Esos “papers”

Esos “papers”

Primero fue Wikileaks. Luego llegó Snowden. Y ahora se trata de los “Panamá Papers”. Las filtraciones masivas de documentos confidenciales, sin entrar en el debate de su legalidad, son una realidad en una era en la que los secretos cada vez existen menos y la transparencia se impone como norma de comportamiento obligado a nivel corporativo, personal, institucional... 

Si los “papeles de Panamá” nos dejan algo claro es que la reputación no es algo con lo que se pueda jugar. Lo que hace unos años se limitaba a una cuestión de imagen pública que cuidar, con baja incidencia en la valoración de factores que influían en el logro de los planes de negocio, hoy en día representa hasta el 80% del valor de una empresa, dependiendo del ramo. En el caso del mundo del offshore, sin duda alguna. Porque sus herramientas, gestores y ámbitos no son un problema per sé. El uso que se hace de ellos es el problema. Cada vez mayor. Por eso quienes acuden a dicha solución financiera de manera responsable valoran cada vez más la reputación de la oferta dado que no se pueden dar el lujo de que su nombre aparezca un día en un medio de comunicación o por internet y pagar como aquellos otros que pensaron que era una buena forma de evadir obligaciones fiscales.

 Los “papers” nos dejan claro que si Las Vegas ya no tiene secretos, los offshore, tampoco. La transparencia es mayor debido al poder que han ganado las personas a través de acceso a la tecnología, y a pesar de todas las medidas que se toman de ciberseguridad. Las empresas han dejado de tener el poder absoluto sobre sí mismas y la auditoría ciudadana más inesperada puede provocar tal problema que lo mejor es no hacer lo indebido ni ocultar lo debido. Nuestra reputación está a tiro de celular.

 Esta era de la transparencia –de la hipertransparencia, que diría José Antonio Llorente- implica un comportamiento ejemplar. Jugar según las reglas y evitar cualquier amago de trampa hacen de la integridad un factor de alto impacto en la conformación de la reputación. Esto no quiere decir que te vayas a librar de aparecer en una filtración, pero poder demostrar de manera fehaciente que no ha habido engaño no solo te librará de un grave problema, sino que una buena gestión de esa realidad además puede impulsar más tu buena reputación por actuar con integridad.

 Para poder sacar provecho de esa crisis no estará de más haber tomado la previsión de contar con una estrategia y plan de gestión, que debe comenzar con una fase preventiva. La detección de riesgos reputacionales y la identificación de acciones concretas para mitigarlos y afrontarlos, si se materializan, ayudan a reducir daños.

 En el fondo, el mundo de hoy reclama de las empresas, las instituciones y las personas la gestión de su reputación de manera sostenida y adaptada a circunstancias cambiantes. Y parte de esa gestión implica comunicar lo que se es, lo que se hace, lo que se logra y cualquier otro aspecto que incida directamente en generar buena reputación.

 Hay quienes entienden que la exposición pública es fuente de problemas. Al contrario: dejar que otros sean los que hablen de ti dejando en voces y manos ajenas la información que te compete implica ceder el liderazgo de la comunicación. Y eso no se puede perder. Para que sean otros los que hablen de uno, no se sabe si bien o mal, mejor habla tú mismo porque, en la era del internet, los contenidos negativos solo se contrarrestan con contenidos positivos. Y eso es tan real como que con la reputación, insisto, no se puede jugar.

(Publicado en mi columna "De esto y lo otro" en Forbes Dominicana, edición de mayo).

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