El mecate que hace bailar al trompo
Desposorio V. Muñoz. Enero, 2020
En la física, el tipo de movimiento de un objeto determinado obedece a la interacción de muchísimos factores, pero por el interés que tiene para este comentario, quisiera destacar únicamente lo relacionado con la reacción que muestra ese objeto en función de sus características intrínsecas, al ser manipulado por un elemento que ocasiona una fuerza de movimiento. Tantas cosas que pasan a diario en el transcurrir de nuestra vida y en su mayoría resultan difícil de entender y mucho menos poderse explicar sobre el cómo y el por qué es que ocurren. Desde mi visión particular, resulta especialmente intrigante la diferencia en el comportamiento y en los actos de muchas de las personas con las cuales nos relacionamos de manera directa, al enfrentar diverso tipo de situaciones.
La forma en que una persona reacciona y se comporta ante cualquier circunstancia, se acostumbra a relacionarla con diferentes aspectos tales como su ascendencia, su cultura, el tipo de amistades y compañeros de vida, dónde y cómo fue su proceso de educación formal, el grado académico alcanzado, su experiencia y con muchos otros factores; adicionalmente es necesario señalar también que, dependiendo del tipo de situación que se le presente al individuo, puede ser que uno u otro factor estimulante de la creación de su acondicionamiento de respuesta domine su comportamiento e incluso que pueda ser producto de una combinación de más de uno de ellos.
No obstante, la verdad es que por muy evidente que pareciera ser el pronóstico que nos lleve a esperar de una persona una conducta determinada, acorde con el factor y las condiciones que creemos debieron inducirla, en muchos casos este no se cumple en lo absoluto y lo que se observa es un comportamiento muchas veces contrapuesto a lo esperado. Lo anterior podría ser una respuesta al hecho de que la influencia de uno solo de los factores señalados no siempre explica el comportamiento del individuo, puesto que podría ser producto de las múltiples posibles combinaciones de varios de ellos y además de eso la experiencia muestra que la influencia de estos factores será determinante en el comportamiento del individuo únicamente si se ha estimulado fuertemente con el ejemplo.
Sus orígenes personales y especialmente su linaje le otorgan a cada individuo cierta tendencia a reflejar un carácter determinado que al parecer le ha sido conferido de manera hereditaria, pero cuya fijación dentro de la fuerza que conduce sus acciones ante eventos y condiciones específicas es casi seguro que debió afincarse en él a partir del ejemplo que ha conocido y ha podido observar en el comportamiento de sus ancestros como respuesta a esas mismas, o parecidas, condiciones; estas observaciones y percepciones sin duda han sido sometidas por el individuo a todo un proceso de análisis mental y físico de razonamiento, acondicionamiento, fijación y, cuando es preciso, repetición. Si es posible precisar que este factor ha sido el estímulo que explica el comportamiento del individuo, bien sea considerado correcto o incorrecto a partir de sus acciones y reacciones, es frecuente que las personas de una comunidad cuyas familias se han conocido desde siempre, viertan ciertos comentarios como: ‹‹es que justamente así era su padre›› o ‹‹es que así mismo se comportaba su abuelo›› y otras expresiones con las que se sugiere que la actitud de esa persona es un producto directo de su origen y de su relación ancestral. De cierta forma esta condición podría ilustrar muy bien la aplicación del popular adagio que dice: “de tal palo, tal astilla”.
En su concepto más general la cultura comprende e incluye todos los conocimientos, los valores, las tradiciones, las costumbres, las creencias y por supuesto las normas de conducta, que son compartidas por un grupo de personas y que se supone son transmitidas de generación en generación; Diógenes Laercio resume de esta forma: ‹‹La cultura es un saber del que no tiene uno que acordarse, fluye espontáneamente››. Por esta razón y bajo ciertas circunstancias es común también asociar el hecho de que la reacción del individuo, ante alguna situación particular, revela un comportamiento normado por los principios sustentados en el grupo cultural del cual ese individuo es miembro. Esto es algo complicado de tratar, de razonar y de comprender, puesto que es intrínseco de ese grupo específico de personas, pero al parecer es factible reconocer que, en determinadas circunstancias, la cultura podría ser uno de los factores que condicionan un determinado comportamiento del individuo.
