Aprendiza de César Manrique
Escultura "La mirada de César" de Manolo González, en Arrecife (fotografía de Mar S. Izuel)

Aprendiza de César Manrique

Lanzarote, una de las islas orientales de las Canarias hecha de volcán, salitre y lava, marca las coordenadas de mi geolocalización actual. Tengo la suerte de vivir y trabajar, mecida por los alisios que atraviesan el Atlántico, en uno de los Nazaret Colegios Innovadores: el de Arrecife. Es privilegio, sin lugar a dudas, pero también metáfora de lo que la misión educativa debería y puede ser.

Dicen de Lanzarote que es isla de brazos abiertos adonde siempre se regresa; te apresa y no te suelta… y quizá hay parte de verdad en ello porque es la segunda vez que la vida me trae aquí. Como todo lo que tiene aroma y esencia, despierta lecciones aprendidas y saboreadas que bien merece la pena compartir.

Quien llega a esta isla no puede no encontrarse con el maestro y artista que la puso a la luz y la hizo crecer con una personalidad marcada y diferenciadora: César Manrique. Este lanzaroteño universal se movió como pez en el agua por distintos lugares y países pero conservó siempre su denominación de origen. Tras un par de décadas en Madrid y un par de años en Nueva York, entre otros lugares, volvió a su isla para liderar un proyecto pionero que convertiría los acantilados, los barrancos y las zonas volcánicas en modelo internacional del hoy conocido landart. Actualmente, desde la fundación que lleva su nombre, se siguen renovando las convicciones del maestro César “en lo que concierne a la conservación de la singularidad y de los valores naturales, culturales y territoriales” de esta isla que es Reserva de la Biosfera.

Algo de lo mucho que me asombra del maestro César es la capacidad de visión que demostró. Decía que uno de los mayores favores que debíamos brindarnos es el “enseñar a ver” y por eso, adelantándose a todas las claves actuales de sostenibilidad que nuestra emergencia climática nos exige, apostó por un nuevo paradigma, una nueva manera de percibir el entorno, desde la ética y la estética. Le gustaba definirse como “contemporáneo del futuro” y sabía que todo lo que es, todo lo que tiene identidad, tiene también continuidad.

En este tiempo de liderar proyecto educativo en Lanzarote, me declaro aprendiza del maestro César y me propongo: 

  • educar construyendo un ecosistema de confianza en el que pueda florecer toda la singularidad de cada uno de mis alumnos;
  • educar, con visión, para que se dé un desarrollo armonioso y respetuoso en toda la comunidad educativa;
  • educar convirtiéndome en “una suerte de buscador de miradas”, porque es desde la mirada que se construyen complicidades;
  • educar “huyendo de la vulgaridad cotidiana, para afrontar con claridad y calidad lo que enriquece” a los jóvenes y niños;
  • educar con capacidad de amar, eliminando etiquetas y catálogos;
  • educar con propósito y compromiso para que yo también algún día pueda hacer mías las palabras de César Manrique: “He podido colocar mi granito de arena, y el resultado no ha podido ser más fructífero. En el fondo de la cuestión, todo se puede mover a través de una gran pasión, de un gran amor y de una entrega total”.



(todas las citas entrecomilladas son textuales de César Manrique)

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