Castilla  León: crónica de un electorado desnortado
taberna en Segovia

Castilla León: crónica de un electorado desnortado

Castilla y León: crónica de un electorado desnortado

Por Zairus Mont

   Las elecciones de Castilla y León son la más reciente crónica para tomarle el pulso a lo que piensan los españoles sobre que o quienes quieren que administren su patrimonio común. Se les convocó a las urnas, como siempre, para que repartiesen una cuota de poder que cada año que pasa esta como el cambio climático, cada vez más fragmentado.

   Y tenemos que por un lado, unos acuden al llamado con la idea de cumplir con su deber ciudadano, y seguir fiel a su principio de voto, otros lo hacen para promover un cambio y otorgar su fe de mandato a un partido distinto del que votaron años atrás, y una tercera parte ya ni se toma la molestia de ir a votar y deciden quedarse en casa viendo la vida pasar.

  La mayoría de medios de prensa solo hablan de quien fue el ganador o el perdedor, pero pocos mencionan que casi un cuarenta por ciento, y se dice pronto, de los ciudadanos con derecho a elegir se abstuvo de hacerlo. Lo mismo ocurrió en Galicia en 2020. Solo el 60 por ciento, el dato más bajo de la historia, está acudiendo a depositar su papeleta en las urnas. Lo que demuestra una desafección creciente del pueblo español con su sistema de gobierno.

  Muchas encuestas dejaron claro además, el poco o ningún interés de los ciudadanos en la campaña electoral, que apenas ve motivos realmente alicientes para una movilización, y muchos lo consideran una pérdida de tiempo que en nada mejorará su día a día. “Ir a votar en España es como quien va a echar la lotería con la esperanza de hacerse millonario, y comprueba que al día siguiente del sorteo es más pobre que el anterior, porque ha invertido su dinero en un papel que al final tiene que tirar a la basura”, dijo un ciudadano sentado en una taberna en Segovia.

  Pero el problema, no radica solo aquí, sino en que muchos -que aún siguen teniendo fe en la política- ya no saben qué hacer, dado que ven como partidos nuevos en los que depositaron su confianza en el pasado reciente con la idea del cambio y para hacer frente a los tradicionales; se están desmoronando en cada cita electoral.

 Otras organizaciones están poniendo empeño en refundar antiguas plataformas ciudadanas, con el fin de que sus problemas sean tenidos en cuenta, ya que aquellos en los que confiaban se han vuelto incapaces de resolver sus problemas más acuciantes, e intentan no solo alcanzar las cortes territoriales sino llegar al Congreso de la nación como último recurso, para poner solución sino a todos, al menos a una parte de sus plegarias.

  “Ninguna mente lógica puede aceptar a estas alturas un discurso en el que se prometa un futuro, que no ha sabido resolver en el pasado ni en el presente dichas penurias, -comentaba otro votante sentado en un bar de Soria- nos sentimos engañados, pero no de ahora, desde hace muchísimos años”.

  Castilla y León es un reflejo de la España actual, marcada por situaciones que se repiten en toda la nación donde la falta de perspectivas de futuro descoloca a sus votantes y les hace tomar decisiones que, aunque algunos consideran inexplicables, en el fondo refleja la desesperación de aquellos que mantienen su fe en la cultura democrática y no cesan en su empeño de un futuro mejor.

   Pero el tiempo no se detiene y cada día son más quienes echan el cierre al baúl de la paciencia. Al parecer,  el sistema falla no solo en la península sino también en el resto de Europa, donde la exasperación, el enojo y el pesimismo de las masas empieza a manifestarse –como  en 1923- en una cervecería en Alemania. Lo demás ya sabemos cómo terminó…



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