¡ANÍMATE A SER DIFERENTE!
¿Cuál es la opinión que tienes de ti mismo? ¿Cuándo fue la última vez que hiciste aquello que verdaderamente querías? ¿Te resulta más fácil hacer lo que los demás te sugieren o eres fiel a tus pensamientos y tus sentimientos?
El precio de ser diferente en la vida, puede llegar a ser muy alto, pero es el precio de la dignidad y de la autenticidad del ser humano.
Y tú tienes que darte cuenta que permanentemente vives tomando decisiones. Desde aquellas que son absolutamente intrascendentes y que las haces casi en forma automática, hasta aquellas que pueden darle a tu vida un giro insospechado, y que también puede que sean un punto de inflexión que marque un antes y un después en tu existencia.
Y a propósito de ese tipo de decisiones, el confundirse entre la multitud, marchando al unísono con ella, pensando cómo piensa la mayoría o actuando como actúan quienes van detrás de quien se puede atribuir condiciones de líder, es una de las tantas opciones de vida que hoy, tanto hombres como mujeres, tenemos al alcance de nuestra mano.
Sin embargo, también existe la posibilidad de ser diferente, de respetar aquello que piensas, aquello que sientes, sabiendo desde un principio que serás mirado y juzgado en forma distinta de los demás, quizás como un ser humano conflictivo, que no se doblega ante la presión de las mayorías o que no hace lo mismo que hacen todos y que defiende a ultranza aquello que considera son sus principios y sus valores.
Y no es una tarea fácil y puede generar mucho desasosiego interior mantenerse fiel a una línea de conducta que refleje la madurez, el diálogo interno que hemos sostenido y que ha tenido como resultado el haber encontrado una misión y una verdad que nos identifica.
Si tú entrecierras tus ojos en este momento y piensas acerca de tu comportamiento en la vida, ¿cuántas veces has podido defender tu posición respecto a un determinado tema, y cuántas veces has tenido que claudicar en función de lo que piensan los demás o en la búsqueda de una armonía que no llegó, por más que tú hayas actuado en contra de lo que pensabas y de lo que sentías?
Y no te hago esta pregunta para que te mortifiques, te hago esta pregunta para que puedas confrontarte con tu pasado y puedas también aceptar tu realidad como primer paso hacia los cambios que sientes que tienes que hacer. Es probable que de forma inconsciente y llevado por la fuerza que tiene el conjunto, hayas tenido que renunciar una y otra vez a defender lo que creías justo, por diversos motivos que van desde no querer participar en una discusión estéril, que consume tu energía y que en definitiva no te agregaba nada a tu existencia, o preferir pasar desapercibido para no ser señalado como un ser extraterrestre.
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Pero esta actitud o esta conducta, que en un principio probablemente tú adoptaste en salvaguarda de tu propia integridad emocional y física, hoy puedes estar en condiciones de apreciar, que puede hacer sido la responsable de muchos fracasos y de muchos sentimientos de frustración por no haber podido defender o llevar adelante un proyecto basado en ideas propias, quizás no siempre compartidas por los demás.
Nos doblegamos en forma reiterada en la búsqueda afanosa de una armonía que nunca llegará porque nosotros cedamos nuestros espacios, pero que sí será posible construirla, en la medida que tú aprendas a establecer límites para que los demás te respeten, aunque no estén de acuerdo con tus propios pensamientos.
Y es que estamos acostumbrados a pagar en la vida. Y seguramente en el desarrollo de tu vida cotidiana, todo ha tenido un precio. Desde la compra de un alimento, desde el combustible que utilizas para tu automóvil, o el boleto que tú pagas en el transporte colectivo, la ropa que usas, los impuestos que pagas, todo tiene un precio. Entonces ¿por qué no habríamos de pagar un peaje por ser diferentes? Estamos tan acostumbrados a pagar, y a pagar por todo, que no nos sorprendería que también en esa interacción humana, para ser auténticos y fieles a nuestros principios, tengamos que pagar cierto tributo. Pero ese tributo no es de orden económico. Es un tributo que no depende de nuestra capacidad monetaria circunstancial, sino que obedece a un mandato interior que te indica, con inusitada fuerza, qué si bien puedes o tienes que escuchar la opinión de todos, de una vez por todas, también es prioritario que respetes lo que piensas y lo que sientes respecto a un determinado tema. Claro está qué para hacerlo, es necesario primero fortalecer tu autoestima en el sentido de desarrollar uno de sus pilares fundamentales que es la confianza en tus propios procesos de pensamiento. Esto significa que será muy difícil confrontarnos con la opinión de la generalidad, en la medida que no hayamos desplegado una estrategia que nos permita tener la certeza que no estamos actuando en nuestra contra y sí en la defensa de nuestros legítimos intereses.
Intentar ser distintos, hacer el esfuerzo por ser auténticos, aunque esto vaya en contra del pensamiento de los otros, es un desafío que no todos aceptan en la falsa creencia de que adoptar esta actitud los va a enfrentar con un mundo circundante, sin tener la firme convicción de querer defender aquello que consideran justo y que refleja fielmente su sentir.
Este precio, que quizás tú interpretes como muy elevado, no es otra cosa que una invitación a que seas genuino en tu forma de actuar y de conducirte en la vida, sin sentirte culpable, sin sentirte mal.
Dr. Walter Dresel