Buscando a Juan en el Relojero Ciego

Buscando a Juan en el Relojero Ciego

Un reloj que busca detener la ignorancia, abriendo las puertas a la cultura en la capital boyacense, con charlas sobre arquitectura de Tunja, una presentación de clawn y actividad literaria para seguir el camino quijotesco.

Haciendo memoria de los barrios de Tunja, no es difícil imaginar el esplendor del lugar donde está el Relojero Ciego, un café, librería y centro cultural que hace un año abrió sus puertas en el Barrio San Ignacio, muy cerca a la Plaza de Bolívar de Tunja.

El sábado por la tarde cuando caminaba hacía el mágico lugar donde escucharía la charla de Juan Medina sobre la arquitectura de la ciudad, sentí que Tunja era diferente, las calles se veían solas, uno que otro carro o servicio público rompía el silencio que permite la salida de algún fantasma pidiendo su espacio habitual, una tarde con pinta de lluvia convidando a quedarse en casa descansando o leyendo un buen libro, no obstante asistir a las actividades culturales de un lugar que celebraba su primer año de existencia en un barrio emblemático de la ciudad, despertó mayor interés.

La boleta de entrada citaba a las tres de la tarde, pero por aquello de la puntualidad, máxime si es para una actividad artística y cultural, me propuse llegar un cuarto de hora antes, pensando además en el respeto para los artistas. En la puerta estaban haciendo fila dos personas que con gusto y honra saludé, el Doctor Carlos Larrota dispuesto a la conversación, confirmó que en pocos minutos abrirían el lugar, su llegada fue minutos antes de mi arribo, había confirmado el momento en que se abrieran las puertas para resguardarnos del frio, también de la llovizna que se ocultaba en las nubes que cubrían la ciudad, además llamaba mucho la atención la programación dispuesta para el primer aniversario del espacio cultural, por lo que valía la pena esperar.

Comprobados los nombres, a las tres y quince, subimos en busca de una mesa donde acomodarnos mientras iniciaba la presentación del clawn, primer punto de la agenda cultural de la tarde del sábado 5 de mayo. Un delicioso postre acompañó la espera del personaje que recorrió las salas con una corta presentación que motivaría al taller práctico en la sala acondicionada como escenario. El taller práctico de clawn se convirtió en una muy buena forma de relación con los asistentes que dejaron su condición de adultos para dejarse llevar por el niño que se mantiene a la espera de oportunidades como esta para divertirse; en mi caso no fue necesario ningún cambio, mi condición de niño me impide aburrirme con los adultos.

Finalizado el tiempo del primer punto del programa, llegó la conferencia de Juan Medina, comunicador social, historiador, investigador, profesor universitario, pero sobre todo un buen niños que supo atender las lecciones de historia de su padre, Don Enrique Medina Flórez, un insigne personaje patrimonio de Boyacá, prestigioso estudiante del Bosque y amante del conocimiento. Las lecciones heredadas, fusionadas con investigaciones, se convirtieron en una amena charla con apoyos de fotos históricas que, para deleite de los asistentes, fue posible transportarse a los tiempos en que Tunja se identificaba más con un pesebre que con una ciudad colonia, sin embargo, su historia es tan grande como la mayor ciudad del mundo, su grandeza se identifica por hidalga, noble y culta.

Las vías ancestrales definen la mayor cantidad de barrios que se pueden contemplar recorriéndolos como se hace por el Relojero Ciego, una antigua casa que guarda los secretos de quienes la habitaron años atrás, familias en busca de oportunidades en una ciudad que renacía; un espacio donde al hacer silencio y cerrar los ojos, pueden escucharse historias perdidas en el tiempo.

El papel de colores y globos que adornaban la casa con motivo de su primer año dispuesto para la tertulia y la vida cultural, tradición que identifica la ciudad hidalga, resguardaban las historias que salían de la sala donde se recordaba la Tunja milenaria, una ciudad que ha existido como tal dispuesta para grandes hazañas.

En varios momentos sentí que algunos personajes se escapaban de la librería para recordar la historia, otros seguramente para aprenderla, pero el ambiente fue propicio para transportarse en el tiempo y quien tenga la osadía de repetirlo, el lugar está dispuesto para recibirlos.

Cuando encontré a Juan en el Relojero Ciego, había vivido aventuras que solo pueden ser posibles conociendo la historia de un lugar donde el tiempo se ha detenido o donde avanza con tiempos aparentemente lentos, pero donde todo es posible, como si de una ciudad mágica se tratara; en esta capital existen duendes que hasta desean cambiar la historia, una historia que permanece protegida ante el correr de los tiempos, escribiéndose cada día con juglares, caballeros, doncellas, hidalgos, arlequines y fantasmas que intentan ser visibles con miedos o estupideces.

En otra oportunidad se volverá a la caja mágica del Relojero Ciego para detener la historia o cambiarla con los finales felices anhelados por una gran mayoría.



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