¿Cómo hacer algo nuevo?
El documental Man on wire muestra a Philippe Petit cruzar las Torres Gemelas haciendo equilibrio sobre un cable tendido de una a otra de las torres. Cuando baja los periodistas se le acercan y le preguntan por qué lo hizo. ¿Acaso quería dar un mensaje? ¿Qué es lo que pretendía? A lo que él responde “hice algo magnífico y misterioso y obtuve un por qué. Cuando la belleza de esto es que no hay ningún por qué”.
¿Cómo hacer algo nuevo? Hacelo, no esperes por las razones. Esa es mi respuesta rápida. Al inicio de todo proyecto no sabemos a dónde van los hechos. La tentación frente a esa ignorancia es comenzar con un por qué. Indagar todo el asunto para encontrar las razones para hacerlo. Sin embargo, el sentido, si es que hay alguno, recién se conoce al final. Las explicaciones son invenciones que realizamos después de los hechos. Prácticamente ninguna tecnología disruptiva ha surgido de la planificación y el diseño.
Cuando hacemos actos al azar y con frecuencia el inconsciente revela su verdad. En todo emprendimiento no está claro a dónde vamos, ni qué va a pasar. Nadie lo sabe con seguridad. Por más que luego escuchemos a exitosos hacedores contar cómo supuestamente sabían todo lo que harían, esas explicaciones tienen mucho de ficción. Hay que lanzarse por entero, animarse a andar sin respuestas. Empezar por cualquier lado, y confiar que al hacerlo de manera reiterada generará cierta obra. Tampoco hace falta tener consciencia del proceso ni darse cuenta de lo que uno está haciendo. El saber que buscamos al crear algo nuevo está inscripto en los hechos. Es un saber que sólo se puede acceder a través del hacer.
Donde hay mucho análisis y dubitación vemos a la razón intentando ocupar el vacío de satisfacción. Si hay placer por lo que se hace, las explicaciones no son necesarias. Es casi como un capricho. ¿Por qué lo hiciste? Por qué, no hay por qué. Porque sí. Es fútil tratar de explicar el por qué de los gustos. En todo caso es posible describir qué nos gusta, pero no el por qué.
La tentación es tener el plan maestro donde todo está diagramado. Por dónde tendremos que ir, qué decisiones tomar, cómo resolverlo todo. Y cada vez que aparece una desviación respecto del plan parece que algo mal hicimos. ¿Por qué nos desviamos? ¿Dónde fallamos? Resulta que no fallamos en ningún lugar. Los planes son así, una tentación para hacer las cosas de cierta manera, pero después salen de cualquier otra. Las obras suceden de manera diferente a lo planeado, eso es propio de todos los emprendimientos. La realidad se desarregla. Lo que implica trabajar durante un tiempo en el desorden. Ese caos es conflictivo, te expele, pero si uno se queda el tiempo suficiente aparece algo nuevo.