ENTRE LAS AGUAS DE LA DEPRESIÓN Y LA ANSIEDAD

Todos alguna vez enfrentamos momentos de tristeza y tensión, pero cuando estas emociones se convierten en una marejada que nos dificulta disfrutar la vida es crucial detenernos y buscar apoyo profesional. Subestimar la importancia de nuestra salud mental y emocional puede llevar a que un simple bajón se convierta en una depresión, o que la ansiedad se intensifique. Aunque la ansiedad y la depresión son experiencias distintas, frecuentemente se presentan juntas, desafiando nuestra capacidad para mantenernos en equilibrio y encontrar plenitud en nuestra rutina diaria.

Entender la diferencia entre la ansiedad y la depresión es el primer paso para comprender cómo es navegar en esas aguas turbulentas. Mientras que la depresión se manifiesta como una persistente falta de ánimo y desinterés en las actividades habituales, la ansiedad puede mostrarse como un constante estado de preocupación y nerviosismo. Ambas pueden complicar la vida de maneras similares e incluso llegar a entrelazarse.

El mundo moderno nos enfrenta a una serie de desafíos que pueden dificultar la gestión de emociones, no obstante, los eventos traumáticos o altamente estresantes pueden desencadenar respuestas físicas y químicas en nuestro cuerpo que alteran los niveles de cortisol y neurotransmisores, lo que a su vez puede contribuir a la aparición de la ansiedad y la depresión. Sin embargo, se debe considerar que existen otras causas menos evidentes que pueden afectar significativamente a la salud mental como la falta de sueño adecuado, una dieta poco saludable, el abuso de alcohol, el uso de drogas, y la falta de actividad física.

Dependiendo del caso, el tratamiento de la ansiedad y la depresión podría requerir algún tipo de medicación, pero se pueden tratar además con otras alternativas como la terapia psicológica, como la terapia cognitivo-conductual y la terapia de grupo, entre otras. Además, actividades como la meditación, la respiración consciente y el cuidado integral del estilo de vida pueden marcar una diferencia significativa en el tratamiento.

Es crucial reconocer que el bienestar mental está estrechamente ligado al bienestar integral del ser humano. De tal forma, que cuidar la mente, cuerpo y espíritu es esencial para mantenernos equilibrados y resilientes ante los desafíos de la vida diaria y más aún en situaciones difíciles. Esto implica mantener hábitos saludables en todas las dimensiones de esa concepción integral triádiaca, siendo lo más difícil de entender: la espiritualidad. No se trata de religión sino de la conexión con algo más grande que nosotros mismos, que de sentido a nuestra existencia. Cultivar nuestra espiritualidad puede ser un poderoso recurso en nuestro viaje hacia el bienestar emocional, sin embargo, es el menos atendido porque se asocia al dogmatismo y esto suele ser rechazado.

Conectar con nuestra espiritualidad puede proporcionarnos una fuente de fortaleza y consuelo durante momentos de profunda tristeza y ansiedad. Su esencia nos invita a explorar y comprender el significado de nuestra existencia, así como nuestra relación con el mundo que nos rodea y con los demás. Durante el vaivén emocional, la espiritualidad puede convertirse en una poderosa fuente de fortaleza y consuelo porque nos brinda un sentido de esperanza y propósito, ayudándonos a encontrar significado incluso en los momentos más oscuros. Al cultivar nuestra espiritualidad, desarrollamos una mayor capacidad para enfrentar los desafíos con calma y claridad mental.

Parte del atender lo espiritual implica el conocerse bien porque representa un profundo viaje hacia el interior de uno mismo en busca de comprensión y conexión. El autoconocimiento nos invita a explorar nuestras emociones, pensamientos y creencias, fortalezas y debilidades mientras que la espiritualidad nos lleva a reflexionar sobre nuestro propósito en la vida y nuestra relación con algo más grande que nosotros mismos.

Esta conciencia integral de nosotros mismos nos permite responder de manera más efectiva a los desafíos, aprovechando nuestros recursos internos y buscando el apoyo externo cuando sea necesario. Nos brinda un marco para comprender y procesar la adversidad desde una perspectiva más amplia, entendiendo que existe un propósito detrás de cada desafío que enfrentamos, es decir, un aprendizaje. Por tanto, la pregunta no es ¿por qué me pasa esto? sino ¿para qué? qué tengo que aprender? Y esta conciencia nos permite encontrar un sentido de paz interior que trasciende las circunstancias externas.

