Gestionando la inercia o liderando

Gestionando la inercia o liderando

Estar una posición de máxima responsabilidad en una compañía, no es para los débiles de corazón. Eres el último responsable de los éxitos... y el primero en la línea de fuego cuando las cosas van mal. Pero hay una pregunta que me persigue últimamente: ¿Cuántos de nosotros estamos realmente liderando, y cuántos simplemente estamos gestionando la inercia de nuestras empresas o nuestros proyectos?

Gestionar la inercia no requiere visión, sólo implica mantener el status quo: apagar incendios, cumplir KPI´s, mirar para otro lado si algo no funciona y asegurarse de que el barco no se hunda. Liderar, por el contrario, es desafiar lo establecido, tomar riesgos calculados y ser el motor de cambio en la organización. No confundamos actividad con impacto.

Uno de los problemas más peligrosos en las empresas es que la inercia es difícil de detectar. A menudo se disfraza de éxito:

  • Resultados financieros estables, pero sin crecimiento real.
  • Proyectos que se lanzan más por tradición que por estrategia.
  • Equipos que cumplen, pero no cuestionan ni innovan.

Pensemos en empresas icónicas como Kodak o Blockbuster. No fracasaron por falta de recursos o talento, sino porque su liderazgo confundió estabilidad con seguridad. Gestionaron la inercia mientras el mercado cambiaba a su alrededor. La inercia puede ser cómoda, pero también puede ser mortal.

Hoy en día, liderar no consiste en mantener el barco a flote, sino en rediseñar continuamente la embarcación para adaptarla a mares impredecibles. Esto implica:

  1. Desafiar constantemente el status quo: Si una decisión se justifica con “siempre lo hemos hecho así”, es hora de revisarla.
  2. Invertir en personas, no sólo en procesos: Un equipo motivado y comprometido es el mejor escudo contra la inercia. Pero el compromiso no se compra, se cultiva.
  3. Preparar a la empresa para el cambio constante: La única constante en el mercado actual es el cambio. El liderazgo no puede resistirlo, debe impulsarlo.

En este contexto, liderar no es un lujo, es una necesidad. No se trata sólo de tomar decisiones estratégicas, sino de construir una cultura empresarial que valore el riesgo, la innovación y la adaptabilidad.

No nos engañemos, liderar es incómodo. Significa tomar decisiones difíciles, ser criticado por cambiar lo que “parece funcionar” y asumir que no siempre vas a agradar a todos. Pero el precio de no liderar, de mantener la inercia, es mucho más alto:

  • Equipos desmotivados que sólo “cumplen”, o al menos es lo que parece.
  • Clientes que se van porque ya no ven innovación.
  • Mercados que te olvidan porque otros tomaron la delantera.

Un buen líder no se mide sólo por los resultados trimestrales, sino por su capacidad para diseñar una empresa que sobreviva – y prospere – en el futuro.

Hay algunas señales de alerta, para saber si estamos gestionando la inercia.

  • ¿Tus reuniones de equipo están enfocadas en revisar problemas del pasado o en diseñar estrategias para el futuro?
  • ¿Tus equipos proponen ideas nuevas o sólo siguen instrucciones?
  • ¿Tus decisiones se justifican más por “lo seguro” que por “lo estratégico”?

El liderazgo no es un título ni una recompensa; es una responsabilidad. Requiere valentía para tomar decisiones impopulares, humildad para escuchar críticas y visión para ver más allá de los fuegos del día a día. Así que aquí está la pregunta clave: ¿estás liderando tu empresa o simplemente gestionando su inercia? Porque en un mundo que cambia tan rápido, la inercia no es un plan. Es una sentencia.

Olivier Caravana Guerra

Director del Área de Escuelas Municipales de Música y Danza - Música Creativa

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