El ser humano es de naturaleza gregaria y por ello en las diferentes etapas y circunstancias involucradas en el paso por su vida consciente, tendrá siempre la compañía de otros de sus congéneres que, sin ser parte necesariamente ni de su estirpe familiar ni de su grupo cultural, estarán con él en varios de esos trayectos. “Dime con quien andas y te diré quién eres” dice un refrán popular, el que puede relacionarse con el hecho de que en muchas ocasiones y al estar en compañía de otros, el comportamiento de un individuo tiende a revelar ciertas reacciones similares a las que muestran los que le acompañan, las que incluso pueden llegar a estar caracterizadas por rasgos de extremo e improcedente arrebato; dentro de un grupo, estas reacciones de comportamiento del individuo podrían estar siendo estimuladas por el espíritu de la competencia o por el mal consejero de la imitación. Por ello y ante una circunstancia determinada, es necesario analizar ese contexto para determinar si la reacción de la persona pudo ser auspiciada por esa pérdida de su realidad individual y más bien podría haber estado dominada por el deseo de no ser considerado “de menos” por el grupo que le acompaña en ese momento de su vida.
Por la importancia que considero debe tener en este tema en particular quisiera detenerme un poco más y comentar, con alguna extensión adicional, sobre el comportamiento del individuo con relación a su nivel de educación formal y el grado académico alcanzado e incluso remarcar algunos aspectos, que parecen ser determinantes en ello, con respecto al ambiente y la influencia que la institución educativa pudiese tener en ese conjunto de valores formativos recibidos para construir una adecuada base moral que muchas veces condiciona dicho comportamiento. A través del tiempo estos dos asuntos específicos y su relación con el comportamiento del individuo, han sido motivo de pensamientos, frases, razonamientos, tratados, documentos, libros, etc.
Con respecto a la educación, Joseph Kapone escribe: ‹‹Hay genios sin estudios e idiotas con doctorados. La verdadera sabiduría no la otorga un título, sino lo que haces con lo que has aprendido a lo largo de tu vida y la manera en cómo tratas a los demás››. En relación al tema del escenario en el que ocurre la educación y formación del individuo, Raúl Antonio Pérez Castillo en un extracto del documento La Escuela y los Valores Morales (2010) comenta: “Es muy importante señalar el rol que debe asumir cada uno de los participantes en el proceso de la formación de un educando;…la actitud que deben asumir los padres de familia…en la formación de los niños con un alto sentido de los valores morales, de igual manera los docentes deben propiciar un ambiente que facilite día a día la concepción de nuevos valores…y la institución educativa impulsar acciones que promuevan elevar los conceptos de una Escuela con valores”
Al juzgar o calificar el comportamiento de un individuo en función de su educación y ante determinada circunstancia, se puede presentar una serie de gradaciones en su valoración; en lo que me ha tocado experimentar ver y percibir me he percatado de ello, por lo que trataré de documentar sus límites con dos casos extremos como ejemplo; el primero se trata de una persona que ha alcanzado un alto grado académico, por lo que podría presumirse que se cuenta con suficiente motivo para esperar de él un comportamiento dentro de los cánones de la buena educación y el respeto a sus semejantes, a la sociedad de la cual forma parte y a las leyes que norman y regulan esa sociedad, pero en su real y verificable comportamiento resulta que no, aunque su educación formal le ha llevado a ocupar altas posiciones en su trabajo, esa persona actúa de forma completamente alejada de las normas de lo que debiera ser un comportamiento ético adecuado y se conduce como una persona sin principios ni valores y como que si no hubiese tenido otros factores condicionantes más que para hacerlo de esa forma; en el otro extremo, me ha tocado ver y conocer muy de cerca y directamente personas que apenas si cursaron algunos grados escolares, incluso ciertos de ellos que ni siquiera tuvieron esa oportunidad, pero que se comportan de forma muy educada y respetuosa con sus congéneres, con la sociedad y con el ámbito en el que discurre su vida, evidenciando una sólida formación moral y ética.
