LOS ABRAZOS QUE NO DAMOS (EN LAS SESIONES DE TERAPIA)
Más allá de los obvios beneficios psicológicos que aportan los abrazos, entre los que se encuentran aumentar la seguridad y la confianza, favorecer la comunicación afectiva, facilitar el sentimiento de empatía, generar el sentimiento de agradecimiento, más allá de estos beneficios, la ciencia, en múltiples ocasiones, ha concluido que abrazar tiene un efecto muy significativo sobre nuestro organismo, permitiendo que este segregue la que es conocida como “LA HORMONA DE LOS ABRAZOS”, la oxitocina, que juega un papel fundamental en la reducción del estrés, ya que disminuye los niveles de cortisol.
¿Puede la “prohibición” de abrazarnos tener efectos adversos sobre las personas y que estos se cronifiquen?
No existen indicios de que la ausencia de los abrazos que nos ha traído la PANDEMIA de la COVID vaya a tener efectos devastadores sobre nuestro estado de ánimo, no al menos a largo plazo, como concluye Javier Urra, Doctor en Psicología y conocido conferenciante tanto en España como fuera de nuestras fronteras. Urra añade que lo que sí podría provocar efectos adversos a largo plazo, sería la ausencia de contacto a la que muchas personas se han visto sometidas durante el confinamiento.
L@s profesionales de la Psicología hemos tenido que adecuar nuestras consultas a las condiciones sanitarias establecidas por el Ministerio de Sanidad, entre las que se encuentran guardar la distancia de seguridad, y, por supuesto, evitar el contacto físico con el paciente.
¿Pero qué ocurre cuando este contacto forma parte del propio proceso terapéutico del paciente?
Un paciente que está trabajando en consulta un Duelo Complicado, es muy habitual que durante las sesiones tome contacto con su dolor y que en ocasiones este dolor sea tan intenso que le provoque un llanto a veces descontrolado. En estos momentos resulta muy útil, por su función curativa, abrazar al paciente para que integre ese dolor.
Un paciente que está trabajando en consulta sus Ataques de Pánico puede experimentar emociones y sensaciones muy desagradables, cercanas a la pérdida de control del propio cuerpo que a veces se traducen en mareos, anoxia, rigidez corporal, espasmos, e incluso desmayo. El contacto físico con estos pacientes es imprescindible para que recupere la sensación de control.
Un paciente que durante meses ha estado trabajando sus miedos y que en las últimas sesiones comparte sus avances y sus logros, es posible que necesite de un abrazo del terapeuta para afianzar lo conseguido y para recibir una muestra de satisfacción.
Obviamente el uso del abrazo dependerá del estilo de terapeuta y de las características del paciente, pero en mi caso, siempre que el paciente lo admita, y sobre todo en situaciones como las descritas arriba, es habitual que abrace o utilice el contacto físico. Sin embargo, ahora, y con el fin de cumplir las recomendaciones establecidas por el Ministerio de Sanidad, los abrazos han desparecido de mi consulta.
¿Qué estrategias podemos utilizar l@s psicólog@s para adecuar los abrazos a esta realidad en la que el contacto físico está restringido?
Algunas de las que yo uso y que me gustaría compartir con vosotr@s son:
- ABRAZAR CON LOS OJOS: Puedes situarte frente a tu paciente (respetando la distancia) y mantener con él o con ella una mirada de apoyo, cercana, en la que le transmitas el abrazo que no puedes darle. Si conseguís mantener la mirada durante al menos minuto, se pueden trasmitir emociones muy reponedoras.
- EL COJÍN DEL ABRAZO: Puedes tener en la sala un cojín no muy pequeño, que ofrecerás a tu paciente para que abrace, ya sea para acoger su dolor, o para valorar su esfuerzo. Esta técnica es muy útil ya que se ejerce cierta presión en el cojín y con esta presión, el cuerpo expresa de alguna forma la emoción. Recuerda siempre desinfectar el cojín para poder usarlo con el siguiente paciente.
- ACOMPAÑAR CON UN MENSAJE: Ante la dificultad para abrazar, puedes utilizar el lenguaje oral para enviarle a tu paciente un mensaje detallado que incluya palabras de reforzamiento, apoyo, comprensión, etc, y que las reciba como si fuesen un verdadero abrazo.
No sabemos cuánto tiempo va a durar esta recomendación de mantener la distancia entre nosotros, pero sí sabemos que la psicología es una ciencia en continuo crecimiento y una profesión donde quienes la ejercemos, mostramos en múltiples ocasiones una alta capacidad para adecuarnos a los imprevistos. Y esto es precisamente lo que estamos haciendo desde el principio de la PANDEMIA de la COVID, una experiencia que muchos y muchas, hemos convertido en una oportunidad para aprender de nosotr@s mism@s.