Evocándonos

Evocándonos

Se exalta la voz. Se adormece la pena. Llega el silencio. Y con él, el último aliento. Ya doblan las esquinas de los recuerdos las canciones que solíamos bailar. Te acuerdas dulce enamorada, te acuerdas como te movías, como gesticulabas y te acuerdas con que pasión te besaba. Acuérdate ahora y siempre de esos momentos. No los olvides, hazlo por mí, mejor aún, hazlo por lo que vivimos y no supimos preservar. Hazlo por la luz, por el aire, hazlo por la luna y las estrellas, hazlo por el primer momento que compartimos, pero más, hazlo por el amor que tuvimos.                            En la sala de espera de aquella vieja estación quedó amarrado para la posteridad nuestro primer beso y nuestro último adiós. Allí, anclados en una transparente mirada, la gloria de los impulsos nos asistía. Desde allí sacudíamos nuestros corazones con el ímpetu salvaje y descarnado de los que aman por primera vez. Allí nació nuestra historia de amor dulce enamorada. Allí quedó grabado para siempre en las letras de aquellas canciones y en nuestras almas y palpitaciones, nuestros besos; eternos como los recuerdos e inagotables como el tiempo.

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