Para el primer caso, señalado en el párrafo anterior, resulta realmente inexplicable e inconcebible las razones o el por qué la educación no haya podido condicionar la reacción del individuo, dado que el mismo evidencia el comportamiento de una persona sin principios, sin ética y sin valores; aunque su educación le haya llevado a ocupar una alta posición dentro de su trabajo, lo cual le ensoberbece y cree que con eso es suficiente para ser considerado como una persona educada y moralmente intachable, en la realidad su comportamiento muestra explícita e indudablemente que no lo es. En el segundo caso no tengo la menor duda de que estas personas recibieron una excelente formación ética y moral de parte de sus ancestros, puede también ser parte de su cultura, pero en todo caso es seguro que estuvo siempre nutrida con el ejemplo; ese tan alto tipo de comportamiento ético y moral sin duda deberá estar siendo envidiada y su ejemplo debería también ser seguido por aquellos que hacen lo contrario.
Por ello resulta conveniente conocer detalles sobre la institución educativa y el proceso de educación al que se ha sometido al individuo; esto implica que se debe conocer de cerca la formación y el comportamiento de las personas que fungen como directivos, administrativos y profesores de los centros educativos en los cuales nuestros hijos reciben su programa de educación. El cuidado debe ser puesto no únicamente en lo que estas instituciones educativas pregonan y “dicen que son o que hacen” sino que en aquello que “en realidad son y hacen”, lo que puede verse al revisar ciertos aspectos sobre su comportamiento, tanto de la institución como de las personas que la conducen, para darse cuenta de si en realidad podrá existir una participación, aunque sea parcial, en la formación de nuestros hijos dentro de un marco moral fundamentado en atributos sólidos de comportamiento como la ética, la equidad, la igualdad y la honestidad, lo que al menos se esperaría que tuviesen los educandos para su apropiado desenvolvimiento personal en la sociedad que les tocará participar.
Si se constatara que el proceso educativo, las personas involucradas en él o la misma institución, no están cumpliendo con lo que se espera para la formación del individuo, la forma más sencilla de resolverlo es cambiar la plataforma que se está utilizando y si, por alguna razón, esto no fuese posible pero la persona aún está al alcance del hogar, se deberá fortalecer en el mismo esa parte de la formación moral que evidentemente no se está logrando en el proceso de la educación formal; de lo contrario, como sucede en las etapas ya avanzadas de la formación educativa, se espera que al menos los padres de familia hayan contribuido para que sus hijos logren comprender que, aunque se anuncie “con bombos y platillos” la gestión educativa que realiza, si las malas referencias, los ejemplos incorrectos de las personas que dirigen el proceso y la oscura la actuación de la institución, se han filtrado hacia fuera de la misma y son del conocimiento de la sociedad, se podría pronosticar que el proceso actual que están cursando no está contribuyendo con su formación holística y los educandos mismos deberán buscar la mejor forma de lograr fortalecer sus valores para construir esa base moral necesaria para su adecuado desempeño en el futuro.
Al igual que en la física, en la que el movimiento reactivo de un objeto ocurre en respuesta a sus propiedades diferenciadas e intrínsecas y al factor de movimiento, la respuesta que genera el comportamiento específico del individuo ante una situación determinada depende de la influencia que uno o más factores hayan tenido en su proceso de crecimiento, desarrollo, formación y madurez, por lo que se acostumbra a relacionarlo con aspectos como su origen, su cultura, sus amistades, su proceso educativo, el grado académico alcanzado, el tipo de situación a la que se enfrenta y otros.
Pero se debe reconocer que, independientemente de sus atributos personales particulares, de las circunstancias que enfrenta y del tipo de situación que se le presente, cuando existe un real compromiso para construir una sociedad caracterizada por valores morales y éticos irrefutables, es imprescindible que el individuo siempre observe un comportamiento que exprese una positiva e inclaudicable conducta formativa fundamentada en los más altos valores que, siempre y sin dudarlo, le permitan ejercer el debido respeto por sus semejantes, por la sociedad y por sus leyes, sin tratar de manejarse por los campos oscuros de las componendas fuera de las normas o siguiendo rutas impropias que, aunque a su través le premien al obtener para sí mismo o para sus adláteres un beneficio adicional directo, sin duda e irremediablemente ello es conducente a la afectación de los beneficios mínimos y los derechos de los demás.
Investigador
4 añosMuy bueno