Receta tradicional que mejora el rendimiento de los equipo de trabajo

"Empezar a conocer es empezar a comprender y comprender es dejar de juzgar"

Es incontestable la importancia y el alcance mundial que el trabajo en equipo ha adquirido en la gestión y el buen gobierno de las empresas modernas.

A este respecto, es interesante el estudio sobre inteligencia colectiva llevado a cabo por Thomas Malone junto con un grupo de investigadores del MIT, en el que se perseguía recopilar evidencias sobre las causas que determinaban que algunos equipos de trabajo en entornos de presión y competencia fueran más eficaces a la hora de resolver problemas que otros.

La cuestión a investigar en definitiva era qué determinaba que compitiesen mejor en unas mismas circunstancias y un contexto similar.

Curiosamente encontraron que no era la inteligencia individual de sus individuos, –medida en coeficiente intelectual-, la que otorgaba la diferencia más relevante.

El tener en tu equipo de trabajo profesionales superstars y con ello el agregado de inteligencia a favor que los mismos te otorgaban no parecía que fuera el verdadero factor crítico diferencial.

El estudio mostraba que aquellos grupos que encontraban mejores y más valiosas soluciones a los problemas y que por lo tanto se situaban en mejor posición competitiva frente a los demás, compartían tres características objetivamente observables:

• El tiempo disponible para intervenir de los componentes.

Todos los miembros del equipo disponían de manera natural y sin precisar de ningún tipo de regulación o moderación, de más o menos el mismo tiempo para hablar y exponer sus ideas.

Todo los componentes sin excepción podían contribuir y ninguna de las aportaciones era desaprovechada o reprobada.

Funcionaban como “recolectores de ideas” lo cual se debía al clima de confianza y seguridad que habían alcanzado en sus discusiones de trabajo, habían conseguido crear un espacio de mutua confianza soportado en aspectos relacionados con la calidad humana de sus componentes, un sentimiento subyacente de conexión que ayudaba a generar confianza.

• Un alto grado de “sensibilidad social”

Los individuos que configuraban el equipo que obtenía mejores resultados sintonizaban en mayor medida entre ellos de lo que lo hacían el resto de grupos.

De tal forma que sus puntuaciones en las pruebas que les realizaron para medir su grado de empatía resultaba más alto que la del resto de equipos.

Los grupos con mayor éxito a la hora de resolver los asuntos compartían una “especial alerta social” traducida en una preocupación cierta sobre las necesidades y expectativas de cada uno de los componentes del equipo. 

Se trataba sencillamente de personas que distinguían como una necesidad el dedicar parte de su tiempo de trabajo a conocer mejor al resto de componentes del grupo a través de una comunicación natural, humana y lo más alejada posible de atavismos sociales.

• Un mayor número de mujeres en el grupo

A diferencia del resto de grupos de la muestra, los grupos que obtenían mejores resultados en las pruebas estaban compuestos por un mayor número de mujeres entre sus integrantes, ya fuese por diversidad o simplemente por esa reconocida capacidad femenina de una mayor conectividad social y grado de empatía, el caso es que este hecho fue destacado.

Sin duda los prejuicios que tantas puertas comunicativas nos cierran, también en los ámbitos profesionales, pueden ser paulatinamente derrumbados cuando hacemos el esfuerzo de añadir a nuestras relaciones profesionales algo tan sencillo y básico como una relación amigable entre personas, una receta cultivada desde la antigüedad y, que a veces lamentablemente olvidamos incorporar a nuestro día a día... la receta debe llevar al menos 4 ingredientes básicos:

1/4 y mitad de una pieza sabrosa de autenticidad

Una cucharadita de algo de cordialidad mutua

Una pizca generosa de empatía

Y para terminar una ramita de disposición honesta de apertura hacia las ideas y las expectativas de la otra parte.

¡Buen provecho!