Carpetazo: La política del desprestigio
Carpetazo: la política del desprestigio
Campaña sucia, campaña negra y campaña negativa son algunos de los eufemismos que se suelen utilizar para denominar a un tipo de estrategia de comunicación "no convencional", que no apunta a enaltecer las virtudes de un candidato sino que busca minar el prestigio de su rival.
Mucho se habla de este tipo de campañas que naturalmente alimentan el morbo de la sociedad y hasta se suele citar un supuesto código "tácito" de corporativismo político sobre la "falta de códigos" al utilizarla. Unos códigos que no solo nadie redactó ni firmó, sino que parecieran encontrarse en lo que Jung llamaría "el inconsciente político", una suerte de conciencia cósmica de las buenas prácticas.
Primero aclarar que las campañas ya no ocurren literalmente cuando la Cámara Nacional Electoral lo dispone, sino que hoy vivimos en un estado permanente de campaña. Por otra parte, así como han quedado atrás esos políticos intelectuales, de galera y bastón, también han llegado a su fin esas campañas que emulaban antiguos duelos de caballeros esgrimistas. Hoy, la campaña, se ha convertido en una autentica pelea callejera, por lo que quien se niegue a utilizarlas correrá la suerte de un esgrimista enfrentando un campeón de MMA.
El espectador común lo vive con el morbo de un reality show, lo que en Estados Unidos se denominó como "politainment", forma que consagró a Donald Trump en la especialidad de conducir la política como un gran acto de entretenimiento alejado de los escrúpulos y con la burla y el sarcasmo como caballitos de batalla.
Aquí es donde aparece otro factor importante a tener en cuenta, la cuestión de la verdad. No hay que detenerse en eso; el "carpetazo" bien puede ser verdad, mentira o una tergiversación; no importa, lo que el público sí está juzgando: es la reacción. No interesa la "verdad" de la acusación en sí, sino que el impacto de sorpresa, impotencia e indignación de quien recibe el "carpetazo" lo saque del insoportable correctísimo político y lo exponga, generando así "emociones verdaderas" ante el electorado. Eso es lo que atrae.
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La capacidad de un candidato para sobrevivir a estas crisis está profundamente ligada a su equipo de comunicación, la estrategia de gestión de crisis y el tipo de narrativa que se construya en torno a su persona. Vale citar dos ejemplos: El caso de Juan Carlos Blumberg, quien supo llenar la Plaza de Mayo gracias a una construcción de imagen desde la pulcritud y honestidad, y una simple acusación por autodenominarse "ingeniero", le hizo perder toda su credibilidad política.
Por otra parte, en las elecciones pasadas se filtraron imágenes de Insaurralde en un yate con acompañantes que ostentaban grandes lujos y, sin embargo, eso no repercutió en los resultados de su candidato. Esto nos deja varias conclusiones: en principio no importa el tamaño del "carpetazo", un simple error en el CV te puede dejar afuera. Y por otra parte, solo pierde quien tiene algo que perder.
En la política actual es fundamental la presencia de un equipo de comunicación que no solamente postee en las redes sociales, sino que genere barreras de protección contra estos ataques. La clave está en la recolección y el análisis de información: conocer el entorno, anticipar posibles ataques y fortalecer la narrativa del candidato.
Al igual que en el ajedrez, donde cada jugada se planifica considerando varias etapas adelante, un candidato debe ser consciente de los posibles movimientos de sus adversarios y de lo que podría ser utilizado en su contra. Y por otra parte, exhibir una estrategia de defensa sólida suele ser suficiente para disuadir a los adversarios de este tipo de prácticas justamente por temor a la reacción.
Un candidato que no tiene la capacidad de replicar con fuerza, que se amedrenta ante campañas sucias o que se escandaliza por el uso de tácticas desleales, ha perdido la batalla, primeramente por mostrarse débil ante su electorado. Nadie quiere alguien débil en el poder. Para navegar el turbulento paisaje de la política actual, los candidatos deben equiparse no solo con una fuerte plataforma política, sino también con un equipo de comunicación estratégico que les permita resistir y responder de manera efectiva. En este entorno, la posibilidad de enfrentar la verdad, no solo con honestidad, sino con preparación y fuerza, es lo que distingue a un político de un mero candidato.