El recuento de los daños por pandemia: Una perspectiva de Burn Out o Síndrome del quemado
El impacto generado por la pandemia en estadísticas de salud mental es alarmante, encontramos un 68% de casos en rezago educativo, 25% de incremento en sintomatología ansiosa y depresiva, tenemos las cifras más altas en la historia de suicidio infantil y adolescente, por mencionar los principales impactos y para no generar desánimo en quien lee y permitir que siga avanzando en este texto…
Si me limito a la fuerza laboral, más del 65% de esta población, especialmente educadores, formadores y personal de salud, se encuentran bajo el efecto del burn out; gracias a las investigaciones recientes sabemos que este síndrome genera un desgaste emocional que lleva al cuerpo a comprometerse con el estrés. No me refiero al estrés consciente, regulado por aspectos cognitivos que sucede cuando vamos tarde a una reunión o sabemos que no hemos cumplido con alguna tarea; me refiero al estrés que produce gastritis, colitis, migraña, infecciones. Un estrés que proviene de un sistema en nuestro cuerpo que no responde a la consciencia, que tiene un impacto directo en nuestros órganos. Las buenas noticias, es un sistema que se puede entrenar.
¿Cómo detectar esta clase de estrés en nosotros mismos y en quienes nos rodean?
Como diría mi profesor en neurociencias, el Dr. Carlos Novo: “cerebro no estudia cerebro”, de ahí que sea tan difícil notarse a sí mismo y detectar cuando hemos caído en un estado de estrés crónico. Mas, si ponemos atención a ciertos detalles podremos irlo deduciendo. Es común y frecuente que ante este panorama encontremos:
Bajo la lógica antes mencionada “cerebro no estudia cerebro”, un buen indicador puede provenir de lo que se nos comunica socialmente, podemos recibir comentarios como que se está disperso, poco involucrado, se nota el cansancio, se está muy irritable, o en la cultura popular mexicana “¿Comiste gallo?”
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¿Qué puedo hacer ante estos signos?
La respiración profunda, o diafragmática, tiene un impacto inmediato en el sistema nervioso autónomo, no solucionará el problema, pero definitivamente brindará una pauta para los siguientes pasos.
Encontrar personas con quien dialogar desde una narrativa positiva, sin juicios y con tendencias hacia el autocuidado y la salud.
Reconocer que el estrés es un factor interno, el exterior puede influir, pero no se detonará si biológicamente no se encuentran las bases para que se desarrolle.
Invertir recursos como tiempo y dinero en hábitos alimenticios, sueño, hidratación y meditación/contemplación.
Pedir ayuda profesional, tenemos la bondad de contar con suficiente investigación al alcance para saber que el psiquiatra, neuropsiquiatra, neurólogo, psicólogo no son ramas de la salud que traten “la locura” y sólo en algunos casos “enfermedad”; son profesiones basadas en ciencia que buscan promover el autocuidado y la salud con el menor rango de error gracias al método científico. El trabajo es encontrar profesionales que se actualicen y trabajen bajo líneas éticas.
Los aprendizajes que la pandemia trajo consigo se siguen desplegando, seguimos pagando las consecuencias de los últimos dos años, pero ¿Cómo capitalizar estos aprendizajes y promover el desarrollo? Es una pregunta que podrás contestar con el sistema nervioso desinflamado y tus niveles de alimentación, sueño e hidratación regulados.
Los aprendizajes están a la vuelta del autocuidado.