Cómo se dimensiona la crisis rusa
Toda crisis económica, desde sus intrincados comienzos en las altas esferas económicas y financieras hasta que sus consecuencias se ven traducidas en el día a día de las personas, viene dirigida por una serie de causas fundamentales - tanto coyunturales como estructurales dependiendo de cada país - explicadas por las mismas razones: el miedo, la incertidumbre y la pérdida de confianza.
Ninguna recesión se parece a otra y, aunque está claro que aún es pronto para valorar el impacto que tendrá la crisis derivada de la invasión rusa de Ucrania, los eventos de la última semana ya nos permiten vislumbrar cuáles serán las causas que dirijan la crisis en Rusia y, de su mano, el inevitable contagio al resto del mundo. Con esta maravillosa infografía de Bloomberg Economics, trataremos de desgranar los when and why y, a través de estas líneas, intentaremos ordenar todo lo que está sucediendo:
1) Crisis bancaria-financiera.
Si la población considera que hay posibilidades reales de que su dinero no sea garantizado por las entidades o la imposición de un bloqueo mediante un corralito, como en el caso de Argentina en 2001 con la limitación de $250 semanales, se lanzará en masa a retirar su dinero de los bancos, como ha ocurrido esta semana en numerosas ciudades de Rusia.
El ejemplo argentino es pertinente porque explica lo difícil que es atajar el pánico bancario una vez se inicia, mucho más en una población que se ve atenazada al contemplar como su país (y sus bolsillos) son golpeados por las sanciones impuestas desde Occidente. En el caso de Buenos Aires en 2001 la medida resultó tan impopular y dolorosa que, tras varias huelgas generales y la declaración del estado de sitio por parte del gobierno de De la Rúa, el ejecutivo al completó presentó su dimisión (a la cabeza con el ministro de Economía encargado del diseño del corralito, Domingo Cavallo), para desembocar en el famoso default de la deuda externa argentina - la mayor suspensión de pagos por parte de un estado en la historia - que propició la caída del apenas dos semanas presidente Rodríguez Saá, en un trepidante mes que marcarían al país latinoamericano profundamente hasta nuestros días.
En este sentido, medidas como el alza de los tipos de interés por parte del Banco Central de Rusia (hasta el 20%) para hacer atractiva la permanencia de los depósitos podrían no ser suficientes y, con ello, desembocar en la caída de numerosas entidades por una falta de liquidez.
2) Credit Crunch
Con este contexto, el empeoramiento de la situación económica obliga a las entidades a restringir el crédito mientras navegan las pérdidas e impagos provocados por la crisis. Lo vimos en la crisis de 2008 tras la eclosión de las hipotecas subprime y lo volvimos a experimentar con el estallido de la pandemia en 2020, esta vez con la marcada diferencia del apoyo a todos los niveles por parte de empresas y gobiernos alrededor del todo el mundo.
Limitado por la suspensión de acceso al sistema SWIFT, el gobierno ruso podría dotar de facilidades regulatorias a los bancos para que sigan prestando, reduciendo sus requerimientos de capital o garantizando una parte de las operaciones concedidas pero esto, con el tiempo, dibujaría una serie de contradicciones y limitaciones en el propio sistema financiero ruso que podrían amenazar su supervivencia en el largo plazo, dependiendo estrechamente del desenlace final de los acontecimientos. En el peor de los casos, el Banco Central podría intervenir los bancos más golpeados por la crisis, pero también provocaría desajustes a todos los niveles, siendo los ciudadanos los que deberán responder con el tiempo por la compra de esas entidades.
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3) Depreciación de la moneda
Con hasta un 30% de caída en una semana, el rublo pierde su valor en los mercados y en el bolsillo de los rusos, que buscan dólares y euros como refugio. Aunque se prohíba la venta de divisas y se obligue a las empresas rusas a vender sus reservas internacionales, la situación es difícilmente mejorable en el corto plazo, disparando la inflación y creando un impacto incontrolable en los precios de los bienes de primera necesidad. Con la salida de numerosas empresas internacionales de Rusia - incluidas Mastercard y Visa - el ciudadano ruso se encuentra en una encrucijada inédita acerca de cómo operar y mantener el valor de sus ahorros.
4) Crisis de deuda
Al igual que en Grecia en 2010, todos estos problemas previos cristalizan en el la pérdida de confianza del país a nivel internacional, tanto por sus socios como por sus acreedores, que exigen y seguirán exigiendo mayores compromisos por sus préstamos. Si los CDS y los bonos rusos se disparan y el risk premium de operar en el país se hace insostenible, es probable que la crisis se contagie no solo a los países con lazos con Moscú, sino a otras geografías aquejadas de dependencias como la energética.
Por supuesto, el gobierno ruso podría declarar un default selectivo sobre su deuda externa - la europea, por ejemplo - y favorecerse del apoyo de Pekín para garantizar líneas de crédito que garanticen otras obligaciones de pago "más importantes" (dispone de c. $24bn con el PBoChina), pero esto desembocaría en un problema mucho mayor: el descrédito internacional del país en los mercados financieros que eliminará el valor de instrumentos, acciones y productos soportados por las empresas y el propio estado ruso.
Además, Rusia enfrenta esta crisis en una posición muy diferente a la conocida como Crisis del Rublo de 1998 - que tras la caída de los tigres asiáticos un año antes y la depreciación de la mayoría de las commodities, llevo al país asiático al borde del colapso. Si en los años previos el gobierno de Boris Yeltsin pudo garantizarse en el apoyo electoral de la nueva clase social rusa, los oligarcas, mediante la venta vía cupones y paquetes de acciones de las mayores empresas estatales del mundo por precios irrisorios, en esta ocasión no cuenta ni con su beneplácito táctico ni mucho menos con una potente maquinaria de sociedades industriales que liquidar para mantener al rublo, dadas las potentes pérdidas aquejadas tras el inicio de la invasión.
En conclusión, la crisis rusa marcará un antes y un después en el devenir de las próximas décadas a todos los niveles, marcando de nuevo a varias generaciones como ya lo hizo, con distancias, la década de 1990.
Pero algo está claro: el impacto será sin duda muy diverso a lo largo de las amplias capas de la población rusa que, con casi 150 millones de habitantes, vivirá está crisis de manera muy desigual. En los años más duros tras la caída de Unión Soviética, mientras el ruso de a pie veía el paso de su país hacia el capitalismo de mercado más salvaje, con la inflación por encima de 1000% y sin apenas productos de primera necesidad en los supermercados, el ahora multimillonario Vladimir Potanin pagó aproximadamente $170M por la empresa Nornickel, explotadora de 1/3 del níquel mundial, cuándo sus beneficios anuales eran de $2.500M, en lo que la incipiente prensa libre rusa llamaría “el robo del siglo”.