Cómo ganar una discusión a partir del nombre que le das a las cosas.
Imagina que mantienes una discusión o una disputa con tu superior porque te indica que no está conforme con tu compromiso. El motivo es que observa que, habitualmente, te marchas a casa justo cuando es la hora oficial de salida.
En cambio, tu argumentas que eso no tiene nada que ver con el compromiso sino que, el hecho de que te marches puntualmente, se debe a que eres altamente efectivo o efectiva en lo que haces.
Así que, este caso, ¿cuál dirías que es el motivo de la controversia?
En un anterior artículo describí los 4 motivos por los cuáles discutimos; uno de ellos lo dediqué a las discusiones centradas la existencia o no de un hecho; en otro me centré en cómo defender o refutar ela valoración que hacemos de un hecho y en ésta tercera entrega los motivos por lo cuales discutimos me voy a centrar en el nombre que le damos a los hechos.
La situación es la siguiente: pongamos que queda meridianamente claro para todas las partes que un acontecimiento se ha producido o se producirá. En nuestro ejemplo anterior el hecho es que la persona deja su puesto de trabajo en cuanto llega la hora oficial de salida. Eso es un hecho irrefutable. En el caso que nos ocupa la discrepancia estará en la etiqueta que le damos al hecho. Es ahí donde reside la controversia.
Al darle un nombre a un acontecimiento es decir, al definirlo, establecemos los límites del mismo y determinamos si estos límites se ajustan o no a lo sucedido. No es lo mismo etiquetar un hecho como compromiso que como efectividad. Además, en mucas ocasiones, de cómo definamos el sucedido depende también la valoración que hagamos del mismo, como ocurre con el ejemplo del inicio del artículo.
Nombres y realidad
Y aquí va la primera cuestión trascendente del asunto:
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