La salud mental y el desempleo
Fotografía por: Nothing Ahead

La salud mental y el desempleo

La salud mental no es un tema nuevo en mi círculo más cercano y, luego de la pandemia de COVID-19, ha cobrado cada vez más fuerza en las aulas universitarias, en los laburos y las relaciones familiares. Ahora, mencionar la depresión, la ansiedad y cualquier otro tipo de condición emocional ya no es un tema tabú, aunque, por el contrario, se trata de una etiqueta estigmatizante que evita la contratación de personal. 

Sin embargo, rara vez se habla del deterioro de la sanidad mental cuando se está esperando un trabajo. No, no me refiero a la búsqueda —implacable y agotadora, sin duda—, más bien cuando los procesos de contratación se vuelven tediosos, abrumadores y largos, y los postulantes se sumergen en la incertidumbre de si fueron selectos o no. Para colmo, en Guatemala tienen la pésima costumbre de no anunciar si te rechazaron, solo dejan pasar el tiempo y, con él, las esperanzas. 

La salud mental y el desempleo para una literata 

Este primer semestre del 2024 me trató como una piñata en pleno cumpleaños de niños de seis años. Sin descanso ni piedad, cada mes se dedicó a sacarme hasta el último dulce de mi interior. Decir que un palo me molió a golpes es poco. De hecho, en unas cuantas semanas terminaré mi tratamiento con antidepresivos que, para mi suerte, es una dosis bastante baja ya. No está demás mencionar que en este período tan inconsistente y desequilibrado, tuve muchísimas llamadas de empresas, entrevistas y posibilidades de trabajar. ¿El problema? El costo emocional por hacer algo sin sentido. 

Fotografía por cottonbro studio

Desde mi lectura de La sociedad del cansancio, entré en un período de reflexión profunda. Con ella, la terapia y revisitando al pasado, entendí que durante mi carrera profesional enterré muchísimos sueños. Uno de ellos es tener la oportunidad de vivir de la Literatura, aplicar lo que con mucho amor he cultivado y disfrutar lo que hago sin pensar que «amo lo que hago». Agregarle esa carga emocional es muy fuerte, por el contrario solo el hecho de considerar el «placer» como un disfrute cotidiano me interesa más. 

Como literata, afrontarse a una realidad con una mínima de posibilidades es terrible. Y, aun así, he salido a la calle a probar suerte.

¿Mi consejo? 

La vida de cada uno de nosotros es importante, pero debemos recordárnoslo constantemente. Por ello, nunca es tarde para pedir ayuda. En el momento en que las cosas pierdan sentido, nada tenga un rumbo, el mundo pierda su color y nosotros el gusto, ahí es cuando levantar la mano es necesario. 

Nunca pensemos que evadir nuestras responsabilidades emocionales es mejor; ignorar, guardar o arrinconar sentimientos sin resolver, dolores o duelos sin cerrar, solo nos dañará. Recuerden que el camino que nos conecta con el interior no es fácil, pero es necesario. 

Conviviremos con nosotros mismos para toda la vida. Entonces, ¿por qué no hacerlo bien?

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