La hora del té.

Parece que fue ayer cuando los periódicos clamaban a los cuatro vientos la nueva obsesión de Florentino Pérez, el nuevo mirlo al que soñaba con vestir de blanco: Jude Bellingham. Un niño que, con solo 16 años, dejó tal huella en Birmingham que retiraron su dorsal como si de una estrella de la NBA se tratase. Un joven hambriento y ambicioso que derrochaba elegancia por los campos de Europa haciéndolo parecer fácil y por el cual entrenadores de la talla de Klopp o Guardiola se deshacían en elogios públicamente. Pero Florentino, una vez más, estuvo más rápido: Jude aterrizó en Madrid y el resto es historia.

En su año de “rookie” se desmelenó tanto a título individual como colectivo. 34 goles generados (no, no es delantero) y una actitud inmejorable le impulsaron a conseguir una Champions League y una Liga, además de alcanzar la final de la Eurocopa. Este segundo año, en cambio, todo era diferente. Tanto él como el club habían empezado con muchas dudas. La llegada de Kylian Mbappé a Chamartín aportaba otro As a una complicada baraja cuya nueva confección le obligaba a retrasar un poco su posición, privándole de su dulce más preciado: pisar área.

Pero todo cambia ya entrado Noviembre, cuando tras caer por 0-4 en el Clásico, diversos imprevistos en forma de lesiones y malas rachas de resultados hicieron a Carlo Ancelotti cambiar de esquema y volver a lo “malo conocido”: el famoso rombo en el medio. Esto daba vuelo al 5, colocándole en una posición donde es más móvil, más peligroso y donde ha entrado en trance, desatándose por completo. Una posición donde más que estar, llega.

Porque eso es Jude Bellingham, llegar. Puntual. Como llega en el Reino Unido la hora del té cada día a las cinco. Cinco, como su dorsal, el que no le tembló el pulso aceptar aun sabiendo lo que significa en Madrid. Cinco, como los goles que lleva marcados en precisamente cinco jornadas consecutivas.

Porque nunca el cinco fue un número tan redondo, ni el té supo tan delicioso fuera del Reino Unido.