Hemos enviado telegramas a los extraterrestres? ¡Definitivamente, sí.!
Cuatro sondas planetarias lanzadas en la década de 1970 llevan información sobre la Tierra por si en el muy lejano futuro caen en manos de alguna civilización vecina.
Los discos de oro de las Voyager' (1977) tardarán 40.000 años en alcanzar la estrella más cercana a nuestro sistema solar.
Carl Sagan expresó: "El lanzamiento de esta botella dentro del océano cósmico dice algo muy esperanzador sobre la vida en este planeta”
Muchos sabemos de la sonda Voyager 2 , que acaba de volver a la actualidad por perder su conexión con la Tierra, pero no todos sabíamos que en su interior transporta un mensaje para alienígenas, lo que en los últimos días han recibido mucha atención tras las declaraciones de un confidente en en el Congreso de los Estados Unidos, que aseguró que el Pentágono esconde “restos no humanos” de origen extraterrestre.
Tampoco es muy sabido que un total de cuatro sondas planetarias lanzadas en la década de 1970 llevan mensajes por si en el muy lejano futuro caen en manos de alguna civilización extraterrestre.
Carl Sagan (Nueva York, 1934- Seattle, 1995) y Frank Drake, Chicago, 1930 - California, 2022, de la Planetary Society, siguiendo la idea de Eric Burguess (1920-2005) consultor británico, diseñaron la primer postal enviada a nuestros vecinos, explicándoles cómo somos y lo que hacemos.
Los mensajes iniciales consistían en dos placas idénticas sujetas a los costados de las sondas Pioneer 10 y 11. y van dirigidas hacia Júpiter y aprovechando una “carambola cósmica”, el Pioneer 11 visitó también Saturno. Esas dos naves fueron los primeros objetos en alcanzar la velocidad para escapar del Sol y adentrarse en el espacio interplanetario.
El significado de algunos elementos de la placa son obvios.
Las dos figuras humanas, por ejemplo, basadas en esculturas griegas y diseños de Leonardo Da Vinci, fueron bastante criticadas en su día. Por un lado, la mezcla de rasgos multirraciales y, sobre todo, la censura que un departamento de la NASA impuso al considerar el personaje femenino demasiado explícito. También, que para un extraterrestre sería difícil interpretar el gesto amistoso de la mano alzada. Pero, por lo menos, eso permitía exponer los cinco dedos, con el pulgar oponible.
Los dos círculos de la esquina superior izquierda representan un átomo de hidrógeno en sus dos estados: con el electrón en sus niveles de energía superior e inferior. Al producirse ese salto, el átomo emite una radiación característica de 21 centímetros de longitud de onda, la más abundante en el universo.
Un alien debería conocerla.
A la derecha de la mujer, dos trazos indican su altura y entre ellos, el número binario 1000 (un guion horizontal y tres verticales, o sea, 8 en decimal). Ocho veces 21 centímetros corresponden a 1′68 metros. El hombre es un poco más alto. Detrás, esquemáticamente, el perfil del Pioneer, a la misma escala.
En el margen inferior, un esquema del Sistema Solar, incluido Plutón, que para entonces era un planeta.
Se indican la trayectoria que siguió la nave, destacando la maniobra de asistencia gravitatoria al pasar por Júpiter, que es lo que le impartió la velocidad de escape. Su antena apunta hacia el tercer circulito: la Tierra.
Junto a cada planeta, un número en base 2 da su distancia al Sol. La unidad de escala aquí no es la radiación del hidrógeno, sino la décima parte de la distancia de Mercurio. Sobre él aparece el binario 1010, o sea 10. Plutón está a 1111111100 veces más lejos.
Si los aliens son capaces de descifrar este enigma, sin duda serán muy inteligentes.
¿Y dónde estamos nosotros? La clave la da la estrella de trazos a la izquierda de las dos figuras. La raya horizontal más larga sugiere la distancia del Sol al centro de la galaxia. Las otras catorce muestran las direcciones de otros tantos pulsares, una especie de faros cósmicos caracterizados por sus regulares y rápidos destellos.
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Como la placa es plana, la tercera dimensión la da la longitud de la línea, proporcional a la altura del pulsar sobre el plano galáctico.
Con esta información, cualquier extraterrestre podría triangular y deducir la situación del Sol entre los millones de estrellas de la Vía Láctea. Una tarea trivial, sin duda, o al menos así lo creían sus autores.
Pocos años después de los Pioneer, las dos sondas Voyager, llevaron a bordo un mensaje mucho más sofisticado: un disco similar a un vinilo, acompañado de una cápsula para poder reproducirlo. Al igual que la placa, va recubierto por una delgada capa de oro que debía protegerlo durante los eones que pudiera durar su viaje.
El disco contiene imágenes de la Tierra, tanto desde órbita como de paisajes, fauna y flora.
Láminas de anatomía humana, mapamundis mostrando la deriva continental, la ópera de Sidney y el Golde Gate (debidamente anotado en binario para indicar su longitud), bailarinas de Bali, el edificio de la ONU (de día e iluminado de noche), el Taj Mahal, un supermercado, una llegada de los 100 metros lisos, Jame Goodall con sus chimpacés, una página de los "Principios de Newton"y la partitura de una "Cavatina" de Beethoven.
En total, 116 imágenes. Una de ellas (la número 78), que mostraba un buceador y un pez, nunca se pudo publicar por no haber llegado a un acuerdo con el autor acerca de la cuestión de derechos. A su manera, esa ausencia también aporta interesantes reflexiones sobre nuestra sociedad.
La sección de audio la integran saludos en cincuenta idiomas, desde el antiguo sumerio (que solo hablan un par de cientos de académicos) hasta mandarín o telugu, propio del centro de la India. En cambio, no está el swahili; el locutor que debía participar olvidó la cita y no se presentó en la sesión de grabación.
Otras grabaciones plantearían problemas de interpretación a cualquier extraterrestre: la erupción de un volcán, grillos y ranas, pitidos Morse, el golpear dos piedras de sílex, la sirena de un barco o el suave sonido de un beso.
Y también la onda de un electroencefalograma en plena meditación. (Quizá, una civilización suficientemente avanzada podrá interpretarlo y leer nuestros pensamientos).
Hay un apartado de música: tres piezas de Bach completa, pero la idea se descartó porque (hubo quienes pensaron que sería mucho “ presumir”) una muestras orquestada de Java, canciones de iniciación de los pigmeos, mariachis, un blues de Louis Armstrong y el "Johnny B.Good" de Chuck Berry; el aria de la "Reina de la Noche" de Mozart, el primer movimiento de la "Quinta sinfonía de Beethoven" junto con cantos navajos, flautas peruanas o un fragmento de la "Consagración de la Primavera" de Stravinsky.
Debería haberse incluido "Here comes the Sun" de los Beatles pero la discográfica que poseía los derechos negó su autorización. Las instrucciones sobre cómo reproducir el disco van grabada en su superficie.
El Voyager 1 pasará cerca de la estrella Gliese 445, dentro de 44.000 años, su gemelo, a un par de años luz de Ross 248, en 33.000 años.
Las estadísticas sugieren que cada 50.000 años deberían aproximarse a una u otra estrella antes de perderse en el enjambre de la Vía Láctea.
SI AHI NO LOS RECOGE NADIE, CONTINUARAN SU VIAJE INFINITO.