Existe una famosa frase de Pierre Teilhard de Chardin que afirma que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. Por tanto, podríamos decir que el espíritu es como el agua con sus tres estados: sólido, líquido y gaseoso. El cuerpo correspondería al estado solido, las emociones al estado líquido y los pensamientos al estado gaseoso. Esta analogía permite explicar que no hay separación, que solo son estados distintos, que ninguno es más importante que otro, que la naturaleza humana tiene aspectos distintos y que son parte de un todo.

Debido a esta concepción integral ninguna dimensión del ser humano puede ser ignorada y desentendida. Al explorar y comprender nuestra propia naturaleza más allá de lo físico, encontramos una base sólida sobre la cual construir nuestra capacidad para enfrentar las adversidades con mayor fortaleza interior. Por otra parte, durante momentos de depresión o ansiedad puede existir una sensación de abandono y soledad, la espiritualidad nos permite tener un sentido de conexión con algo más grande, con la divinidad y nos invita a cultivar virtudes como la compasión, la gratitud y el perdón, que son fundamentales para el saber ser y saber estar.

Los estudios científicos indican que esa conciencia de conexión puede proporcionarnos fuerza, consuelo y, en ocasiones, aliviar el dolor físico y emocional. Diversas investigaciones han demostrado una variedad de beneficios, desde la reducción de la depresión hasta resultados catalogados como milagrosos. Estudios realizados en instituciones como la Escuela de Enfermería de la Universidad de São Paulo (USP) y la Universidad de Duke han revelado la fortaleza que esa conexión brinda a los pacientes una reducción significativa en la probabilidad de sufrir depresión durante el tratamiento de enfermedades terminales.

Sin embargo, para muchos, discutir la relevancia de la espiritualidad puede sonar a fantasía o a palabrerías del New Age, y optarían por continuar buscando soluciones superficiales, pasando por alto la naturaleza integral del ser humano. Si bien es esencial contar con ayuda médica profesional, es importante reconocer que el bienestar no se limita únicamente a lo físico o lo mental. Descuidar el aspecto espiritual implica ignorar la naturaleza tripartita del ser humano, lo cual puede resultar en un desequilibrio generalizado y en una falta de satisfacción profunda a largo plazo. En consecuencia, no se trata simplemente de una creencia abstracta, sino de una comprensión fundamental de la complejidad y la interconexión de los aspectos físicos, mentales y espirituales de la existencia humana.

¿Qué hacer mientras se navega entre las aguas de la depresión y la ansiedad?

• Aprender a respirar: No porque lo hacemos a diario implica que lo hacemos bien. Existen técnicas de respiración que nos permiten gestionar mejor las emociones. Respirar de manera consciente, controlando el ritmo y la profundidad, ayuda a la mente a enfocarse en el cuerpo, lo cual permite anclarse en el presente y serenarse. Este proceso facilita regular las emociones y no dejarse arrastrar por ellas.
• Hacer actividad física: Hacer ejercicios especialmente al aire libre permite energizar el cuerpo y desconectar la mente de los temas recurrentes que causan emociones densas.
• Procurar momentos meditativos: No importa si no se practica sofisticadas técnicas de meditación, un estado meditativo puede ser el simple hecho de concentrarse profundamente en lo que se hace ya sea una actividad artística, un deporte o cualquier otra cosa que se haga con pleno enfoque.
• Cambiar de hábitos: Lo que se come, lo que se ve, lo que se oye, lo que se piensa debe estar asociado a lograr el bienestar integral. Por tanto, comer comida chatarra, ver películas violentas o vivir en constante queja son cosas que no tiene cabida cuando se quiere cambiar el estado emocional
• Conectar con la divinidad: No se trata de religión, se trata de buscar espacios de silencio y soledad para conectar con la fuente, que aunque suene descabellado, será como establecer una conversación inaudible pero perceptible desde el corazón. Al elevar una oración con agradecimiento por lo que sí hay, al soltar las preocupaciones, confiando en los procesos de la vida y al pedir fortaleza se establece una forma de conexión que se sentirá como calma y una sensación de abrigo en el alma que no se puede describir con palabras.

Navegar entre estas aguas densas no es tarea sencilla, siempre se requerirá el acompañamiento de una profesional calificado, quizás se necesite medicina también, pero lo medular es entender que la sanación debe ser integral y que al atender solo una dimensión humana, el proceso estará incompleto.

 “ La más bella y profunda emoción que nos es dado sentir es la sensación de lo místico. Ella es la que genera toda verdadera ciencia" - Albert Einstein -

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Servicios de Cristina Chóez Ortega

Les dejo un artículo científico por si desean descubrir como ciencia y espiritualidad se complementan en la salud.

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