Algunas palabras a un interlocutor desprevenido.
Escribirle a alguien como si fuera yo mismo. O lo que podría decirse también, hablar con mi yo, pero de otro tiempo que no es ahora. Que quiero decir, para terminar con el misterio, es hablar con mi yo de ayer. A ver, avancemos un poco en esta idea.
Uno tiene un diálogo interno, habla con uno mismo todo el tiempo. Se plantea posibilidades, alternativas, cuestiones, momentos, decisiones en permanente debate consigo mismo. Ante la mínima posibilidad de tener que tomar una decisión, uno se pregunta qué es lo mejor, cual sería la decisión más acertada. Todo el tiempo habla con su conciencia, con su yo interno. Podría decirse que uno mismo es su primer interlocutor. Uno mismo es quien nos acompaña en las decisiones, en los pasos dados, a veces con dudas a veces con seguridad. Uno mismo es quien está al principio de ese camino y también está al final. Uno es quien da esa palmada de ánimo o ese reproche. Da ese consejo o quien dice: yo te avisé.
Por eso es tan importante sentirse bien con uno mismo. Por eso mismo es tan importante estar en armonía con uno primero, para poder estarlo con el entorno, con los demás. Porque tampoco debemos olvidar que nosotros también, somos el entorno de alguien más, que como nosotros nos manifestamos, nos movemos, pensamos y desarrollamos por nosotros, pero teniendo en cuenta a los demás. Porque de eso también se trata, de empatizar con aquellos que no somos nosotros.
Entonces se trata de construir lazos con aquellos que fuimos nosotros, pero que hoy son otros. En fundamental comprender la importancia de hacer de esos vínculos, poderosas herramientas de crecimiento personal, porque es un “negocio redondo” para todos, de hecho porque todos salimos beneficiados de ese intercambio.