ABRAZANDO EL FRACASO

Soy de las personas que abrazan el fracaso. No porque me guste ni porque me reconforte sino porque se queda ahí. Es una sensación de tener un ente unido a mí, que me persigue y no se separa. Intento aprender de él y entender para que está.

Fracasar y fallar no es cómodo. No es una sensación placentera como ese plato de comida que tanto te gusta comer o el ver un atardecer. Por más veces que lo haces no terminas de acostumbrarte. Es algo normal y frecuente, pero no quieres tener esa sensación de que las cosas no salieron de la forma que querías.

Y todo ello se hace más grande cuanta más ilusión, ganas y esfuerzo pusiste en esa tarea, proyecto o persona. El dolor, porque duele, es muy intenso. Hasta el punto que el síndrome del/de la impostor/a se convierte en una pequeña hormiga frente a la montaña que tienes que escalar.

¿Cómo sacas fuerza? ¿Cómo aprendes de tanto malestar? Me he sentido tan extrañado de ver cómo la gente se levanta de grandes crisis como si fuera una resaca de una noche de fiesta. Pasan varias horas y ya están listos/as para seguir con sus batallas. Creo que cada persona necesita su tiempo y encontrar su método para gestionarlo.

Porque sí, vamos a fracasar, cientos de veces o miles más de las que acertamos. Es algo para lo que nadie ni nada nos prepara. Por ello, cuando el fracaso me abraza, también intento rodearme de aquellas pequeñas maravillas que la vida tiene y de las que tengo la suerte de disfrutar. Desde mis seres queridos, un pequeño paseo o dejar volar mi imaginación entre las nubes del cielo. No será el fracaso lo que me permita recargar sino el darme cuenta de la gran cantidad de cosas que merecen la pena en la vida que me ayudan a seguir intentándolo.

Así que, fracaso, seguiré estando unido a ti. Y eso no hará que me separe de aquello me hace acertar.

(Idea y texto sacado de mi mente, imagen sacada con IA usando ChatGPT 4)