El silencio de los inocentes
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El silencio de los inocentes

Los mitos nacieron para ser cuestionados, aunque no solemos hacerlo. Quizás por apatía, tal vez por comodidad frente a lo establecido, adoptamos ciertos enunciados como verdades absolutas. “Callar es de sabios” o “el silencio es salud” son creencias peligrosas que desafían la vida organizacional. Reconocer la importancia del liderazgo y el rol comunicacional (a través de simulaciones y comprobaciones periódicas de procesos) significa capitalizar una estrategia diferencial. Sin embargo, la directiva de varias compañías radica en hacer mutis sistemáticamente. ¿Por qué lo hacen? ¿Ignorancia de riesgos, carencia de planificación o pretensión falaz de bajo perfil?

Puertas adentro: no comments

Al igual que los famosos “códigos del fútbol”, una especie de leyes tácitas flota en las empresas. Los supuestos implícitos que los miembros tienen respecto de cuál es el comportamiento legitimo permiten detectar diversos grupos de trabajo, que manifiestan sus propias costumbres traducidas en uso de jergas, maneras de interactuar, procedimientos omisibles (hacer la vista gorda), etcétera. Dichas subculturas afectan, hasta cierto punto, a todo el conjunto y pueden competir por imponerse a otras como parte de los juegos de poder tradicionales que se desarrollan en el interior de una organización.

Otro asunto cotidiano es el feedback ausente entre sectores, cuyas consultas se desploman en un limbo de incertidumbre. Este hermetismo puede llevar a interpretaciones negativas como desidia, confusión, falta de cooperación y el vacío de no estar nunca disponible.

El silencio de radio irrita y contagia desánimo, siendo además un caldo de cultivo de rumores nocivos (a veces exagerados) que perturban el clima laboral.

Por estos motivos, no se recomienda confiar ciegamente en lo que parece obvio y dar por sobreentendidas algunas cuestiones. Es preferible pecar de redundante y abortar los baches de información. A su vez, desarrollar un programa integral de compliance mediante un código de conducta y ética representa una política en sintonía. Contar con el mismo no sólo para alinear la misión, visión y valores, sino para disponer de una herramienta explícita de gestión que apunte a la prevención de delitos y a establecer patrones comportamentales del personal con los distintos grupos de interés. Si bien no es obligatorio, conviene porque aporta valor reflejando transparencia y responsabilidad, lo que se traduce en confianza.

Puertas afuera: esperando la carroza

En la época actual no podemos darnos el lujo de programarnos en “modo avión”, desconectados y ajenos a los mensajes que nos arroja nuestro entorno. Frente a una situación potencialmente crítica, quedarse en stand by viendo cómo evolucionan las cosas puede llevarnos al colapso. Todo pasa, claro, pero el problema son las secuelas. Observen sino el siguiente video que se viralizó a partir de un reclamo no gestionado oportunamente:

La capacidad de reaccionar con una respuesta rápida y coherente determinará si el hecho frena en un episodio puntual sin recorrido ni impacto relevante en el negocio o crece al mejor estilo bola de nieve.

No declarar nada es tan contraproducente como presentar una versión alterada de la realidad. Lo que está en juego es la reputación con su fragilidad. Cueste lo que cueste, hay que hablar siempre y con honestidad.


Fin del dilema. Evitemos la pasividad de convertirnos en una estatua viviente o degradarnos en un mimo de cotillón. He dicho.


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