Globalismo y Multipolaridad
A finales de los años 90, se anticipaba una revolución sin precedentes que conectaría a las culturas del mundo, prometiendo un desarrollo transformador. Sin embargo, tras casi 25 años, el panorama global es más caótico y fragmentado, amenazado por riesgos existenciales y al borde de un conflicto mundial.
El globalismo del siglo XXI se ha revelado como una corriente elitista que utiliza las finanzas para dominar a países e individuos. Además, facilita el saqueo de recursos naturales y, mediante las nuevas tecnologías, moldea la opinión pública global, controlando a millones de personas.
Para los críticos, el globalismo y el liberalismo son precursores del Anticristo, responsables de la degradación de Occidente y de empujar a la humanidad hacia el apocalipsis. Frente a esto, la alternativa de la "Multipolaridad" defiende la soberanía de las naciones sobre sus decisiones políticas, recursos e identidad.
Aunque muchos ven el mundo de manera simplista, como comunistas que desean empobrecer a sus pueblos frente a capitalistas explotadores, la realidad es mucho más compleja. Las luchas actuales buscan conquistar las mentes y, con ellas, las conciencias. Un individuo dominado en su mente estará eternamente atrapado, ya sea en sufrimiento o en una búsqueda desesperada de felicidad.
Desde mi perspectiva, la visión más objetiva se centra en quienes promueven valores dignos y acciones bondadosas, protegen la identidad nacional y luchan por un mundo justo para futuras generaciones. En contraste, están quienes muestran desprecio hacia la humanidad, las naciones y las comunidades del mundo. Esta batalla puede conceptualizarse como un conflicto cultural y político entre soberanistas, desarrollistas, igualitaristas, comunitaristas y humanistas contra los globalistas del nuevo orden.
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Y aunque en los últimos años notamos que hay países que se están replegando, lamiéndose las heridas después de muchos años de pelea cultural y política, que en la práctica se manifiesta en medidas proteccionistas, que impactan en el comercio, la economía, la producción, entre otras. Esta regresión hacia los mercados cerrados, y estados proteccionistas no son medidas suficientes ni siempre deseables para contrarrestar los males ocasionados por décadas de manipulación mental e intromisión en los asuntos domésticos de las naciones.
Las élites globalistas y los políticos de tendencia globalista han sido responsables de llevar la deuda externa de Estados Unidos a 35 billones de dólares, del desmantelamiento de la clase media, del financiamiento de guerras, de la proliferación de drogas sintéticas mortales, de la inflación global y del saqueo de recursos de otros países. La situación es compleja, y tanto la clase política neoliberal como la neoconservadora son verdaderos promotores de la violencia.
Un ejemplo es el régimen neonazi israelí, liderado por el neoconservador Netanyahu, que lleva a cabo un genocidio contra Palestina mientras depende económicamente de sus enemigos ideológicos, los globalistas neoliberales, quienes comparten la creencia de que Israel es el pueblo elegido. También están los neoconservadores protestantes, quienes apoyan económicamente a Israel, ya sea a través de la administración Biden o de manera indirecta mediante maniobras financieras, motivados por un fanatismo religioso compartido. Los protestantes ven a los judíos como catalizadores del apocalipsis, esperando la segunda venida de Jesucristo, y en el caso de los judíos la llegada de Yahvé y la entrega de la tierra prometida. Es una locura de mentes fanáticas que han elevado la teología y las finanzas a un nivel cuyas consecuencias pueden ser catastróficas.
Las acciones de neoliberales y neoconservadores responden a intereses indignos propios de objetivos luciferinos, que en última instancia alimentan a este globalismo perverso. De seguir en esta dirección solo nos espera la degradación del hombre y junto a eso el cumplimiento de las profecías bíblicas.