¿Hay burbuja de startups? Ni sí ni no. Hay espabilados muy imprudentes.
En los últimos meses se empiezan a detectar algunos comentarios por parte de expertos y gente con criterio alertando de que en algún momento podría estallar esta burbuja.
La verdad es que en mi caso no sabría definir con criterio, el mío o el de los expertos, lo que es una burbuja de startups. Y lo digo con toda sinceridad después de casi tres años de escribir sobre el tema de forma constante en ElEconomista, en la Revista Catalunya. Aquí podéis ver los artículos sobre startups e inversores.
He tenido la suerte de hablar, de conversar, de preguntar y sobretodo de escuchar a emprendedores, a inversores, a políticos. Algunos de ellos tienen la etiqueta, autoimpuesta o merecida, de gurús. Pero yo creo que es más justo definirlos como expertos, o sea, que tienen experiencia acumulada en aquello de lo que hablan.
Primera constatación objetiva. Es difícil tener una experiencia muy prolongada si el período al que nos referimos o el sector del que hablamos tiene una vida corta. Y el de las startups tecnológicas, y su pretendida burbuja, es un ejemplo. Sin embargo, hay muchas de estas personas que ya acumulan un bagaje de inversiones y proyectos considerable. Y lo que todos destacan es que muchos fracasos y pocos éxitos. El que dice ésto, y lo reconoce, debe ser escuchado, merece ser escuchado.
Así, estos expertos vienen alertando que los criterios de valoración de los proyectos que buscan financiación, las valoraciones mismas y lo que es peor, las métricas que sustentan las valoraciones y los propios proyectos, no siempre son reales. E incluso llegan a ser falsas y totalmente irreales.
Porque la situación que se plantea siempre es parecida. En un Foro de inversión o evento similar, un grupo de jóvenes sobrados en preparación, presenta proyectos a cual más innovador o disruptivo, como dicen ellos. En la audiencia hay inversores o aspirantes a ello, algunos con un conocimiento limitado del sector tecnológico pero con experiencia en inversiones.
Los interesados suelen evaluar al equipo y prestar atención al llamado resumen ejecutivo del innovador proyecto. El proyecto en sí, no nos engañemos, adolece de muchas cosas que serán aportadas, afortunadamente, por el inversor o su equipo. Los números expuestos, el “business plan” suele estar basado, como no podía ser de otra forma, en previsiones optimistas sobre el futuro. ¿Debe ser así? Probablemente. Ser optimista no es incompatible con ser válido, inteligente, temerario...o listillo.
Luego hay las distintas etapas de financiación inicial, sea de los FFF, del omnipresente ENISA o de cualquier incubadora / aceleradora. El proyecto nace y empieza su andadura en el mundo real.
Y a partir de ahí surgen los problemas que están llevando a pensar que hay una burbuja de startups. Una burbuja basada en unas expectativas optimistas que no realistas. La mayor parte de proyectos se basan en previsiones sobre mercados que no existen, o que acaban de aparecer, o que se supone que van a autoflorecer de forma mágica. Esto provoca que los números no se cumplan, principalmente los que tienen relación con los ingresos. Si no hay ingresos a veces se justifica con una mala gestión de los recursos comerciales que suele cubrirse con un aumento de dichas partidas.
Llega, tarde o temprano, un desequilibrio financiero que suele gestionarse mal por parte de los integrantes del proyecto que no tienen, por motivos obvios, conocimientos de todas las áreas de gestión del mundo empresarial.
La búsqueda de más financiación es, o suele ser, la solución adoptada. Y para ello se cometen errores, a veces involuntarios, a veces no, consistentes en valorar y establecer perspectivas de negocio reiteradamente optimistas. Dado que el proyecto ya tiene un cierto recorrido y por lo tanto hay cifras y métricas reales, hay tentaciones de interpretar o exponer las mismas de forma exagerada sino incorrecta.
Y entonces no solo hay la burbuja inicial de expectativas optimistas, sino una segunda burbuja de autoconvencimiento sobre un futuro mejor, para el propio proyecto y sus inversores.
En mi opinión, y para finalizar, sería interesante estudiar estos casos. No se trata de crucificar a nadie sino de aprender y adquirir una experiencia. Así podremos escuchar a los expertos sin miedo a que ellos mismos se equivoquen sin querer.
Abogado
7 añosEl nombre no lo es todo. Existe una mitificación de los anglicismos (¿americanismos?) que pueden llevar a confundir de lo que realmente se trata, especialmente, a los inversores. También debe protegerse a los "emprendedores" con contratos ad hoc, puesto que la Ley no los contempla como instituto jurídico especial