La hora de la Inteligencia Artificial

Hablábamos de Inteligencia Artificial (IA) hace unos meses, y no es extraño volver a ello. La inteligencia que desarrollan y aplican máquinas que reproducen o imitan habilidades humanas está presente en todo, a una velocidad impresionante: en la educación, sin duda; en la industria, claro, y en los transportes, y en la vida de las ciudades y del medio rural, en el medio ambiente... y en la sanidad.

Reflexionar sobre la sanidad hace unos meses no tiene nada que ver con hacerlo ahora. Si algo ha dejado claro esta pandemia --de la que no acabamos de salir desde el punto de vista de la salud y en la que aún no hemos entrado de lleno en cuanto a lo peor de su impacto económico—es la importancia de la innovación, la ciencia y la tecnología. Es la triple ofensiva para buscar soluciones novedosas a los problemas a los que nos enfrentamos. Y la pandemia, lo estamos viendo y sufriendo cada día, es el problema global de 2020.

Y yo iría más allá al conectar la IA con el virus: dentro de la tecnología, la Inteligencia Artificial es una aliada transversal: puede ayudar a buscar una cura y a crear medicamentos, analizar y predecir la expansión de la epidemia y ayudar al personal sanitario. Es fácil ver cómo los algoritmos ayudan a descubrir nuevas moléculas antibióticas, cómo el cruce de enormes volúmenes de datos procesados en ordenadores muy potentes contribuye decisivamente a tener información sobre contagios y movimientos de la población, y las utilidades que la IA garantiza en el tratamiento en los centros sanitarios.

Tenemos tan cerca el impacto de la pandemia; es tan amplia la lista de aplicaciones de la IA y tanta su repercusión (nos demos cuenta o no) en nuestra vida diaria, que tiene todo el sentido que en el último pleno del Parlamento europeo hayamos votado y aprobado la puesta en marcha de un comité especial que aborde única y exclusivamente las implicaciones de la transformación digital y la regulación de esta nueva tecnología desde todos los ángulos. Lo trataremos desde la perspectiva de la innovación, de las patentes y sus diversos usos, pero también desde el punto de vista ético. Siempre me gusta decir que China tiene los datos; EEUU tiene el dinero; pero Europa tiene el talento, y además, la sensibilidad para no descuidar la protección de la intimidad y otros aspectos y problemas nuevos que surgen con la IA.

Y, volviendo al Parlamento, tengo el honor de anunciaros que formaré parte de ese nuevo comité de inteligencia artificial y digitalización que empezará a trabajar en septiembre, así que os iré contando cómo vamos avanzando y qué novedades surgen. Yo estoy especialmente interesada en promover un ecosistema innovador que ayude a crear nuevas startups punteras en el sector y garantizar que encontramos el encaje adecuado entre regulación e innovación.

No penséis en películas de robots: la tecnología ya está entre nosotros, se aplica en los centros de atención primaria a los que vais, en las gestiones comerciales y los servicios financieros, en los transportes públicos que usáis y en las aplicaciones educativas que vuestros hijos y vosotros mismos habéis estado utilizando durante el confinamiento…

Y la investigación también está muy cerca: por ejemplo, en los centros de I+D+i de ArcelorMittal en Avilés, alta tecnología industrial aplicada a multitud de campos. Otro ejemplo, el proyecto que el Centro asturiano de innovación (CTIC) acaba de poner en marcha, un ensayo de aldea del siglo XXI con desarrollos en telemedicina, control de animales, trazabilidad de productos ecológicos, cuidado de los bosques…Una herramienta contra el abandono del medio rural cuyas lecciones seguramente serán útiles en el resto de España.

No me extiendo más: desde el Parlamento europeo enviamos un mensaje claro: es el momento de que Europa lidere en Inteligencia Artificial, no podemos quedarnos rezagados en el motor de la cuarta revolución industrial. Y creo que en Asturias empieza a entenderse perfectamente este mensaje. Necesitamos más proyectos, más experiencias, más innovación. Ese es el camino.

La Nueva España 16 de Julio de 2020