HACIA UN LIDERAZGO MÁS COMPASIVO
La forma en la cual aprendimos la Gerencia y el Liderazgo fue desde la Administración Clásica, centrada en definir la estructura para garantizar la eficiencia de la empresa y el rol del gerente estaba centrado en asegurar el aumento de ingresos y la reducción de costos, donde el liderazgo se venía entendiendo como el proceso administrativo de planear, asignar recursos, ejecutar y posteriormente verificar dónde estaba el error para corregirlo y controlar las acciones de los colaboradores para asegurar los resultados que se esperaban, según la planeación realizada.
La dinámica del mundo ha venido cambiando a pasos agigantados, donde lo que estamos llamados a comprender es que lo más permanente que tenemos en la vida es el cambio y que la vida nos llama a entrenarnos como líderes para aprender a navegar en esas olas que a veces son inesperadas, muy grandes o pequeñas y que la constante de esas olas es que no son como las teníamos previstas en nuestra planeación o predicciones, este último tema al cual le hemos dedicado gran parte de nuestra vida profesional y que ahora estamos frente al gran desafío de navegar cuando lo planeado no es lo que vivimos.
Esto no quiere decir que en la actualidad el rol del Líder no esté en garantizar los resultados que la empresa necesita para crecer y mantenerse en el mercado; lo que hace la diferencia es comprender el significado de cultivar otras disposiciones anímicas para que el Líder sea capaz de inspirar el Compromiso de los colaboradores para alcanzar dicho resultado pero de otra manera, dejando atrás acciones desde el autoritarismo, el mando y el control y entrenándose en nuevas dinámicas relacionadas con el trabajo en equipo, el aprendizaje y el des-aprendizaje continuos, la flexibilidad cognitiva, la adaptabilidad con creatividad ante los nuevos retos y la construcción de ambientes colaborativos y de confianza propicios para la innovación y la creatividad.
Estas nuevas dinámicas desafían al Líder a jugar un rol más empático, donde se permita combatir la invulnerabilidad, la frialdad y el distanciamiento ante el sufrimiento de los demás dentro del ecosistema de una organización, para comenzar a incorporar el acercamiento a los colaboradores, reconociéndolos como seres humanos vulnerables con mucho miedo al cambio, como una de las prioridades estratégicas para asegurar el logro de los resultados que la empresa quiera alcanzar, como fue mencionado en la Revista Harvard Deusto desde el 2017.
Cultivar la compasión implica desarrollar la habilidad de ponerse en el lugar del otro y experimentar empatía y preocupación por su sufrimiento, lo cual invita a mostrar bondad, apoyo y comprensión, sin juzgar ni criticar. Para ello, desarrollar el arte de la escucha activa entra a jugar un papel fundamental, pues si la escucha es genuina la respuesta siempre será sabia, ya que viene del corazón.
Dentro de los beneficios de hacer un liderazgo más compasivo se podrían mencionar:
Creación de ambientes seguros y de confianza que motive el trabajo colaborativo, donde la libre expresión se desarrolle de un modo integral y la seguridad sicológica (asumir riesgos sin sentir vergüenza, ni miedo al fracaso, ni temor ante la opinión desfavorable de los demás, ni bloqueo por recibir una sanción de la autoridad superior) sea el pilar fundamental que acelere el gusto por el aprendizaje de lo que es nuevo y la apertura de mente para cambiar rutinas y formas de pensar y hacer las cosas, que es lo que al final
contribuye a la innovación y a la creatividad frente a ese mundo en constante cambio.
Poner en práctica acciones desde la empatía resulta ser la fórmula mágica para que los colaboradores a la hora de desplegar interacciones comunicativas con los clientes internos y externos, las desarrolle de un modo amable, empático y muy solidario.
La vía compasiva inspira al equipo a coordinar acciones de colaboración mutua hacia el logro del objetivo en común, provocando que los miembros del equipo se cuiden entre sí y reconozcan el error como fuente de aprendizaje y no como motivo de crítica y juzgamiento. Cuando el error y el fracaso se registra como aprendizaje, no queda otro camino que llevar al equipo a la evolución y a caminar siempre hacia el siguiente nivel en una espiral de crecimiento.
