Nada más que la verdad
La mayoría de las personas que acuden a los tribunales y someten al juez algún tipo de controversia, exponen sus pretensiones y defienden sus posiciones confiando en que se haga justicia y se falle a su favor. Obviamente quien obtiene una sentencia favorable cree que esta es justa y la otra parte cree todo lo contrario. Como es de esperar, las partes exigen que se “sepa la verdad”, que afloren los hechos tal y como acontecieron y en base a ello se dicte una resolución congruente con la realidad.
Lo que ocurre es que en el mundo del derecho y de los tribunales, no siempre es posible conocer (descubrir y probar) en profundidad, hasta el último detalle y con precisión, cuáles fueron los hechos. El juez debe dictar sentencia en base aquello que ha resultado acreditado y probado en juicio, y puede que eso no coincida exactamente con la realidad de los hechos. Es más, el juez está obligado, por imperativo de la propia ley, a resolver la controversia en base a las pruebas practicadas en juicio y no en base a una opinión o deducción personal que no se sustente en evidencias y pruebas concluyentes.
Un litigio muchas veces no resulta un medio satisfactorio para resolver controversias, sobre todo para aquellas personas que piensan, con toda la razón y fuerza de la verdad, que la realidad de los hechos sobre la que se sustenta una sentencia fue otra muy diferente a la que se ciernen los hechos probados en juicio. Es por ello que se suele distinguir entre la verdad judicial o formal, que es aquella que emerge al final del juicio con la práctica de las pruebas y que acaba fundamentando la sentencia, y la verdad material que es aquella auténtica verdad, que es la que coincide con la realidad de los hechos, tal como ocurrieron. Por tanto, la verdad judicial y la material no son siempre coincidentes.
La verdad material y auténtica no se conoce cuando las partes faltan a la verdad porque no quieren aceptar la realidad, tienen miedo de afrontarla o a sus consecuencias. A las partes del litigio les está permitido faltar a la verdad en juicio para defenderse de las acusaciones sin que ello implique ningún tipo de responsabilidad. Es precisamente cuando tienen que defenderse que acuden a la ocultación y a la mentira para evitar cualquier tipo de autoinculpación y responsabilidad.
Pero más allá del ámbito de la justicia y el derecho, ¿por qué se falta a la verdad? Con la mentira se pretende ocultar la verdad (tu verdad) con el objetivo de causar una impresión manipulada o edulcorada a los demás. Con la mentira, las personas buscan seguridad y protección con el objetivo de eludir la vergüenza y obtener una valoración positiva del entorno.
Muchas personas suelen faltar a la verdad de manera recurrente en todo tipo de cuestiones cotidianas creyendo que ello no tiene tampoco ningún tipo de consecuencia, que la manifestación falaz no tiene ningún tipo de efecto. Pero faltar a la propia verdad, dejar de manifestar la realidad tal y como cada uno la ve, es faltar a la propia integridad.
El hombre que se miente a sí mismo y escucha su propia mentira llega a un punto en que no puede distinguir la verdad dentro de él y por tanto pierde todo respeto por sí mismo y por los demás (Fiodor Dostoievski)
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La verdad puede ser algo más sutil que las creencias, doctrinas o ideologías que cada uno tenga o defienda. Muchas personas creen que la verdad son los dogmas de la religión que profesan, las ideas de los políticos a los que votan o aquellos principios científicos que se tienen como irrefutables y por los que las personas serían capaces de empeñar su propia vida. Desde este punto de vista, la verdad se revela como algo mental, pura lógica y gregarismo e identificación por algo que forma parte de la dimensión externa de las personas.
La verdad auténtica no tiene nada que ver con la esfera externa de las personas. Se suele decir que la verdad es poliédrica porque cada uno percibe la realidad según su propio nivel de conciencia. El problema es que hay personas que se arrogan el monopolio de esa verdad como universal y única, y quieren elevarla a verdad inconcusa. Es precisamente la voluntad de imponer esta visión monopolística de la verdad la que causa los conflictos, los problemas y los enfrentamientos de todo tipo.
En la dimensión interna de las personas, la verdad tiene otra significación. Para cada uno la verdad se halla cuando en la manera de expresar la realidad existe una congruencia entre lo que uno piensa, cree, sabe y dice, aunque ello no coincida con las otras personas. Es la dimensión interna y el compromiso por guiarse y conducirse en base a esta verdad interna lo que lleva a la integridad. Faltar a la propia verdad es lo que produce efectos negativos, no hacia los demás, sino hacia uno mismo. Muchas personas prefieren faltar a su propia verdad e integridad por miedo a ser menos, a perder la confianza, el respeto o el aprecio de los demás, a perder a alguien o algo, o sencillamente a que se sepa su verdad. Ese miedo les lleva a mentir para evitar unas consecuencias o una responsabilidad, o para encajar en un grupo.
Pero mentirse o traicionar la propia verdad tiene consecuencias para uno mismo, aunque esa mentira no se exteriorice. ¿Cómo podemos ver la verdad, cuando no somos sinceros con nosotros mismos? Jamás veremos la verdad ni justicia en el mundo, si no somos capaces de verla en nuestra conciencia. Cuánto más nos ajustemos a la propia verdad, las mentiras y la falsedad se alejarán de nuestro mundo y más congruentes seremos con nosotros mismos.
Ser sincero y honesto con tu propia verdad es la mejor manera de hallar la paz. No se trata de manipular la realidad para ajustarla a tus deseos, sino de expresar tu propia verdad para que la realidad apoye tu integridad. Hay muchas personas que viven condenadas en su propia prisión porque se han separado de su verdad, porque no tienen el valor de expresar su yo más auténtico a fin de encajar o no incomodar. Prefieren la militancia y el seguidismo de un líder o de una organización creyendo que allí encontraran las ideas que fortalezcan su propia identidad, su yo verdadero.
La auténtica verdad no se encuentra en los dogmas ni las ideologías ni tampoco en las creencias atávicas inoculadas por el entorno. La verdad para cada uno se revela desde la libertad de todo condicionamiento de la dimensión externa, de reconocer cuál es la propia identidad despojado de cualquier influencia ajena. Desde la soledad, una vez liberado de toda limitación, de todo ideal, es más fácil reconocer cuál es la verdad. Se suele decir que cuando dejas de creer es cuando ves, y cuando puedes ver entonces puedes ser aquello que para ti es la auténtica verdad. Esta es la “verdad que te hace libre”, la de descubrir quién eres en realidad y cuando descubres quien eres elevas tu nivel de conciencia y vives desde la verdad.
La mentira gana algunas partidas, pero la verdad gana el juego (Sócrates)