Hibridación: el escenario laboral actual del comunicador social

¿Estudiás Comunicación Social? ¿Eso es periodismo? ¿Podés hacerme un texto para Facebook a ver si vendemos más? “La búsqueda se orienta a un estudiante promediando la carrera de Comunicación con más de 3 años de experiencia en el diseño de estrategias de redes sociales, con conocimientos de diseño, métricas, cartera de clientes y periodistas…”

A juzgar por las publicaciones de empleo orientadas a perfiles de Ciencias de la Comunicación Social y afines, es notorio cómo las ofertas de Community Managers han reemplazado al clásico Call Center, así como también las agencias de contenidos han copado el mercado de empleos, precarizando la contratación del personal y llevándose mayor beneficio para sus directivos, antes que apostar al desarrollo personal de los profesionales del área. Dicho de esta manera el panorama suena poco esperanzador.

Por otra parte, vivimos en un tiempo de cambio en la redefinición del empleo y el rol de los profesionales. Una etapa en la que el servicio se ha vuelto el protagonista y la hibridación de las organizaciones licua la idea de pertenencia y carrera profesional y vertical de antaño. La diversificación de los roles es cada vez mayor y el estudio de un área particular sabe a poco cuando quien es contratado como redactor también debe ser diseñador, analista de medios, responsable de prensa y atención al cliente, en un N funciones por el pago de una. Total, somos multitasking.

Luego se habla de la generación Y, Z, de los Millenials, los nuevos peones golondrinas que saltan de empleo en empleo buscando mejores condiciones y, sí, también nuevos desafíos. Aquí no estamos diciendo que todos los empleos son mal pagos o que todos los nuevos trabajadores prefieran saltar de un lado a otro por aburrimiento, como suele afirmarse -sobre todo en aquellas empresas que parecen preferir que sus empleados (o “colaboradores”) cuenten con “beneficios” antes que con un buen salario y mejores condiciones de contratación. No estamos hablando del clima laboral, siquiera.

Y también estamos los emprendedores. Quienes con poco intentamos hacer mucho. Quienes encontramos vetas en una madera algo vieja y hacemos un negocio “de nicho” que nos puede resultar algo redituable, hasta que en algún momento seamos los mejores en eso, o tengamos que migrar de un campo a otro, buscando las mejores oportunidades para no ser esclavos de las ambiciones de quienes no quieren que estemos en sus escritorios. Pagando monotributos, haciendo nuestros precios “competitivos” e implosionando el mercado laboral tercerizando nuestros sueños en facturas que no llevan nombres de servicios sino de gastos y deudas a pagar.

Aún queda una esperanza. Que estemos ante una etapa de transición en la que el rol del comunicador se consolide dentro de las empresas, con la posibilidad de que realmente sea un tema más a la hora de pensar en las estrategias de empresas grandes y también en las más chicas. Pero esa esperanza está acompañado de desafíos muy grandes: la modificación y actualización de los programas académicos, la profundización de las orientaciones profesionales (Comunicación Social no es sinónimo ni de periodismo, ni de redes sociales, ni de escribir un textito para vender algo, ni armar folletos más lindos, o de todo esto junto remunerado como un solo empleo), la mejora de los acuerdos entre instituciones de formación y empleadores y, sobre todo, el respeto por nuestra profesión entre colegas.