2 tipos de emprendimiento: especulativo y productivo.
Quince años atrás quien tenía dinero lo invertía en ladrillo. Era la época de comprar en plano y vender un mes después con importantes revalorizaciones. El pelotazo funcionó hasta que explotó, como siempre, y los últimos en llegar pagaron la fiesta de los anteriores. Miles de familias y centenares de constructoras se quedaron con enormes hipotecas y con edificios a medio hacer, mientras los anteriores sacaron las ganancias.
Cuando quebró el modelo especulativo que tantos contrastes dejó en nuestra España, ¿cuál era la alternativa para invertir el dinero y sacar tajada en poco tiempo? Se puso de moda el emprendimiento, alentado en muchos casos por una administración -vía subvenciones- que necesitaba ir reparando los males de la crisis traducidos en altísimas tasas de desempleo. Y en esta nueva aventura los inversores vieron su oportunidad de reconfigurar sus "carteras": ¿qué tal si ahora invertimos el dinero en una startup en estado incipiente, entramos en su capital por poco dinero, fijamos un plan de salida, impulsamos su crecimiento y luego "se la colocamos" a los siguientes pardillos que quieran entrar movidos por las altas expectativas de revalorización generadas? Y así fue como apareció un modelo de emprendimiento que hasta ahora no conocíamos; el emprendimiento que no pone foco en el mercado y en cliente, sino en el inversor y en las rondas de financiación. El reto era generar expectativas y promover ampliaciones de capital, dando entrada a nuevos inversores que vayan pagando la fiesta de todos los anteriores.
Cuando se trata de especular el final del cuento siempre es el mismo; llega un momento que aquello no da para más, los planes de salida ya no se pueden ejecutar y los últimos se comen la sobrevaloración que fueron creando los anteriores. La desgracia de este modelo no está sólo en la existencia de inversores capaces de especular con el trabajo y las expectativas de los demás. En cierto modo, el especulador da por hecho que ese es un modo de vida como otro cualquiera y ya está habituado a no sentir remordimientos ni creer que está haciendo algo mal. Forma parte del sistema, y que cada palo aguante su vela. La desgracia de este modelo es que muchos emprendedores se prestaron al juego; en su cabeza no está el lanzar al mercado un producto o servicio de interés que genere valor al consumidor y se convierta en un modo de vida para todo el equipo. No. A ese juego entran emprendedores que hacen un desembolso inicial de 3.000 euros para montar una S.L. (lo mínimo posible), que en la siguiente ronda valoran sus participaciones en 50.000€, que en la tercera pasan a pedir 500.000€ de capital desembolsado, y así sucesivamente hasta que el negocio no dé para más. Con la ayuda inestimable de inversores que juegan a lo mismo, el desarrollo "financiero" es posible aunque no venga acompañado de desarrollo del negocio de modo proporcional. No voy a poner nombres porque todos tenemos alguno de ellos en la cabeza, aunque sí quiero mencionar uno de los proyectos que alentó este modo de actuación: la nevera roja. Fue un ejemplo para muchos emprendedores que evidenció hasta qué punto se puede ganar dinero de la nada y que "inspiró" su modelo de emprendimiento a seguir.
Y en estas estamos a día de hoy; emprendedores que creen en el aporte de valor al mercado y se centran en ello, y emprendedores que creen que su idea vale para pegar un pelotazo... ¡¡y también se centran en ello!! Al igual que sucedió en la última etapa del ladrillo ya comienza a haber inversores damnificados y descreídos, y el modelo tendrá su fin en algún momento dado. ¿Cuál será el siguiente sector para llevarse el capital? ¿El bitcoin? Lo averiguaremos dentro de poco, no se preocupen.
Un cordial saludo y disfruten de la reflexión :-)