El día que quedamos aislados...

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Por estos días, las circunstancias que estamos viviendo en un mundo globalizado a causa de un virus, nos ha obligado nos guste o no a quedarnos aislados. Como de repente, toda nuestra vida en lo laboral se ve trastocada: nuestras rutinas desde la mañana a la noche han sido demolidas, sin siquiera poder tener tiempo para tomar conciencia de lo que nos estaba sucediendo. Este contexto, si bien es complicado e incierto, nos lleva a reflexionar o aunque sea repensar según nuestro modo particular de ver el mundo, acerca de por qué sucede esto y como me veo involucrado de forma involuntaria en esta situación no deseada. En lo personal, y sobre todo para aquellos que hoy ejercen su rol como líderes, a mí se me ocurre el detenerme y redescubrir el tema de los valores. No hay duda que por estos tiempos, el hombre a través de los avances en la ciencia y la organización de sus economías, parecía que todo lo podía por sí solo. Paso a paso, el mundo estaba quedando más cerca y conectado a través de la tecnología. Los hábitos y códigos de vida fueron llevando a las personas a desear ser cada vez más ciudadanos del mundo, donde la competencia y sobre todo el individualismo en sus diversas formas se fue acrecentando en los diversos aspectos de sus vidas. Space X estaba planeando organizar viajes de turistas a la luna, y en varios países del mundo ya comenzaba a penetrar la nueva revolución industrial a través de la llamada internet de las cosas. Y fue durante este continuo avance en el que íbamos tomando todos los senderos posibles de un progreso inminente, de repente y curiosamente hace su irrupción un pequeño enemigo, tan pequeño, escurridizo e insignificante en apariencia, que nos sorprende por completo: un virus. A partir de allí, nos damos cuenta que con toda nuestra ciencia le podemos hacer frente, pero no resulta suficiente para vencerlo por completo. Los países invierten recursos de todo tipo, sobre todo enormes fortunas que hacen tambalear sus economías para hacer frente a este enemigo, y sin embargo no puede contener su avance que va conquistando a paso firme región por región. Y el mundo se da cuenta que los más vulnerables son aquellos que se encuentran en el extremo de la vida: las personas mayores. Curiosamente esta franja la constituye en términos socioeconómicos, lo que generalmente llamamos los sectores excluidos de nuestras economías modernas, basada en la producción y el consumo. Son justamente aquellos que no pueden producir y por ende consumir. Dado que por cuestiones de salud o dinero, ya no lo pueden hacer. De allí que quedan excluidos en este modelo globalizado del mundo moderno. Hay que descartarlos para poder aprovechar los recursos disponibles para producir y consumir. Pero en este escenario, curiosamente también nos jactamos de los grandes avances de las ciencias médicas que aumentan la expectativa de vida, pero en un mundo en donde aparentemente el ser mayor de edad resulta económicamente no viable…toda una paradoja del hombre moderno, pero que a su vez, hoy ante este nuevo enemigo, afirmamos sin embargo que son a ellos a quienes más debemos cuidar. De repente, nos encontramos con esta realidad, el hombre que parecía que todo lo podía, se encuentra ahora indefenso, se ve obligado a ajustarse a un nuevo orden para poder preservar su vida. Como David y Goliat, este aparente y diminuto enemigo parece que fue capaz de dar un golpe certero a toda la humanidad. Por todo esto, quizás este aislamiento forzoso, nos invite un poco a repensar nuestros valores, y como aplicamos los mismos con todos aquellos con que nos relacionamos en nuestras vidas . Creo sobre todo que esta lección, nos habla de un valor no muy corriente por estos días: la humildad. Por sobre todas las cosas, reflexionemos si somos capaces de reconocer nuestros propios errores, y darnos cuenta que podemos aprender mucho de los otros. Somos seres diversos, y capaces de complementarnos unos con otros. No estamos diseñados para saber todo y poder alcanzarlo solos. No podemos simplemente seguir caminando nuestras vidas centrados sólo en nuestro propio bienestar y progreso pensando que somos invencibles, sin mirar a los lados a ver que pasa con el otro. Porque como hoy, puede ser que aquel otro sea nuestra esperanza de poder seguir creciendo o viviendo el día de mañana. Curiosamente, hoy el hombre como última esperanza, quisiera retroceder en este campo de batalla contra el virus, pero encuentra que ya no hay donde retroceder: no está seguro en ningún lugar del mundo. Los propios mecanismos que le permitieron conquistar y globalizar el globo, son los que aprovecha su enemigo invisible para ir a buscarlo a cualquier lugar que busque esconderse. El intentar salvarse solo, no es una estrategia viable. Más que nunca el valor de la conciencia de equipo de trabajo es necesario para salir adelante. Trabajo en equipo, coordinación de tareas, inteligencia emocional para reconocer nuestras limitaciones y saber apoyarnos en el otro, quizás sean lecciones que esta crisis nos puedan enseñar para intentar ser verdaderos líderes con integridad el día de mañana. 

Pablo Rodriguez Heavey www.lideres5g.com