El testamento de un workaholic (adicto al trabajo)

El testamento de un workaholic (adicto al trabajo)

Hoy, mientras la vida me deja con su último aliento y el cáncer reclama lo que queda de este cuerpo, escribo estas palabras con la esperanza de que puedan redimir, al menos en parte, los errores que me persiguen desde el pasado. Este es mi testamento, no solo de lo que dejo, sino de lo que nunca supe dar.

A mis hijos, que crecieron llamándome por mi nombre y no por "papá", les dejo mis más profundas disculpas. Me doy cuenta ahora de que nunca estuve realmente presente. Mientras ustedes soñaban con cuentos antes de dormir, yo estaba atrapado en mis propios cuentos de balances y reuniones interminables. Les dejo todo lo que construí, pero sé que lo que necesitaban no era una casa más grande, sino un abrazo más fuerte.

A mi esposa, la mujer que esperaba con amor infinito mientras yo llegaba tarde noche tras noche, dejo mi lamento por haber confundido el éxito con el afecto. Me duele el alma al recordar las cenas frías y las miradas cansadas que ignoré. Te dejo mi amor tardío, sabiendo que no podrás compensar las veces que escogí un proyecto en lugar de una conversación contigo.

A mi familia y amigos, que alguna vez intentaron llamarme pero se encontraron con un hombre demasiado ocupado, les dejo mi arrepentimiento. Fui prisionero de un calendario, un esclavo de los plazos, mientras ustedes buscaban compartir conmigo algo tan simple como un café o una risa.

Y a quienes me miran desde lejos, les dejo esta última lección: El trabajo llena bolsillos, pero nunca llenará el corazón.

Me creí invencible, convencido de que había tiempo para todo: para amar, para perdonar, para vivir. Ahora entiendo que no hay agenda que le gane a la muerte, ni logros que sustituyan los recuerdos que no viví. Trabajó duro para dejar bienes materiales, pero hoy me doy cuenta de que no puedo llevarme nada. Me llevo el peso de mi ausencia, el eco de las voces que dejé en el silencio y el vacío de los abrazos que nunca di.

Si estas palabras llegan a alguien, déjenme pedirles algo: miren a sus hijos, abracen a su pareja, llamen a sus amigos. Apaguen la computadora, suelten el teléfono y elijan vivir. Les juro que ese contrato que creen urgente no lo será tanto cuando lleguen al final.

Esto no es un adiós. Es un intento de reparar lo irreparable, de volver a amar aunque sea desde estas palabras. Con todo el arrepentimiento y el amor que guardé para este momento,

Firma: Un hombre que vivió demasiado para trabajar, y demasiado poco para amar.

Excelente Pedro, es una realidad que apabulla, tengo muchos amigos y conocidos en esa misma condición.

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