La gran EVASIÓN
“El trabajo sin amor es esclavitud” decía la famosa frase de la madre Teresa de Calcuta y que, actualmente, podríamos aplicar a lo que se viene conociendo como el síndrome de burnout. Cuando uno se siente quemado en el ámbito laboral se da cuenta que ya no conecta con su trabajo, profesión, empresa u organización porque se ha producido una desafección o desilusión propiciado por las expectativas creadas por uno mismo. A veces, puedes pensar que la organización no te valora o no te sientes integrado o que tu aportación no cuenta. No te sientes parte del proyecto ni reconocido, pierdes todo sentido de pertenencia y no compartes los valores de la organización, porque crees que eres un simple peón o una pieza más, fácilmente reemplazable. Otras veces la desazón viene provocada por vivencias negativas con compañeros de trabajo, por conflictos pasados no resueltos con tus superiores, falsas promesas o incumplimientos de las condiciones de trabajo.
A menudo, cuando te encuentras sumido en este burnout, un cambio de puesto de trabajo o departamento, incluso dentro de la propia organización, puede ser un auténtico bálsamo de energía para reinventarte y renovar el amor por el trabajo o actividad que anhelas para tu vida. La mayoría de las veces, no obstante, la solución pasa por emanciparte de ese trabajo o empresa y comenzar de nuevo en otro lugar.
Ahora bien, cuando has probado en varios trabajos, ya sea trabajando por cuenta propia o por cuenta ajena, y te das cuenta que se repite el mismo patrón de hastío, falta de compromiso o que no te sientes realizado en ese tipo de trabajo o actividad que desempeñas, lo mejor que puedes hacer es ser honesto contigo mismo y despedirte o jubilarte de ese tipo de trabajo o profesión. Trabajar para cubrir tus necesidades y las de tu familia es muy loable, necesario e imprescindible, más cuando estás en la base de la pirámide en la que A. Maslow situaba a aquellas personas que necesitaban cubrir sus necesidades básicas. Pero más allá de tener cubiertas tus necesidades básicas, “aguantar” para asegurar una nómina y un puesto de trabajo representa la esclavitud de la nueva era.
En USA se calcula que en torno a unos cuarenta millones de personas han abandonado sus trabajos el pasado año, en gran parte espoleados por la pandemia y el teletrabajo que han sobrecargado y ampliado sus jornadas laborales. Estas alteraciones han actuado como un catalizador que ha provocado un cambio radical de los paradigmas, valores y el enfoque vital de las personas. Muchas personas sienten la necesidad de encontrar un sentido y autoafirmarse en el ámbito laboral.
No es la falta de amor por el trabajo lo que provoca la ceguera, sino la falta de amor por uno mismo que hace que “dependas” de una nómina o una empresa. La empresa para la que trabajas sabe muy bien que dependes de ese salario y, como tu empresa lo sabe, puede prescindir de ti en cualquier momento. Como lo sabe, cada final de mes seguirá pagándote un sueldo, y si es una empresa con una mentalidad pobre, tratará de pagarte lo mínimo y justo para que no te vayas. Si tú te sientes dependiente de tu salario y no te comprometes con tu trabajo, es muy posible que acabes trabajando lo justo para cumplir y así evitar que te despidan.
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Escucharse uno mismo, revelarse e insubordinarse puede ser el acto de libertad y generosidad más grande que puedes hacer por ti. Si aquello que haces “sólo te da de comer” pero no alimenta tu alma, te sentirás esclavizado. El problema es que crees que “dependes” de ese trabajo. No te crees capaz de independizarte y salir vivo de ello. Prefieres ser un esclavo de tu trabajo, porque allí te sientes seguro, que ser libre para autorealizarte, y confrontar la incertidumbre.
A veces pensamos que tenemos lo que merecemos porque no nos atrevemos a ir un poco más allá de lo que nos pedimos. Liderar la vida de uno es lo más difícil que hay, pero si piensas en servirte mejor de lo que crees que mereces, podrás vivir con más independencia y significado.