La libertad del encierro
Las siguientes líneas, no pretenden más, que intentar ser un halo de esperanza en esta situación que nos toca vivir en todo el mundo, una forma de afrontar este confinamiento y una búsqueda por adaptarnos y reinventarnos en esta nueva realidad. Y, sobre todo, recuperar las cosas verdaderamente importantes que perdemos por la rutina de los días.
Como muchos en mi ramo, casi siempre he trabajado en una oficina ¡Llevo más de 28 años haciéndolo! Un sitio que he domado y controlado, en el que manejo mis horarios. Ahora, enfrentarme al work from home es un verdadero reto.
6:20 a.m. Suena el despertador. Trato de mantener una rutina: salgo a caminar. Las subidas y bajadas de mi colonia son mis mejores aliadas para el workout del día. Escucho música que me pone en a reflexionar y activar ideas. Hacía tiempo que no caminaba tanto por la calle. Contemplo. Árboles, vecinos que no saludaba, regresar a dar los “buenos días”; el aroma del pasto mojado.
7:40 a.m. Regreso a casa. Angélica, mi esposa, me prepara un jugo desintoxicante. Siento que dreno toxinas, me purifico. Me baño. La libertad de sólo usar jeans y playera. ¡Qué cómodo me siento sin mi traje formal, no vestía así desde la época de la escuela! Las formalidades nos hacen olvidarnos de tantas esencialidades. Desayuno con el periódico. Lo hago con calma: recuerdo mis desayunos de universitario, cuando compartía pláticas y lectura del periódico con mi madre. Un placer que en nada se parece a mi sandwich matinal en el coche rumbo a la oficina, entre llamadas y prisa.
8:40 a.m. Prendo mi laptop. Reviso mails y, otra vez, a diferencia de lo que hago en la oficina, apelo a la música para comenzar más relajado. Busco el café que más me gusta, escojo mi taza, pongo la dosis exacta de leche. A mi gusto. No hay como oler el café preparado por uno mismo.
9:30 am. Un webcast en el que Michael Dell dará un comunicado relacionado con COVID-19. Su mensaje es transparente y claro: muchos estarán ansiosos o se sientan vulnerables ante esta situación y aún no conocemos el impacto total que causará esta crisis. Destaca el enorme aceleramiento en conectividad que ha provocado esta contingencia, con el trabajo remoto que causa dudas pero es ya una alternativa posible y productiva. Una nueva forma de relacionarnos.
10 a.m. Es mi turno: me conecto con más de 500 personas para llevarles mi sentir, mi visión, mi mensaje ante esta crisis. Me he preparado horas para dar este mensaje. Este tipo de comunicación es lo que te distingue como líder: la capacidad de transmitir una realidad sin rodeos, pero con un mensaje de tranquilidad y de acción. De certidumbre dentro de lo incierto.
Mi presentación se llama La tormenta por delante. Arranco al estilo TED Talk: muestro rayos y nubes negras. No sabemos cuánta lluvia traerán, qué tan grandes serán las olas ni qué velocidad tendrán los vientos, tampoco si esa tormenta se volverá huracán. Transiciono a platicarles que para enfrentarla tenemos uno de barcos más robustos y fuertes, con un capitán listo para guiarlos, con los oficiales más experimentados del país, con el equipo de rescate más apto, con helicópteros llamados canales y distribuidores listos para colaborar. Lo más importante: cuento con todos los integrantes de Dell Technologies, algunos listos para sacar agua, otros para manejar cuerdas y máquinas, y otros para gestionar el momento. Enfatizo en la importancia de estar coordinados y con la conciencia de que existirán situaciones de fricción y frustración que deberemos enfrentar y manejar. Cierro con cuatro personajes que durante sus encierros hicieron grandes obras: Ana Frank, Buda, Gandhi, Sor Juana.
2:30 p.m. Mi familia me llama a comer. Sentarse en la mesa luego de pasar toda la mañana en casa tiene sabor a fin de semana. Comemos con calma, charlamos sobre temas irrelevantes pero, sobre todo, reímos. Pasamos así una hora y media: un tiempo que no me tomaría ni en broma en un día “laboral”.
Vuelvo a poner atención a cosas que normalmente desatendería, me contacto con personas -con las que no me daba tiempo de contactarme- para compartir y escuchar cómo transitan esta situación, me relajo… Me quedan otros 30 minutos, vuelvo a salir a caminar. Entiendo por qué a Bill Gates le gusta tanto decidir, analizar y platicar caminando. La sensación es única y se abren perspectivas imposibles en una oficina cerrada. Tomo nota mental: haré más juntas caminando.
4:30 p.m. Regreso a mi oficina virtual. Me conecto, tomo llamadas, mientras preparo una botana de fruta que cambia el sabor de la tarde.
Más tarde, trato de contactar a todos los integrantes de mi equipo, aunque sea por cinco minutos, para saber cómo están de salud ellos y sus familias. Nada de trabajo, sólo el otro ser humano.
8:30 p.m. Reflexiono sobre cómo manejar mejor el día trabajando desde casa. Me falta espacio entre las juntas para contestar correos o resolver problemas que salen y que requieren de mi atención. Todavía estoy aprendiendo.
Entiendo también la criticidad que tiene la puntualidad en las juntas virtuales: un retraso hace pedazos las juntas posteriores y de los otros. Voy dominando este reto: aún me demoro, pero cada vez menos.
9:00 pm. Preparo la cena con mi esposa. Conversamos tranquilos. La escucho, le pongo atención y ella agradece que no esté con esa adrenalina que solía tener en mis días rutinarios. ¡Estos días me han permitido comunicarme más con las personas con las que vivo! Y lo más importante: escucho en lugar de oír.
Me duermo cansado, pero tranquilo, listo para levantarme a caminar al siguiente día. Me duermo pensando… ¡Cuántas libertades estoy descubriendo desde el encierro!
Se puede ver la nota original aquí
Psicólogo en la Fundacion Ángel Riviere, FAR
4 añosLo siento, es mentira. Esta crisis no va a ayudar a valorar nada, el ser humano no tiene esa capacidad.
Global Account - SAP | Generative AI, Cloud
4 añosFelicidades Juan Francisco. El equipo de Mexico es afortunado de tener un líder como tu. Un saludo desde San Francisco. Jaime
Jefe de Costos en Productos Medix
4 añosMuy buena reflexión, gracias por compartir!!!
Territory Channel Manager
4 añosExtraordinarias palabras Juan, Saludos!