Leer en caso de ideas
Para innovar hay que determinar un problema, conocer para quién y de qué forma tiene que ir dirigida la solución, hacer un análisis del valor que aporta nuestra propuesta y generar prototipos que resuelvan el problema. La innovación es riesgo, juego y prueba.
Una cosa está clara. Innovar por innovar haciendo de la innovación el propio fin, no es el camino. Es necesaria una innovación con pausa, una innovación que sepa mirar a los lados, una innovación que tenga la capacidad de retroceder para tener una visión más amplia del panorama work in progress en el que estamos inmersos. Bien mirado, estamos pasando de una modernidad líquida a una modernidad gaseosa sin forma ni volumen definidos.
Diseñar consiste, entre otras cosas, en resolver problemas relevantes y significativos a partir de la detección y la comprensión de un problema. El diseño no nace de la voluntad de crear algo porque sí. El enfoque que se cree capaz de innovar sobre la nada convirtiendo el diseño en un acto de narcisismo vacuo en el que se impone la supuesta genialidad del creador, es uno de los grandes males de nuestro tiempo. La innovación siempre requiere de una minería de problemas para que el resultado tenga un impacto más claro.
Tenemos que aprender a innovar basándonos en el valor y no en la idea, sabiendo que existen diferentes tipos de valor: el funcional, el emocional, el vital y el trascendental. Dependiendo del problema que estemos resolviendo, pondremos el foco en unos u otros elementos de valor que, más adelante, se verán reflejados en nuestra propuesta, dando como resultado lo que podríamos denominar una ecuación de valor.
Para innovar hay que aprender a gestionar distinto, equilibrando entre futuro y presente, entre explotación y exploración.
A partir de ese punto, generamos artefactos que permitan traducir las ecuaciones de valor a la realidad. En este proceso sería recomendable que toda la gente de la organización participara. Los departamentos de innovación y diseño no son ni un buzón de ideas ni de sugerencias, ni una máquina de insights para la organización, ni unos meros ejecutores de la propuesta de valor (llámese doers o makers). Para innovar hay que aprender a gestionar distinto, equilibrando entre futuro y presente, entre explotación y exploración.
La innovación debería estar presente en el día a día, y no como algo que sólo hago cuando tengo tiempo, cuando tengo una ocurrencia o cuando ya no tengo más remedio. Si sólo te das margen para innovar ahí, has llegado tarde.
La innovación que va a venir
Vamos a innovar con otros. Se acabó innovar a cara de perro. Vamos a vivir en modelos orbitales, en los que empresas pequeñas que se adapten mejor a las condiciones gaseosas del contexto puedan solucionar aquello que una empresa más grande, que posee el producto, el mercado y el cliente, pero no la rapidez, flexibilidad ni la imaginación necesaria, no es capaz de solucionar.
La innovación va a estar presente en la estrategia work in progress de muchas organizaciones. El mundo va a ser muy distinto y esa idea de poder ir del hoy al mañana a través de una trayectoria clara, con un rumbo fijo, y con unos objetivos marcados en relación a un paradigma estático es, desde ya, historia. La estrategia no es un documento que guardas en un cajón para que se llene de polvo o un cuadro de mando en un excel. Los documentos de excel lo resisten todo. Disminuyen la complejidad del mundo a un sistema de celdas, columnas y líneas porque nos resulta más fácil entenderlo así. Pero eso no explica el mundo, tan sólo lo contrae a lo que somos capaces de comprender y aprehender.
Con imaginación se puede hacer más que simplemente adaptarse a un nuevo entorno. Puedes darle forma y crear nuevas oportunidades.
Hay que empezar a entender que la complejidad inunda el entorno y que no podemos pensar en sistemas lineales de pronóstico y predicción. Nuestro futuro tiene que ser flexible, describiendo trayectorias que, estando muy atentas al entorno, puedan modificarse sin grandes despliegues. Es más, tenemos el gran reto y la enorme responsabilidad de darle forma al futuro en nuestra imaginación, en lugar de tan sólo adaptarlo. Con imaginación — la capacidad de crear, evolucionar y explotar modelos mentales de cosas o situaciones que aún no existen — puedes hacer más que simplemente adaptarte a un nuevo entorno. Puedes darle forma y crear nuevas oportunidades, aunque la imaginación es también una de las cosas más difíciles de mantener vivas bajo presión.
Así las cosas, la innovación se va a convertir en un proceso sistemático capaz de prever un entorno cambiante muy complejo. Ya no va a ser un departamento que piensa cosas distintas al resto, sino que va a pasar a ser una filosofía que permita a todos los integrantes de la organización imaginar posibles soluciones.
La innovación no va a ser sólo de producto, sino de modelos de negocio, modelos organizativos y modelos de relación. Hay que superar las estructuras convencionales y sustituirlas por otro tipo de estructuras que se adapten mejor a la rapidez y a la agilidad porque el mercado así lo requiere. No podemos pretender que el entorno sirva a nuestra estructura, sino que nuestra estructura debe servir al entorno. Una nueva organización podría tener, por ejemplo, un departamento de respuesta al mercado, un departamento de tecnología y sistemas, un departamento de relaciones con el cliente, un departamento de futuros posibles y uno de equipos auto dirigidos.
La innovación vive en lo transversal y no está en la tecnología, está en la mirada.
La innovación es un tema de rol y no tanto de qué sabes o qué has estudiado. La llevan a cabo personas que traducen su capacidad y conocimientos en una habilidad para llevarla a cabo. La cosa va a ir más de roles, que de profesionales, más de habilidades y no tanto de conocimientos, más de voluntad de participación y co-creación y menos de ego y protagonismo.
En definitiva, la innovación va a estar más centrada en el outcome, resolver más problemas, y menos en el output, producir más o hacer más cosas. La innovación vive en lo transversal y no está en la tecnología, está en la mirada.