EL PROCESO
Tengo la enorme suerte de vivir rodeada de talento: artistas de la fotografía, la pintura, las artes escénicas, la literatura... Mi círculo de amigos y conocidos alberga más duende del que probablemente sea capaz de absorber.
Cada uno de ellos, de nosotros -voy a incluirme en esto, aunque sea una sobrada, luego veréis por qué- tenemos nuestro método particular: algunos encuentran la inspiración en la naturaleza, otros en el propio arte, algunos prefieren el trabajo en aislamiento y soledad, otros disfrutan del bullicio a su alrededor mientras crean. No existen dos obras iguales, tampoco dos artistas iguales y, por lo tanto, no existen dos métodos iguales. Pero todos tienen una cosa muy importante en común: el proceso.
Llegué a esta conclusión no hace mucho, gracias a una conversación con una buena amiga, que unas semanas atrás comenzó el proceso de escritura de su primera novela. Charlando sobre el tema, confesó que se había quedado estancada y llevaba un tiempo de sequía, y eso le hacía sentir cierta inseguridad ante la obra.
Mi reacción inmediata fue decirle que se equivocaba, que esa parálisis era parte del proceso, pero antes de escribirle ese mensaje, decidí parar y pensarlo. ¿Es verdad? ¿Es esa parálisis parte del proceso?
Mi conclusión fue definitiva: sin duda, lo es.
Así que, querida amiga, esta es mi respuesta.
Escribir una novela es un proceso un tanto irregular. Cualquier tipo de creación artística lo es. Eso significa que, teniendo muy clara la base, puede que incluso la meta, habiendo trabajado el camino, en algún momento del mismo vas a dudar. Va a pasar. Da igual lo que hagas, va a pasar.
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Vas a sentarte frente a lo que has creado y vas a pensar que es una mierda. O peor, vas a pensar que está genial, pero que no sabes salir del jardín en el que te has metido, que eres incapaz de terminar los que has empezado. En algún punto vas a creer que es mejor volver a empezar... y tal vez lo sea. Vas a borrar y rehacer. Vas a parar, porque va a pasarte. Vas a encontrarte vacío, sin inspiración. Vas a creer que lo que haces no tiene sentido alguno, que no le importa a nadie. Ahí te equivocas, te importa, como poco, a ti. Vas a atascarte y sentirte incapaz. También vas a pasar por periodos hiperproductivos, en los que todo parece fluir solo -spoiler: no, lo haces fluir tú- y esos periodos fáciles, felices, darán paso, con casi total seguridad, a periodos de sequía y duda infinita.
Y así, durante todo el proceso que dure la creación de la obra. Durante toda tu carrera.
¿Y cómo se sale de esto? Escuchándote. Y trabajando. Parece una obviedad, pero no lo es. La única forma de superar los procesos de bloqueo es pararte, respirar, escucharte a ti mismo, darte cierto margen... y seguir trabajando. Incluso cuando creas que lo que estás haciendo es una soberana mierda. Incluso cuando seas perfectamente consciente de que destruirás, de que reharás o reestructurarás todo lo que hoy estés haciendo. Trabaja. Escribe. Compón. Dibuja. Diseña. Fotografía. Filma. Actúa. Canta. Toca. Esculpe. Baila. Lo que sea. Hazlo.
Y un día, cuando menos lo esperes, una vocecita te dirá que ya está. Que esa es tu obra. Es muy probable que sea una vocecita muy suave, ligera, lejana, opacada por otra voz que insiste en que, sea lo que sea que has hecho, es mediocre, con suerte, y, por supuesto, requiere cambios. Pero hazme caso, la voz que debes escuchar es la que suena bajito. Esa es la tuya. La otra es la del síndrome del impostor, y, con los años, aprenderás a convivir con ella. Si eres uno de los elegidos, puede que incluso a superarla.
Y entonces, con la obra delante, recordarás esas partes negras del proceso, esas sequías que creíste eternas, esas dudas pertinaces, esas inseguridades, y te darás cuenta de que con ellas has construido la obra. Puede que, si tienes suerte, otros la aprecien tanto como tú. Si tienes mucha suerte, algunos la apreciarán más. Pero incluso si eso no pasa, no pares. Van Gogh no vendió en vida más que un cuadro, John Kennedy Toole no consiguió ver publicada La Conjura de los Necios, y te recuerdo que a Margot Robbie no la nominaron al Oscar ni por Yo, Tonya, ni por Babylon, no por Barbie. Si a tantos grandes les costó encontrar el punto de conexión con el público y la crítica, ¿qué te hace pensar que a ti te costará menos?
Pero no te equivoques, seguir haciendo lo que haces sigue siendo importante. Sigue siendo parte de lo que eres. Sigue siendo arte, y sigue teniendo sentido. Confía en el proceso, y, sobre todo, aprende a disfrutarlo. Es la única forma de garantizar que, pase lo que pase, habrá merecido la pena.
Arts and Culture Management
10 meses¡Excelente, María! 🫶
Crítica de arte en ABC Cultural y La SER. Comisariado de exposiciones y estrategia de comunicación.
11 mesesGracias, necesitaba leer esta reflexión 🥰🙌