Guerra por el liderazgo.
Romanos y Cartagineses. Hace muuuuuchos años esa era la batalla que en aquel maravilloso colegio al que fui, apenas con nueve años, se libraba.
El tiempo pasa pero, algunas cosas, con matices, aún permanecen.
Cambiar sigue siendo la gran asignatura, por lo que cuesta hacerlo y seguro que también por lo que vale. Total, en consecuencia ¿para qué cambiar?
Es muy posible que sea una pregunta que, siendo recurrente, está en la mente de todos los que no cambian, ¿para que hacerlo? Sin embargo, hoy, se arrepienten de no haber aprovechado la posición que les permitió llevar a cabo, sin traumas y paulatinamente ese camino del cambio que es consustancial con el momento. Seguro que ya no se habla de Romanos y Cartagineses, pero las esencias permanecen.
Cambiar no es una opción, es sencillamente el camino.
Estos días hemos visto como el líder de la distribución en España vivía, en 80 años, lo que parecía el momento de la gran decisión. Fijémonos cuantos, en ese tiempo, han surgido, le han hecho sombra, han competido por un espacio y posiblemente hayan vaciado de contenido lo que otrora fueron unas siglas comerciales de prestigio.
¿Han pasado cosas en 80 años? Lo han pasado en 8, así es que pensemos…
Cambiar es inevitable, forma parte del relevo, del liderazgo, del momento vivido y por tanto es de cada uno de los que se ponen al frente en un momento dado. No vale con decir sigo la estela y soy diferente. No se sigue nada y a nadie, se es o no se es.
A veces los grandes liderazgos, los personalistas, son carismáticos, hasta el punto de pensar que solo lo que ellos pensaban era sabio. Verdad a medias que se hace mentira muy pronto. Los liderazgos, aunque sean personalistas tienen que tener contentos a los “afectados”, de lo contrario se vuelven contra uno mismo y a veces se defiende, hasta la muerte, contra los congéneres, ese liderazgo.
Hace pocos días he vivido la enésima ocasión en la que me he dado cuenta de la diferencia entre unos y otros (comprador y vendedor). Naturalmente, la obligación de quien está en medio es conocer esas dos versiones. (Dos versiones, comprador y vendedor, que en muchos casos son cuatro (parejas), ocho, dieciséis…)
Seguimos pensando que intermediamos, que esa es la labor, sin darnos cuenta que el no hacerlo supone dividir el problema por dos. Así de sencillo y sin embargo permanecemos en esa ambigüedad que parece que nos permite dominar la situación. Muchas veces no nos damos cuenta de que si triunfamos en por la casualidad.
Como decía ¿para qué cambiar si además de los números está el azar?
La cuenta de resultados de una oficina inmobiliaria, de una Agencia, de una franquicia (o como se quiera llamar), de eso que está de moda (real estate) y de la que tantos hablan, es sencilla y por eso la voy a hacer mensual.
Es evidente que puede haber variaciones, pudiendo ser significativas, en función del lugar elegido para el análisis, tanto en ingresos como en gastos (no son lo mismo Móstoles que el Barrio de Salamanca, de la Comunidad de Madrid, ambos).
Unos resultados mensuales (multipliquémoslos por 12) que permiten “muchas cosas”.
Entre otras permiten dedicar 1.000 euros mensuales (por ejemplo) a la GESTIÓN DEL CAMBIO. Si, ya sé que la cifra es exigua (incluso ridícula) pero os aseguro que en ellos está la diferencia y naturalmente el cambio que siempre, cualquier empresa, nos está pidiendo que hagamos. 1.000 euros mensuales es, en este sector y en muchos casos, una diferencia además de muy notable, posiblemente insalvable.
Se acabaron Romanos contra Cartagineses, ahora con quien peleamos?
MARCIAL BELLIDO