Hasta la próxima crisis
En apenas una semana las estructuras del Poder Ejecutivo en el Perú se vieron seriamente afectadas a raíz de un reportaje divulgado en un programa dominical de periodismo de investigación. En cuestión de horas, el ministro de Energía y Minas presentó su renuncia a la cual le siguieron otras que hicieron tambalear al gabinete en su conjunto.
Toda crisis tiene como principal característica la imprevisibilidad. Es imposible saber en qué momento exacto sucederá una situación que pondrá en jaque a un gobernante, a una empresa, institución pública o a un gobierno. Sin embargo, lo que sí se puede -y se debe- saber son todas aquellas situaciones latentes de riesgo y las herramientas con las que se cuentan (o no) para enfrentarla. Para ello, hay pasos elementales que se deben seguir para enfrentar de la mejor manera una coyuntura crítica.
Primero: haga un inventario de todos aquellos casos, factores o temas que, si trascienden hacia el ámbito externo, pueden ser materia de escrutinio público y de cobertura mediática negativa. Toda organización, sea pública o privada, sabe cuáles son sus debilidades, sabe cuáles son los temas pendientes que pueden generar problemas; por lo tanto, una vez identificados, hay que aceptarlos y ponerse a trabajar en solucionarlos.
Segundo: no intente resolver sus problemas con aquellas personas o procesos que los llevaron a esa situación o que los mantienen vigentes. Depure y rodéese de personas capacitadas para brindar soluciones, pero, sobre todo, busque el apoyo de un estratega para analizar, enfrentar y resolver la crisis de manera correcta si esta se desencadena. Tenemos ejemplos de sobra de que las crisis no se resuelven con campañas de publicidad, con media trainings o con acciones tradicionales de comunicación.
Tercero: con el estratega diseñe escenarios para enfrentar las posibles situaciones de crisis, de modo de minimizar su impacto o -en el mejor de los casos- eliminarlas. Mientras más se tarde en aceptar y enfrentar el problema, mayor posibilidad de que este se convierta en una crisis de imagen o de reputación, dependiendo si se trata de un mal manejo comunicacional o de acciones equivocadas, respectivamente. Es tan simple como saber que se tienen síntomas de una enfermedad y no hay la voluntad de realizar el tratamiento. Lo más seguro es que vendrá lo peor.
Calce estos pasos en cualquiera de las crisis conocidas y se percatará de que sí se pudieron evitar. La mala gestión implica negligencia, ignorancia o incapacidad. Es muy probable que seamos testigos de futuras nuevas crisis y que -además- nos percatemos de que pudieron evitarse. Está en manos de las cabezas responsables tomar las riendas y actuar. Si no, hasta la próxima crisis.