De emociones
" Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos" Antoine de Saint-Exupéry
"El Principito" dibuja, desde el desgarro, lo humano. Es, en mi memoria, un relato triste que habla de soledad profunda, de desarraigo existencial. La imagen del niño, encaramado sobre un minúsculo asteroide, es una excepcional metáfora del alma humana. El pequeño zorro es la fragilidad, la búsqueda de un sentido al todo y del precio, la libertad, que estamos dispuestos a pagar. Quizá la ciencia sea una búsqueda insensata del sentido del todo. Lo predecible y ordenado nos ofrece un suelo sólido donde apoyarnos. No es rebatible, es demostrable. La ciencia nos enfrenta con lo absoluto desde nuestra insignificante existencia, la religión nos libera y nos conforta. Es rebatible, no demostrable. Dos caras de una misma moneda, la contradicción profunda de lo humano: la razón y el corazón. ¿Cuál de ambas debe gobernar la búsqueda de la verdad?
Hace algunos años tropecé, en esta búsqueda, con "El Gen Egoísta". Lo leí en su momento con gula intelectual y me conformé con la superficie anecdótica. En esta segunda ocasión, aunque siendo a trompicones en los informales trenes de Cercanías de Madrid, he saboreado todas las preguntas que abre esta sencilla y hermosa hipótesis. Es cierto que hace concesiones al lector, e imagino a la comunidad científica, para esquivar tabúes poderosos pero los nuevos paisajes que se descubren son deslumbrantes.
La vida mecánica se impone, con la dureza del metal, sobre la poesía y la épica humana
Hay disciplinas que se refieren a lo humano que conservan un aroma místico e inmaduro. La línea divisoria entre lo humano y lo animal me ha resultado siempre petulante; algo así como los absolutos en que viven los adolescentes, una muestra de fanfarronería quebradiza para intentar sobreponerse al vértigo de lo desconocido. Nos vemos únicos, distintos, especiales... reclamando atención y relevancia desde la ignorancia de lo que somos.
A los genes, sin embargo, les importa un bledo el miedo y la pompa. A ellos, simplemente, no les importa nada en absoluto. Para los genes tanto da una bacteria como un elefante, un ratón de campo o un intelectual reconocido. En la vida mecánica sin consciencia no hay lugar para florituras ni dramáticas piruetas dialécticas. La vida mecánica y la matemática se imponen con la dureza del metal sobre la poesía y la épica humana. Sin astillas y sin misericordia. Nuestras autoconciencias, nuestras cosillas de humanos, son recursos, complejos procesos nacidos de la aleatoriedad. Podrían ser o no ser; ambas opciones son irrelevantes para el gran juego de la replicación que se libra cada instante.
El Universo es incomprensible. Hay una lógica subterránea, invisible a nuestros sentidos y cerebro, que nos impulsa, como a todo, en una dirección desconocida. Ya sea pateando la superficie del planeta o viajando por las galaxias más lejanas siempre estaremos deambulando en una realidad aparente, en una recreación que sólo gestiona una parte ínfima del todo. La cultura y la conciencia se me antojan, ahora, recursos sin profundidad, sin transcendencia, poco más que dados en un juego eterno.
Las leyes que lo rigen todo, aquellas que poco a poco vamos vislumbrando en el teatro de sombras chinescas, podrán explicar el qué y el cómo. Me temo que el por qué queda tan alejado de nuestra capacidad y realidad como este post puede resultarle a un ser humano acuciado por el hambre, la guerra y el dolor: Irrelevante.
Nuestros sentimientos son ecos lejanos de dioses sin conciencia
Sin embargo, y a pesar de todo, la vida de las máquinas biológicas sigue. Somos efímeros, hermosos por complejidad, una delicada y frágil obra de orfebrería elaborada por la causalidad más árida. Y vivimos y somos en esa otra dimensión, más superficial. Allí, sobre la delgada superficie del todo, buscamos en las sombras respuestas. Existimos y somos, como "yoes", en un laberinto de pasiones y pulsiones, de emociones y sentimientos ingobernables e incomprensibles. Son los ecos lejanos de la esencia del todo, de los genes, de los dioses sin conciencia, de pura matemática y tiempo, de leyes severas que nos condenan a esta vida breve que refulge durante unos instantes en un océano de profundo silencio e incomprensión.
Envidio, profundamente, a aquellos que pueden sobreponerse a las verdades oscuras. Yo, sin embargo, quizá el más adolescente de los adolescentes, temerario por inconsciencia, pierdo esta tarde de viernes dejándome caer por esta pendiente de vacío.
EA to General Manager&Leadership Team Iberia at Avis Budget Group | Communication&PR Specialist | Protocol&Events
8 años"Verba volant, scripta manent"...y es que es toda una experiencia "Wow" leer este texto, Vicente G. Moreno! Muy recomendable!