hay un camino y no es el de cruzarte de brazos esperando que mágicamente se entiendan entre ellos.
El truco está en convertirte en el motor de la coordinación.
No es fácil, pero es una habilidad que, si dominas, te puede abrir puertas en cualquier organización.
Primero, detectá las señales.
Un mail que dice una cosa y un mensaje por chat que dice otra. Nombres de proyectos que no coinciden. Prioridades que cambian más rápido que el clima.
Todo esto son alarmas silenciosas de que hay un desajuste. Si las ignoras, te estás subiendo a un tren directo al desastre.
El segundo paso es adelantarte al problema.
Sí, hablar de frente. Pregúntales cómo prefieren manejar las instrucciones conflictivas.
Una frase tipo: “Cuando hay prioridades contradictorias, ¿qué prefieren? ¿Que lo mencione en nuestras reuniones o que proponga una charla conjunta?”
Es una pregunta sencilla que puede ahorrarte semanas de dolores de cabeza. Y de paso, demostrás que sos alguien proactivo.
Tercer movimiento: documentá todo.
Parece obvio, pero no lo es. Crea una lista compartida con tareas y prioridades visibles para todos.
Mostrá en cada reunión individual cómo los conflictos están afectando el flujo de trabajo: “¿Querés que ajustemos este entregable o priorizamos la nueva tarea?”
No se trata de echar culpas, sino de manejar las expectativas de ambos de forma transparente.
¿Y si la situación escala? Convertite en el puente.
Proponé reuniones conjuntas con un enfoque constructivo: “Podríamos ahorrar tiempo si alineamos prioridades en una reunión corta. ¿Les parece?”
No estás siendo invasivo; estás ofreciendo una solución práctica.
Por último, hablá de impacto.
Nada desarma más las tensiones que hablar con hechos.
Deciles cómo la desconexión afecta al equipo: “La semana pasada repetimos tres horas de trabajo. Con un poco más de claridad inicial, podemos evitar esto en el futuro”.
Directo, claro y con una solución en la mano. Eso siempre suma puntos.
El riesgo de no actuar es demasiado grande. La desconexión entre tus jefes no solo va a quemarte, sino que va a costarle tiempo y dinero a la empresa.
Y, al final del día, la pelota siempre cae del lado del que ejecuta.
Pero si tomás las riendas, podés transformar el caos en una oportunidad para demostrar liderazgo, incluso cuando no tenés un título oficial de líder.
¿Estás dispuesto a dejar de ser el peón atrapado entre dos reyes para convertirte en el estratega que mueve las piezas?
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