CUANDO ALGO ES NADA E IGUALMENTE COTIZA BIEN
El tema del arte como algo intangible y hasta invisible, no es nuevo. Esta idea tiene una larga historia de consideraciones sobre el rol del observador en la definición de casi todo y particularmente de aquello que nos gusta, incluyendo obviamente, lo artístico.
“La belleza es comprada como resultado del discernimiento del ojo” dijo un tal William Shakespeare en Trabajos de amor perdidos. Entonces Margaret Wolfe agregó “La belleza está en el ojo del que observa” en su obra Molly Bawn. Saint Exupery, mientras tanto, enfrentando estas definiciones decidió ir un poco más lejos que la simple belleza, al aseverar que “lo esencial es invisible a los ojos”, conocida frase de su obra maestra, El Principito.
Digamos que está claro que el concepto de la belleza, de lo artístico, de lo que nos interesa va mucho más allá de lo que vemos. Esencialmente, esa articulación pasa más por una serie de procesos intelectuales y emocionales, que por una mera apreciación visual.
El arte, en sí mismo, es un montaje. Una construcción que puede tener ingredientes visuales, auditivos, estructuras, formas, colores, bidimensionalidad y tridimensionalidad, contexto, tactilidad, imaginación, recreación (de lo que el artista intentó y de lo que otros intentan recrear a su manera al observarla). Es también una experiencia intelectual, emocional y neurológica. Es una incitación y una respuesta. Es libre, pero todos quieren encapsularla con conceptos formales y visiones, ideológicas y estéticas.
En lo más profundo, el arte es un liberador y una liberación. Es una expresión de deseo, de establecer conceptos o de hacer preguntas, para que otros las contesten (si pueden).
Es por eso, que el arte se puede explicar, pero no tiene por qué ser comprendido. De hecho, la falta de comprensión es la sensación más generalizada, ya que una obra requiere de tiempo para que nuestros cerebros y nuestros corazones interpreten por dónde pasa la conexión en cada caso. Y ese tiempo muchas veces no está disponible. No sorprende entonces, que todo artista puede contar que la expresión que más escucha sobre el arte, es que la persona que tiene en frente le diga “…aclaro que yo de arte, no entiendo nada”.
Como artistas, tenemos la suerte de poder quitarle el peso de sus hombros a quienes nos expresan su desconcierto sobre lo que están viendo o percibiendo. No es necesario “entender” desde una óptica formal o técnica. Solo apreciarlo y, si sentimos que nos agrada, disfrutarlo. Eso significa que nos altera de alguna manera, que mejora nuestras capacidades cognitivas al extender el horizonte de lo aceptable o lo aceptado y, también, que nos permite comprender que es, justamente, ese lazo emocional con la obra lo que más debe importarnos.
Y si no nos gusta, o nos causa enojo, molestia o repugnancia, el objetivo se ha complido igualmente, porque despierta en nosotros una reacción y relación emocional -más allá de que esta sea negativa-. Entonces no la apreciaremos de la misma manera, pero claramente existe una conexión que nos conmueve en algún nivel de nuestro ser.
Pero qué sucede cuando la escultura, o la obra, “no está”. En otras palabras, como incorporamos dentro de esta explicación, a lo que llamamos “el arte de la nada”.
Recientemente, el artista contemporáneo italiano Salvatore Garau fue noticia al poner a la venta, a través de una conocida casa de remates de arte de su Cerdeña natal (Italia), la escultura invisible "Io sonno" (Yo soy). La obra es inmaterial, totalmente invisible y se instala al delinear con cinta blanca en el piso, el espacio ocupado por ella.
Ante la noticia, muchos se preguntaron qué tipo de locura era esta. La realidad es que el denominado “arte invisible” o “arte de la nada” tiene ya más de 60 años de existencia como movimiento. En algunos casos realizado como una protesta ante los preconceptos que limitan el progreso en la expresión artística, otras veces como una broma y otras, como una seria expresión artística, se trata de algo mucho menos novedoso que lo que muchos pueden haber imaginado.
Sin ir más lejos, el Centro Pompidou en Paris, realizó en 2009 una famosa muestra con nueve salas vacías (“Vacíos, una retrospectiva”) celebrando el “arte de la nada” y conmemorando los 50 años de la inauguración de una recordada muestra de uno de los creadores del arte minimalista, Yves Klein.