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Observar los cambios del mundo con sensibilidad compasiva es una táctica en el liderazgo para escuchar realmente las preocupaciones de los clientes internos y externos y diseñar acciones que respondan a estos requerimientos. A nivel interno ayuda a cuidar las emociones y los estados de ánimo de quienes vayan a perder algo por la transformación que se debe hacer para responder a las nuevas exigencias del mercado. Adaptar este cuidado por los demás como modelo cultural, facilita que la apertura al cambio crezca y que el dolor que se siente ante lo diferente dure menos tiempo y no se anide como un sufrimiento permanente en los colaboradores que los pueda llevar cultivar el resentimiento.
Un liderazgo compasivo se orienta por crear en la empresa un perfil de colaboradores con disposiciones anímicas encaminadas a la solidaridad, al cuidado y a la ayuda mutua. Cuando una organización establece como parte de su modelo cultural la vía compasiva, está motivando a que el compromiso entre sus empleados crezca, de modo que la reputación de la compañía va a generar que surjan más probabilidades de atraer perfiles talentosos y con la elección de cultivar estados de ánimo que favorezcan dicha cultura.
Y finalmente nos surgiría la pregunta: ¿Cómo puedo comenzar a hacer un liderazgo más compasivo, para aumentar el compromiso de mis colaboradores hacia el logro de un resultado común?
Estos cuatro pasos nos pueden encaminar hacia un liderazgo más compasivo:
Aprender a reconocer nuestra propia historia y abrazar el dolor como fuente de aprendizaje. El reto en este paso está en observar los hitos de nuestra vida e identificar el para qué nos sucedieron las cosas en la vida y decidir no seguirlas ignorando o huyendo de ellas. Si lo hacemos con nosotros mismos, estaremos dispuestos a escuchar estas mismas situaciones de dolor en nuestros colaboradores para ayudarles a encontrar el aprendizaje y llevarlos a que se reconozcan su capacidad de resiliencia: “no somos lo que logramos, somos lo que superamos”
Transitar el camino para entender las causas que provocan el sufrimiento propio o el de otra persona que estemos acompañando y el costo de mantenerse allí: enfermedad, cansancio, bloqueo mental y físico, malas relaciones con las personas, entre otras. Y de esta manera, comenzar a activar de un modo orgánico el deseo de aliviarlo.
Establecer un lazo afectivo, solidario y empático con cada uno de nosotros primero (muchas veces nos damos muy duro a nosotros mismos) para luego estar en disposición de establecer este mismo lazo empático con nuestro colaborador o grupo de personas afectadas por una situación en particular.
Este paso es crucial, pues consiste en dar un salto consciente a la acción, lo que comienza con un proceso de colocarse materialmente “al lado del que sufre” y desde allí se actúa, desde una realidad que compense a la persona que padece el dolor, modificando aunque sea levemente el curso de sus acontecimientos: escuchándolo activa y genuinamente, orientándolo con profesionales que pueden contribuir con un apoyo solidario, estando muy cercano en su proceso y preguntando constantemente cómo se siente, ayudándole a diseñar acciones de forma conjunta que le permitan encontrar los elementos para construir el escenario en el cual se quiere ver, otorgando espacios para su propio proceso de interiorización, reconstrucción y sanación y provocando escenarios de conversación permanente con preguntas poderosas que lo puedan ayudar a ver la misma realidad con otros ojos.
Hacia un liderazgo más compasivo exige que primero tomemos la decisión de ser más compasivos con nosotros mismos y que todo lo aquí expuesto en este artículo, lo comencemos a hacer primero con cada uno de nosotros. Sólo ahondando en nuestro propio dolor y abrazándolo como fuente principal de aprendizaje y de crecimiento para llegar a donde estamos hoy y donde queremos estar mañana, elegiremos ponernos en el dolor del otro para contribuir de alguna manera a que esa persona construya hoy el escenario en el que se quiere ver mañana y quiera comprometerse en entregar lo mejor de sí para el logro del resultado en común.