CONSENSOCRACIA en la empresa familiar

Consensocracia: la forma ideal

Revista PYME 179, marzo de 2019

Según cuenta el mito, alrededor del Siglo VI en lo que hoy es Inglaterra, habitó un rey llamado Arturo famoso por su sabiduría y temple político. Eran tiempos difíciles. Luego de muchos siglos de dominación, Roma se había retirado dejando las islas al borde de una guerra civil. El equilibrio de fuerzas y alianzas entre las facciones era tal que generaba una posibilidad muy cercana al mutuo aniquilamiento. Debido a esto, nadie tenía la seguridad de hacerse con el poder. Esta vez el puro filo de la espada que era el factor con que se acostumbraba definir quién ocupaba el lugar del Rey, ofrecía un pronóstico catastrófico.

 Arturo comprendió que el problema requería un rediseño paradigmático del sistema de poder y ofreció una solución que consistía en que la máxima autoridad no fuera un hombre sino un ente abstracto: la Ley, a la cual deberían someterse todos, incluso el Rey. Propuso además crear la Mesa redonda donde los Caballeros se reunirían para dictar esas leyes, y convirtió al Rey en la fuerza de aseguramiento de su ejecución. En definitiva, de esa manera permitió la evolución desde la autocracia al sistema Parlamentario de Gobierno que a los ingleses les dura hasta nuestros días.

Si trasladamos este modelo a la Empresa familiar podemos decir que -una vez superadas las urgencias de sus inicios, para las que la Dictadura es efectiva[1]-, el modelo de la Monarquía Parlamentaria le sienta bastante bien. El pasaje evolutivo de gobierno autocrático a gobierno participativo, permite mejorar la calidad de las decisiones y dispersar los riesgos de gobernabilidad dado que ya no depende de una sola persona ni de una sola opinión y cuenta, a la vez, con un Primero entre pares que asegura la agilidad de la ejecución.

En efecto, rodear a la Dirección del mejor capital humano capaz de analizar escenarios y proponer acciones conducentes, lograr que se reúnan sistemáticamente en un Espacio sagrado para analizar el negocio, y contar con el respaldo político requerido para que lo que se decida en esa Mesa se replique en la realidad, promueve condiciones de éxito incomparables.

Sin embargo, para la Empresa familiar este modelo de gobierno no es suficiente porque, dadas sus características, este tipo de organización es transitada por fuertes corrientes emocionales que confunden los ámbitos de la Propiedad, la Gestión y la Familia, promoviendo todo tipo de malentendidos, acumulación de tensiones interpersonales y un alto riesgo de conflictividad inconducente. Es por eso que, a diferencia del corporativo, el gobierno del negocio familiar requiere alcanzar un paso evolutivo más: la Consensocracia. Esto es, una forma de gobierno que, además de conducir los negocios por el método Parlamentario, sea capaz de desarrollar un conjunto de Reglas de relacionamiento orientadas al Bien común que todas las partes estén dispuestas a defender por convicción.

Como resulta obvio, la fijación de estas Reglas –que en su conjunto configurarán el Protocolo familiar- nunca pueden surgir de la imposición. Tanto es así que ni siquiera admiten ser votadas, dado que toda votación terminará siempre generando vencedores y vencidos. En consecuencia, si se desea asegurar su sostenibilidad en el tiempo y su eficacia en un asunto tan delicado como la regulación relacional, es imprescindible que surjan del consenso.

¿Cómo lograrlo? En principio creyendo que el consenso no solo es posible sino, además, imprescindible. Después cumpliendo con algunas condiciones básicas tales como: a. Definir una agenda para tener conversaciones destinadas exclusivamente a generar estas reglas; b. Priorizar en todo momento el Bien común por sobre la satisfacción narcisista inmediata; c. Priorizar la escucha y la comprensión por sobre la rivalidad y la imposición; d. considerar este trabajo como una valiosa inversión orientada a resguardar el valor económico que tanto costó producir, y que es tan fácil de perder.

[1] Véase, “Formas de gobierno” Revista PYME 175, octubre de 2018.