Aprendizajes por El Norte peruano

Hace poco me embarqué en una aventura de ida y de vuelta por el norte del país en una de mis pasiones adquiridas en la adultez, la moto. Poco más de 2300 kms recorridos, muchas anécdotas y más aprendizajes. Este era mi primer viaje largo en moto y, como buen hijo de militar, traté de anticiparme lo mejor que pude a cualquier imprevisto, pero nunca es suficiente.

Parte de los aprendizajes y el primero que contaré es: “hay que estar preparado para lo que uno no está preparado”. Suena ilógico, pero, dentro de la teoría de manejo de crisis, partimos de la premisa que no esperamos ni nos consultan el momento en que estaremos en una, por lo que es importante tener claro el siguiente paso a paso: i) pide ayuda, ii) si el paso 1 no es viable, resiste. Pedir ayuda, siempre, es lo más “senior” que uno puede hacer, esto lo aprendí fallando. Por otro lado, habrá situaciones donde pedir ayuda no sea algo que esté dentro de las posibilidades y es ahí donde la única herramienta disponible que tendremos será nuestra capacidad para resistir, lo que en el mundo empresarial conocemos como resiliencia.

Esta vez viajé solo, no diré que es difícil conseguir compañía porque la verdad no la busqué y quizá esta sea la segunda y más importante enseñanza que me dejó el viaje. Siempre es mejor andar acompañado, resolver de dos es por definición más fácil y, en caso de no resolver, tendrás con quien charlar. Creo firmemente que es estando solos donde generamos mayor autoconocimiento e identificamos mejor nuestras fortalezas y debilidades, pero también creo que en el contraste de las opiniones de los demás podemos: i) hacernos más firmes en lo que creemos de nosotros o ii) en su defecto, cuestionarnos ese conocimiento generado.

Cada vez que le cuento a alguien que ando en moto, los clásicos comentarios son “con la moto, el ataúd” “en la moto, tú eres la carcasa” “estás loco”. Seguro hay verdad en alguna de estas frases. Sin duda, hay que tener un cuidado especial para andar en moto. Es cierto también que yendo en dos ruedas los peligros están al acecho. Pero le doy la vuelta en positivo y lo enfoco en lo que me apasiona: el contacto con la realidad y con la vida vienen más de cerca también. Una conversación improvisada, el aire, el sol, las personas que van pasando, los paisajes. En resumen, los sentidos se potencian y la experiencia con el mundo exterior se intensifica. Y aquí les dejo mi tercer y último aprendizaje: el amor por la vida (no solo la mía, lo generalizo a lo que tu imaginación dé).

Pasé por más de un desafío a lo largo de la ruta que me ayudaron a interiorizar varios aprendizajes y que estoy seguro llevaré conmigo en mis próximos viajes, aventuras y en el día a día. Mi última reflexión parte de una lección mal aprendida en la que insistía mi padre: “No necesitas vivirlo en carne propia para aprender”. Nunca estuve de acuerdo y hoy más que nunca creo que el conocimiento vuelto experiencia se torna en sabiduría, estoy abierto a discutirlo.

Mi recomendación: intenta, falla e inténtalo de nuevo, esta vez no partes de cero.