El tiempo o la falta de él

El tiempo o la falta de él

No cabe duda de que nuestra vida en el hogar es ahora menos exigente físicamente que hace cien años.  

Y sin embargo parece que tenemos menos tiempo que nunca. 

Hemos automatizado tareas, reducido el tiempo para acabar con la mayoría de ellas, y además mejorando los resultados obtenidos. 

Sin embargo, es como si hubiéramos transitado de tener que hacer todas las tareas mecánicas físicas a las tareas mecánicas mentales. El otro día escuche que no menos de once horas estamos sentados los que trabajamos en “oficinas”.  

Configuramos, planificamos, personalizamos, optimizamos, ahorramos. Todo en ese órgano fofo llamado cerebro, situado en el ático de nuestro cuerpo. Todo en aras de un mayor bienestar. 

Bienestar que se pone en entredicho cuando al usuario no le salen las cuentas. Cuando siente que la cuenta de resultados entre pérdidas y ganancias no ha mejorado con respecto al pasado.  

Pongo una hipótesis sobre la mesa. Somos muy capaces de percibir el cansancio físico, la saturación, el agotamiento y la perdida de capacidades en partes de nuestro cuerpo como los músculos, los ojos o las articulaciones. Sin embargo, nos es más difícil verbalizar cuando nuestro cerebro está cansado. Tal vez podemos decir que estamos estresados, saturados, pero siempre de un modo holístico, no hablando del cerebro.  

Y el cerebro se agota. A lo mejor no se agota de modo lineal, ni predeciblemente. Tarde o temprano se entenderá cómo funciona, pero a día de hoy es un desconocido. De acuerdo, tenemos la memoria de trabajo, la de corto plazo, la de largo plazo...etc. Y se están haciendo experimentos que nos dotan de más y más claridad. Sin embargo, todavía es un órgano misterioso. 

Dos tareas simples, dependiendo del día, pueden ser un mundo. Sin embargo, te acuestas, y al día siguiente es coser y cantar. Configurar la ruta más rápida en el navegador a veces lo puedes hacer mientras piensas en la lista de la compra, y, otras veces, no sabes ni a dónde querías ir. Hay muchas cosas detrás: la atención, la emoción, la motivación. Pero responderlo excede de lo que quiero transmitir aquí. 

Sencillamente me pregunto hasta qué punto siempre las automatizaciones mejoran la experiencia de usuario. Y hasta qué punto mejoran la experiencia del usuario con el tiempo que le queda disponible.  

Es decir, lo qué hace cada uno con ese tiempo y si lo disfruta o no. Evidentemente eso es responsabilidad de cada uno de nosotros, pero a veces me encuentro (como usuario) en la espiral de automatizar y planificar pensando en un futuro que nunca llega y a la vez existir en un presente que no se vive. Planificar para planificar. Optimizar para optimizar.  

El cerebro necesita de esos momentos donde el tiempo se estira hasta el infinito. Cuando pensamos en usuarios, es muy difícil pensar... ¿Esto será una gotita más en su estrés de planificar o le ayudará? Está todo conectado, pero todos conocemos de prestaciones que más que ayudarnos, nos genera una nueva preocupación.  

Yo antes era feliz sin recibir las notificaciones las rachas de viento máximo en el valle de Arán. O sin saber en donde está dentro del océano el vuelo de mi pareja. O sin tener que cargar los dispositivos porque tenían un cable los dispositivos. 

 

¿Y ahora? ¿Qué hago con ello? ¿En qué invierto mi tiempo? 


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