Cuando la liebre es un gato
Llegamos a un restaurante y vemos carne de retinta. Rápidamente pensamos que hemos escuchado mil veces hablar de esa exquisita carne, o simplemente el hecho de que te diferencien una carne, tiene que estar buena. Al igual que, atún de almadraba… Suena bien, ¿verdad? O vamos al supermercado y por tan sólo dos euros vemos en el pack unas letras donde se puede leer: “Hamburguesa de retinta” o en caso de un hostelero, un proveedor nos asegura que tiene una carne exquisita de retinta, y tan contentos lo añadimos y lo escribimos sin más.
Norma primera: No te creas todo lo que te dicen. Vamos a poner de ejemplo la carne de retinta. Para que un productor pueda producir un becerro, la madre y el padre tienen que estar inscrito en un libro genealógico, controlado por una asociación nacional la cuál debe pertenecer el productor. Además, tiene que seguir unos parámetros y unos controles llevado a través de un esquema de selección. A parte, la comercialización es llevada por SAT carne de retinto, que cuenta con su propio sello, y es aquí como consumidores en lo que tenemos que fijarnos. Es muy parecido a lo que ocurre con los productos ecológicos, todo lo que ponga bio hay que ratificarlo con un sello de certificación, que es la garantía que verifica que ese producto cumple con un proceso establecido.
Norma segunda: Las gangas no existen: Después de todo el esfuerzo del ganadero, y la poca oferta de este producto tan diferenciado: ¿De verdad piensas que puede valer tan barato en cualquier supermercado? Hay retintas en España, en Andalucía, en Cádiz, pero no todas las vacas que ves pastando por ahí son retintas. Para que me entendáis no todos los animales que se pasean por la playa de Bolonia son retintas. No todos los atunes que se pescan en Barbate son de almadraba. Los productos son exclusivos entre otros motivos porque su oferta es limitada.
Por otra parte, cuidado, porque puede ocurrir lo contrario: Justificar el precio de un producto por decir ser exclusivo puede enturbiar también la imagen del producto.
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Norma tercera: No te defraudes con el fraude. Hay muchos productos que son muy sensibles a ser imitados. El queso manchego es un clásico. El problema es que devalúan al producto original, en todos los sentidos: Calidad, sabor, precio, etc. Y nos confunden al consumidor hasta ahora. Hasta ahora, porque os he dado algunas claves para que al menos dudéis o sospechéis cuando un producto pueda ser fraudulento.
Hay que ser honesto con los alimentos. Existen productos alimentarios de mucha calidad en nuestro país y en concreto una carne estupenda, porque tenemos unas ganaderías extensivas,(también intensivas y semi intensivas) y una calidad en España muy buena. Pero tenemos que diferenciar y reconocer lo que estamos consumiendo o vendiendo. Exige el sello, el certificado del producto, para que no te vendan gato por liebre.