Amor que trasciende
Que mejor forma de agradecer a Dios por tener una madre, que resaltando las cualidades que ella tiene. Aunque algunas veces olvido decírselo y alegrar con esto su corazón, porque así somos las madres, nos alegramos con el cariño y el reconocimiento de los hijos. Ella es una mujer incansable, que ha sido capaz de dar la milla extra, sin que le importe el cansancio, sacrificando su tiempo de descanso, solo para estar pendiente del bienestar de su familia. Gracias mamá por ser una mujer esforzada y valiente.
Ella siempre ha sido generosa y no solo con los suyos, sino con sus vecinos, con sus amigas, siempre dispuesta a ayudar, da a manos llenas y lo condimenta con amor. Su pasión son las plantas a las que cuida, con esmero. Regalarle flores es una ocasión para alegrar su corazón y verla disfrutar de sus colores y aromas.
Y si de comida se trata nadie iguala su sazón, ese toque especial que uno lleva guardado en el alma y que ni el mejor chef lo puede igualar, porque lo hace con amor y generosidad. Quien no anhela esa receta que solo la mamá puede hacer y que solo de recordarla se nos “hace agüita la boca”.
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Es una guerrera que nunca se ha dado por vencida, que ha hecho de la oración una aliada, para luchar por su familia más allá de lo físico, en la esfera de lo espiritual, es una mujer que ha puesto su fe en acción y creo que no hay poder más grande sobre esta tierra que la oración de una madre.
Sus cuatro nietos, quienes la describen como alegre, bondadosa y tierna, “son el tesoro que le han regalado sus hijos”, según dice ella. Consentirlos, hacer sus platillos favoritos, extrañarlos cuando no los ve y sobre todo orar por ellos, se ha convertido en parte de su diario vivir.
Una característica que me gustaría resaltar de mi mamá es que se esfuerza por mantenerse siempre arreglada, guapa, elegante y sí que le ha dado buenos resultados, sino juzguen ustedes mis amigos lectores.