Esa famosa exhibición, que llevó como título “La spécialisation de la sensibilité à l’état matière première en sensibilité picturale stabilisée, Le Vide” (“La especialización de la sensibilidad a los estados primarios de la materia en sensibilidad pictórica estabilizada, El Vacío”), inaugurada en la galería Iris Clert en Abril de 1958, invitó a miles de parisinos amantes del arte, a visitar un salón absolutamente vacío. Con los años otros han intentado replicar esta vanguardia. Algunos con sentido lúdico y otros, como continuadores de esta visión.
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Podemos mencionar, solo como algunos ejemplos de esto, al Museo del Louvre que, en 2018, realizó una muestra de marcos vacíos, revalorizando el marco en sí como obra de arte; pasando por la “Exhibition of Nothing” (Exhibición de la nada) en el Custard Factory Arts Center en Birmingham en 2001, donde 60 jóvenes artistas británicos “exhibieron” obras imaginarias; al Tate con su muestra “Nothing works” de 2011 (“Nada funciona”) en la que desde el arte invisible al arte absolutamente minimalista, encontró un lugar preponderante. De la misma manera muchos artistas -desde John Cage con su famoso “noiseless 4´33” a Yoko Ono - han pasado por esta expresión artística.
La principal diferencia entre estos y otros ejemplos -algunos inclusive muy anteriores al mismísmo siglo XX-, y la noticia de la subasta de la escultura imaginaria del italiano Garau, es que su obra fue vendida el pasado 18 de mayo y a nada menos que 15.000 euros.
De acuerdo a las instrucciones del artista, la obra debe ser colocada (marcada en el piso) en una habitación privada en un espacio libre de cualquier otro objeto. Más allá de las elucubraciones de algunos medios sobre la seriedad de esta venta y las comparaciones con una divertida comedia de hace algunos años (“Mikey blue eyes” -Mickey ojos azules-), la novedad es que alguien adquirió lo que en la práctica es nada, a un costo substancial.
Agreguemos que el coleccionista sí recibió un certificado de autenticidad, que fue siempre el único elemento visual que delataba la existencia de la obra en la exhibición. Pero la pregunta queda flotando, sobre qué fue lo adquirido. Más aun, considerando que Garau continúa inaugurando diversas esculturas invisibles en diferentes lugares del mundo y poniéndolas a la venta.
Ahí, tal vez, debamos volver a nuestra descripción original de lo que significa el arte. Particularmente al hecho que el arte, entre otras cosas, implica imaginación, así como una experiencia “intelectual, emocional y neurológica”.
Tal vez el artista, en este caso, lo que logró fue vender a un coleccionista, por primera vez, no tanto una escultura que no está, sino el “derecho artístico” a imaginar y experimentar lo mismo que el autor de la obra quiso reflejar con su escultura invisible. Algo que, como la obra, no está en la realidad física pero sí en la virtualidad de su frondosa imaginación.
Más allá de lo complejo de comprender esta venta, es realmente un hecho que marca historia por su excentricidad. Lo que también queda claro, es que parecería difícil que el artista pueda volver a repetir una venta de estas características. Ese derecho artístico a participar de su imaginario que, presumimos, podría estar en el sentido de la adquisición, es probable que no pueda monetizarse más de una sola vez.
De todos modos, es un hecho que la competitividad entre coleccionistas muchas veces excede toda lógica y sentido común, por lo que la última palabra sobre el valor de lo invisible a los ojos -al menos en términos monetarios y relacionados con el arte-, es probable que todavía no haya sido totalmente dicha.
IA
Ignacio Alperin nació en Argentina, creció en Australia y vivió temporariamente en varios países alrededor del mundo. Posee una experiencia internacional extensa, y diversa, obtenida en una carrera profesional alejada de lo lineal. Hoy en día es Profesor de Business and Art, ha realizado los talleres de creatividad e innovación y dictado la materia Entrepreneurship, en los MBAs de la Universidad Católica Argentina (UCA), es Profesor de Creatividad e Innovación (Grado) en UCA Internacional, es un Emprendedor serial, consultor, orador en eventos nacionales e internacionales, y artista plástico.
Ignacio Alperin was born in Argentina, grew up in Australia and lived temporarily in several countries around the world. He has extensive and diverse international experience, obtained in a professional career far from the linear. Nowadays he is Professor of Business and Art, having also taught the creativity and innovation workshops and Entrepreneurship, in the MBAs of the Argentine Catholic University (UCA), he is Professor of Creativity and Innovation (Undergraduate) at UCA International, a serial Entrepreneur, consultant, speaker in national and international events, and an artist.
© 2021 Ignacio Alperin
Gestora cultural, escritora, Ex directora de bibliotecas de CABA ex subsecretaria de cultur de CABA experta en patrimonio cultural.
3 añosRarezas de un hoy atrevido.