Dónde van las iniciativas
A dónde irán los besos que guardamos, que no damos, dónde se va ese abrazo si no llegas nunca a darlo, dónde irán tantas cosas que juramos un verano, bailando con la orquesta prometimos no olvidarnos. Vivir para cantarlo, de Víctor Manuel
Consideramos la innovación como toda aquella iniciativa que busca transformar la realidad a través de nuevas ideas, prácticas, herramientas o soluciones. Cuando estamos en modo innovación imaginamos un mundo mejor e intentamos visualizar un camino que nos lleve hasta él. ¿Quién, en su sano juicio, puede estar en contra de la innovación en estos términos? Es uno de esos conceptos tan positivos y comúnmente aceptados como lo es de calidad, por ejemplo.
El ámbito de la atención sanitaria siempre ha adoptado la innovación como uno de sus valores y principios. no cabe duda que el gran avance en las ciencias de la salud viene impulsado por el propósito, la necesidad y el deseo de innovar. Por lo tanto, parece que el mundo sanitario es un terreno abonado para innovar, para avanzar y crecer. Sin embargo, si ponemos el foco de luz para mirar con más detalle, vemos una imperfección en este paraíso terrenal: existe una gran diferencia entre la innovación clínico-asistencial y la de gestión. Así, lo más común en nuestro sistema sanitario es tener servicios clínicos muy tecnificados y avanzados en sus medios diagnósticos y asistenciales, pero Instituciones que los alojan con graves problemas en términos de eficiencia y sostenibilidad. Es decir, la innovación científico-técnica se da con facilidad, pero la innovación en gestión no tanto. Me gustaría compartir algunas reflexiones sobre esto, como siempre sin tener certezas ni respuestas, pero si experiencia viendo lo que ocurre.
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La innovación en gestión va indisolublemente asociada al cambio. Y el cambio siempre busca sacar a las personas de su zona de confort o status quo, y por lo tanto se basa en el desafío. Y esto es incómodo. Así que la parte de la ideación y creación de nuevas ideas está muy bien, es atractiva; pero a la hora de implantar cambios operativos alineados con esas nuevas ideas y diseños, la tarea empieza a ser menos deseable. Es la hora de enfrentar el ideal, la visión, con la realidad, y empezar a mover a las personas hacia esa nueva forma de hacer las cosas. Y esta parte requiere tesón, valentía y, sobre todo, continuidad en el esfuerzo. Trabajo sordo, “gota a gota”, con poco glamour. En ese camino, aparecen obstáculos y resistencias que es muy posible que vayan apagando la llama original. La mayoría de los procesos de cambio tienen una etapa inicial de efervescencia, donde hay muchas voluntades que se adhieren. Cuando esas voluntades se quedan solas, y no se las refuerza con dirección, sentido, recursos o soporte, suelen caer y desaparecer.
Deming defendía que la mejor voluntad de las personas, aunque necesaria, no era suficiente para mejorar. Por eso pienso que hay tantas iniciativas de mejora que no llegan a nada, porque son expresiones de buena voluntad que terminan chocando con la cruda realidad sin nada que las ayude a sobrevivir. La calidad no es eso, sino todo lo contrario. La calidad no es “buenismo”, sino inconformismo, siempre pensando que vamos hacia un escenario mejor. Si el cambio para innovar no va dirigido a cambiar las cosas de manera real, entrando en lo profundo de la cultura de nuestras Instituciones, es mejor no iniciarlo. Lo malo es que cada vez está más claro que esto nos lleva al fracaso del sistema.
Es una reflexión, no tiene mayor valor salvo para aquellas personas que la compartan en mayor o menor medida.
Jefe de Proyectos en Agencia de Calidad Sanitaria de Andalucía
7 mesesInconformismo y añádase, como decía el Dr. Jesús Sánchez Martos, las 3 P: "Paciencia, Insistencia y Persistencia"