Lo intangible solo tarda un poco más

Cada lunes por la mañana recibo un mail que se titula “Ideas para empezar la semana”. Mientras estaba a muchos kilómetros de casa leo el contenido de uno de ellos que se había demorado y llegó el martes 28. El nombre del correo es desafiante: “De qué trabajás y otra ideas para empezar la semana”.

Con mucha intriga lo comienzo a recorrer y encuentro dos ideas de las que me quise apropiar (y así lo hice), porque desde hace mucho tiempo estoy tratando de responder a ese interrogante sin tener que nombrar algún título porque siento que no definen lo que somos. Por supuesto que sí hablan mucho de nosotros, de nuestras elecciones, de cómo decidimos afrontar ciertas cuestiones pero no de la esencia con la que hacemos las cosas.

Los que me conocen saben que estos últimos días fueron para mí un cúmulo de emociones diversas, de vivir experiencias que no había imaginado que llegarían en este momento, de comprender que todo debía ser aprendizaje y de poner de un lado de la balanza los esfuerzos que ello requirió (que suelen ser invisibles para muchos) y del otro lado colocar los sueños que uno se anima a gestar gracias a lo que pasa.

Y como este relato es en primera persona, me atrevo a llevarlo a la anécdota personal y hablar de Lucía, que con sus casi 4 años está traccionando los desafíos de su mamá y, de manera implícita, nos está animando a no esperar que el futuro mejor llegue por sí solo sino a que salgamos a buscarlo.

Soy una convencida de que lo intangible siempre tarda un poco más, porque es lo que no se ve, es lo que se trabaja desde los ideales, desde las representaciones mentales que cada uno de nosotros hacemos pensando en aquello que queremos alcanzar. 

Con Lucía nos extrañamos, fueron pocos días pero sentimos la distancia, para algunos esto puede ser un disparador para juzgar la decisión tomada pero nosotras dos sabemos muy bien que ese esfuerzo vale la pena, porque nuestros hijos (sobrinos, nietos, primos, amigos) no necesitan solo de un buen discurso, necesitan del ejemplo, de ver que hay gente que se preocupa y se ocupa de intentar dejarles un futuro con más oportunidades que ellos después deberán aprender a buscar y aprovechar, ejemplo que solo se logra con evidencia y con la certeza de que realmente existe un mundo diferente y es posible llegar a él, pero que es mejor si todos traccionamos hacia ese lado, porque no es el cambio individual la respuesta sino la transformación conjunta.

El mail que recibí ese martes decía en algunos de sus párrafos: “trabajo de encontrar buenas excusas para hacer cosas interesantes con la gente con la que quiero estar” y por supuesto que me sentí identificada, pero aún más lo hice cuando al continuar la lectura encuentro esta definición aún más completa: “me parece que trabajo de generar momentos que voy a recordar mucho, de construir experiencias que se van a transformar en memorias. Y si eso que pasa genera momentos memorables para otros, mejor todavía”.

Mi deseo después de tomarme unos minutos para plasmar lo que venía pensando en estos días es que cada vez seamos más los que podamos dar esta respuesta cuando nos pregunten de qué trabajamos, porque es algo que podemos lograr desde la labor y el rol que cada uno de nosotros tenemos y realizamos, es un plus, y sólo así vamos a saber que estamos un paso más cerca de transformar al entorno al que tanto queremos. Y no nos olvidemos de que las experiencias que vivimos son las que nos van determinando, incluso como sociedad, por eso si no queremos que el tiempo borre las huellas que hoy intentamos marcar, la única posibilidad que tenemos es la de recuperar la cultura del esfuerzo y ser además generadores de momentos memorables, esos a los que podemos recurrir en nuestro archivo personal cada vez que sentimos que perdemos el rumbo.